Resulta lamentable que luego de tanto esfuerzo, ardor, brío, denuedo, vigor, sacrificio, sudor, trabajo, empeño… De tanto patear calles, presionar cambios, denunciar abusos, acusar desafueros, arriesgar la vida (y todo lo que eso representa), no estemos ni siquiera en el mismo sitio que el año pasado en cuanto a nuestras aspiraciones de cambio político, sino mucho, pero mucho más atrás, o lo que es peor, en franco estancamiento.
Ciertamente el 2017 fue un año intenso, impetuoso, de mucha entrega, de mucha exposición, de mucho riesgo. Los signos de aquellos días fueron la desobediencia civil y las acciones de calle como respuesta a tanta represión, a tanto abuso, excesos, persecuciones, amedrentamiento, detenciones y muerte.
Y desde aquellos meses aciagos, muchas horas, días, semanas han transcurrido sin que haya cambio alguno, mientras mi patria se sigue desdibujando, difuminando, desvaneciendo, a merced de mafias nauseabundas, de fariseos pestilentes, de hienas y chacales, en una prolongada noche de crímenes, orgías y venganzas que ponen en evidencia los ecos lastimeros de nuestros ancianos, la prolongada agonía de nuestros niños y la impotencia de todos los hijos de esta Patria.
Siguen siendo entonces demasiadas las personas que se me acercan y me preguntan; ¿Y ahora qué?
Lo cierto es que la respuesta a esta incógnita sigue estando en cada uno de nosotros, en nuestra conciencia, en nuestro sentido de pertenencia, en nuestro nivel de compromiso, en nuestra capacidad de sacrificio, en nuestro corazón venezolano. ¿Salida institucional? ¿Crack social? ¿Salida de fuerza?... ¿Quién en este funesto momento está dispuesto a dar la vida? ¿Cuántos están resueltos a manchar de sangre este suelo patrio? ¿Quién apuesta su negocio, su trabajo, sus estudios, sus bienes, su familia, su integridad, a una salida rápida?
Entiendo el desespero, la angustia, la pesadumbre, la ansiedad que significa seguir amaneciendo día tras día con estos depredadores sociales, con estos desangradores de la patria, con estos verduleros de la política en Miraflores… Pero esa tristeza que nos corroe el alma la debemos convertir en fuerza, en energía y en valor.
Yo no estoy dispuesto a “bajar la santamaría” de mi esperanza. No estoy dispuesto a retroceder ni un milímetro en cuanto al país que sigo soñando. No estoy dispuesto a dejar que finalmente me quiten a mi Venezuela, porque como dice la canción, estoy con “alma, vida y corazón” en este empeño.
Nos toca entonces seguir “surfeando” las calamidades de estos tiempos, la irracionalidad de muchos, el ataque desmedido de otros, el arrebato de unos pocos, y el nulo aporte de demasiados, que solo saben criticar sin proponer, actuar y mucho menos arriesgar.
A fin de cuentas nos sigue quedando el reclamo ciudadano, la denuncia oportuna, la acusación pertinente, porque quedarnos callados no es opción, por la tanto, con “voz estentórea” debemos seguir diciendo lo que pensamos en la calle, en los comercios, en las empresas, en las universidades y en todos los lugares donde exista esta posibilidad.
Amigo lector, el clarín de la patria hace rato que está sonando y estas no son horas de dudas o guabineos. El país reclama gallardía y sacrifico, pero es decisión de cada quien dar un paso al frente, asumir nuevamente la lucha y no dejar de soñar con una nación distinta, porque indudablemente, Venezuela lo vale.
Así de simple.
Puerto La Cruz / @antonioricoveri