El llamado “Maleconazo”, ocurrido en el verano de 1994, era la mayor protesta que se había registrado en Cuba en contra del gobierno de Fidel Castro después del triunfo de la revolución en 1959. Para aquel entonces, el “desangre” de la economía, la escasez de productos alimenticios, de fármacos y los incesantes problemas con el servicio eléctrico colmaron la paciencia de los habitantes de la isla, que decidieron volcarse a las calles en rechazo a la situación. Ahora, los cubanos se enfrentan a una situación similar que los mantiene en vilo.
27 años después, bajo las consigas de “tenemos hambre”, “libertad” y “abajo la dictadura”, la historia se repite en el país caribeño, actualmente bajo el mando del sucesor de la dinastía castrista, el presidente Miguel Díaz-Canel. ¿El detonante? La misma crisis de hace casi tres décadas y que sumada a la pandemia del Covid-19 ha dejado más de 244 mil infectados y más 1.500 fallecidos, de acuerdo con la Universidad Johns Hopkins (JHU).
Fue el pasado domingo 11 de julio cuando miles de personas de más de 20 localidades salieron para dar paso a una gigantesca movilización, de la cual se hicieron eco las redes sociales y la opinión internacional, que así jugaron un papel importante al dar a conocer la situación de descontento social. "Esto es por la libertad del pueblo, ya no aguantamos más. No tenemos miedo. Queremos un cambio, no queremos más dictadura", expresó una manifestante identificada como Selvia al ser citada por la BBC Mundo.
Tras la rápida propagación de la revuelta, Díaz-Canel se pronunció públicamente sobre los hechos mediante una transmisión televisada, y aseguró que su gobierno estaba "dispuesto a todo” y a combatir. Según dijo, la “orden” ya estaba dada a los revolucionarios. Asimismo, expresó que un sector de los que hacían las protestas "delinque" y pretende "fracturar la unidad del pueblo cubano", tras acusar a Estados Unidos (EE.UU.) de estar incurso en la organización de estas acciones.
"No vamos a admitir que ningún contrarrevolucionario, ningún mercenario, ningún vendido al gobierno de EE.UU., vendido al imperio, recibiendo dinero de las agencias, dejándose llevar por todas estrategias de subversión ideológica, van a crear desestabilización en nuestro país", apuntó el mandatario cubano en su discurso.
Por su parte, la respuesta de la administración norteamericana, en rechazo a las declaraciones del líder socialista, en la que acusa a sus opositores de ser mercenarios o agentes al servicio de EE.UU., fue casi inmediata. Julie Chung, subsecretaria interina de la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado, expresó su preocupación por los “llamados a combatir” y reiteró su apoyo a la protesta pacífica. Condenó la violencia.
El caos
Las protestas comenzaron en la ciudad de San Antonio de los Baños, ubicada en el suroeste de La Habana, y se extendieron como una ola a otras localidades. Tras las declaraciones del mandatario cubano, se empezaron a reportar actuaciones violentas por parte de los cuerpos de seguridad del Estado, que no se habían visto en los últimos 60 años, con lo cual se hizo impredecible el escenario que se desencadenaría.
La página web de El Mundo reseñó que el gobierno cubano se preparó durante años para responder ante cualquier estallido social que pusiera en riesgo su estadía en el poder. Y la aplicación de dichos planes se evidenció con la represión en las calles y la persecución de los manifestantes, según denunciaron familiares de las víctimas y organizaciones civiles de la isla caribeña.
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Un muerto
Al menos un hombre muerto han dejado los disturbios originados en La Habana. La información fue confirmada por el Ministerio del Interior de Cuba, reseñó el diario ABC, haciendo mención al medio oficialista Cuba Debate. La víctima fue un ciudadano de 36 años de edad, que estaba presente el lunes 12 de julio en una manifestación en el Consejo Popular Güinera del municipio de Arroyo Naranjo. El Comunicado del gobierno indica que "grupos organizados de elementos antisociales y delincuenciales en el consejo popular Güinera, municipio de Arroyo Naranjo, alteraron el orden e intentaron dirigirse hacia la Estación de la Policía Nacional Revolucionaria del territorio, con el objetivo de agredir a sus efectivos y dañar la instalación". Este es el primer fallecido que reconoce la administración de Miguel Díaz-Canel durante las protestas.
De acuerdo con información reseñada por la BBC, el domingo 11, cuando todo comenzó, se reportó la detención de decenas de personas, entre ellas la reportera Camila Acosta, corresponsal del diario español ABC. En tanto, una actualización publicada por CNN en Español alertaba sobre el caso de más de 100 detenidos o desaparecidos. Incluso, los periodistas de este medio de comunicación fueron testigos de cómo varias personas eran arrojadas a la parte trasera de furgonetas.
El director ejecutivo de Human Rights Watch Américas (HRW) ofreció un balance sobre la situación que parecía haberse salido de control en la nación caribeña. "Tenemos conocimiento de que existen heridos, detenidos y personas cuyo paradero se ignora en la actualidad. Y Díaz-Canel, el actual jefe de la dictadura cubana, ha decidido enfrentar las manifestaciones pacíficas con violencia y con represión", dijo a la BBC.
La era digital
Las redes sociales jugaron un papel fundamental en la difusión de información, para que el mundo conociera lo que estaba sucediendo. A través de las distintas plataformas comenzaron a circular imágenes de las detenciones policiales, el uso de la fuerza y ataque a periodistas que se encontraban en el lugar de los acontecimientos. Cabe acotar que en Cuba han pasado poco más de dos años de la masificación del uso de Internet, volviéndose una herramienta clave tanto para el gobierno como para la oposición.
El primer día de protestas, los manifestantes pudieron publicar fotografías y realizar “la directa”, como se conocen los “Lives”. Pero, al gobierno pareciera no haberle agradado la idea de que las plataformas digitales se usaran para la divulgación de fotos y videos que mostraban cómo cada vez se sumaba más gente a la convocatoria, y que esta terminara generando un efecto dominó en otras poblaciones, para luego más tarde ser reprimidas.
Con el fin de detener el amplio flujo de información, las autoridades cubanas se vieron en la obligación de restringir el acceso a las redes sociales, según reportó la organización de monitoreo web NetBlocks, con sede en Londres, y cuyos datos mostraron interrupciones en Facebook, Instagram y también en algunos servidores de mensajería instantánea como WhatsApp y Telegram.
Restablecimiento
El miércoles 14 de julio, el servicio de Internet móvil, que se encontraba interrumpido, volvió a la "normalidad", pero con la sorpresa de que aún se mantenía el bloqueo para ingresar a las redes sociales. El portal France24 reseña que ante la dificultad de tener conexión wifi, los cubanos deben acudir a los celulares para poder comunicarse. Durante la limitante, que a juicio de los experto fue ejecutada por el gobierno con la finalidad de impedir la difusión de imágenes y videos de las protestas, los usuarios más jóvenes optaron por usar un VPN
Expertos consideran que “cortar las redes” es una forma de “cortarles oxígeno a los manifestantes” y temen que la medida se pueda prolongar por el tiempo que al gobierno cubano le parezca necesario, ya que, a su juicio, el acceso a Internet, combinado con la crisis económica y los estragos que ha causado la pandemia de coronavirus, es uno de los factores que confluyeron para que los opositores salieran a las calles.
De acuerdo con Ted Henken, autor del libro Cuba's Digital Revolution ("La revolución digital de Cuba"), publicado en junio, "Internet fue un facilitador de las protestas porque permitió que la gente compartiera imágenes en tiempo real en Facebook Live". Agregó, citado por la BBC, que "por eso se pudo contagiar tan rápidamente por todo el país. Las redes sociales fueron el detonante que canalizó la frustración social" en Cuba.
¿De quién es la culpa?
Mientras la administración de Díaz-Canel insiste en que el gobierno de EE.UU., impulsa "una política de asfixia económica para provocar estallidos sociales", los analistas sostienen que aunque el embargo económico estadounidense ha tenido un fuerte impacto en Cuba, los sistemas económicos centralizados también suponen un problema.
“El problema en Cuba no es EE.UU.; el problema en Cuba es el gobierno cubano”, afirma Andy Gómez, director retirado del Instituto para estudios cubanos y cubano-estadounidenses de la Universidad de Miami, a la BBC Mundo.
“Es muy fácil seguir echándole la culpa a EE.UU., pero el problema que tienen Miguel Díaz-Canel y Bruno Rodríguez, el ministro de relaciones exteriores, es que el pueblo cubano ya no se cree eso: sabe que la mayoría de los problemas son internos”, enfatizó Gómez, citado por el medio de comunicación.
Para el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, "si se quisiera ayudar a Cuba, lo primero que se debería hacer es suspender el bloqueo". Cabe señalar que el gobierno de los EE.UU. aplica, desde hace décadas, un embargo comercial a Cuba que corta su acceso a la financiación y a las importaciones. En junio, dicha medida fue condenada por 29ª vez por una amplia mayoría de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Por su parte, el analista cubano y exdiplomático Carlos Alzugaray explica a la agencia de noticias Associated Press (AP) que las sanciones económicas de Estados Unidos a la isla, con “la idea original de crear hambre y desesperación para cambiar al modelo”, forman parte de la serie de factores que se mezclan para generar una situación difícil.
Citado en la página web de la AP, Alzugaray alega que también existe una responsabilidad por parte del gobierno cubano, que no supo “llevar a cabo las reformas para que Cuba tenga una economía más fuerte y saludable”, además de que se ha visto golpeada por la pandemia, provocando una fuerte inflación y desabastecimiento.
Puerto La Cruz / Redacción Mundo