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El Tiempo Informando al Pueblo Oriental

Jon Aizpúrua: Jamás he creído en la conseja de que “el pueblo nunca se equivoca”

octubre 17, 2022
“El estereotipo de la oposición venezolana es una disonancia entre la praxis política y el aliento moral”, señala Jon Aizpúrua / Foto: www.facebook.com/valoresdelespiritu/

Para el psicólogo clínico y profesor universitario la memoria colectiva es generalmente endeble. En el caso venezolano, apunta que el grueso de la población, que se debate entre la resignación y la esperanza, está centrada en sobrevivir y aprende muy poco de su pasado, por lo que “repite errores que podrían ser evitables”.


–Históricamente, ¿en qué ha devenido el venezolano?
–Ninguna generalización es buena ni justa. En Venezuela hay de todo como en botica, pero la mayoría de los ciudadanos se debate entre la resignación y la esperanza.
–¿Una virtud incólume en el connacional?
–La predisposición a la solidaridad.
–¿Un defecto incorregible?
–La impuntualidad.
–¿Cambió Venezuela para siempre?
–Pasarán varias generaciones hasta que la huella de los daños sea nada más que un mal recuerdo.
–Tras cuatro años de exilio en España, ¿qué extraña de Venezuela?
–Principalmente, el amor de los familiares, el afecto de los amigos y el incomparable sabor de nuestras comidas.
–¿Qué no extraña?
–La surrealista y agotadora propaganda del régimen.
–¿Por qué se fue?
–Pensando en la diáspora, hay más de seis millones de motivos. En mi caso particular, la necesidad de seguridad, de paz interior y de dar a mi hijo una mayor calidad de vida y expectativas de futuro reales.
–¿Volverá?
–Yo retornaré a mi país, pero mi hijo no siente deseos de regresar a la tierra que lo vio nacer. Duele mucho la forzada partida de millones de niños y jóvenes, la cual trae como consecuencia la enorme descapitalización humana que sufre y sufrirá Venezuela. No sé si alguna vez los causantes de esta catástrofe asumirán su responsabilidad.
–¿Huye el que emigra?
–Si por huir decimos que escapa de la miseria material, moral y espiritual y alberga la esperanza de reconstruir su existencia, claro que huye.
–¿La esperanza es lo último que se pierde?
–Aunque sea un lugar común, este dicho refleja un sentimiento positivo que mueve a no desistir de nuestros propósitos. 

Bolívar en colera 

–Si Bolívar resucitara… 

–Los ejercicios de la imaginación dan para todo. En este supuesto, estallaría en cólera ante el empleo arbitrario e innoble de su nombre y de su pensamiento. 

–¿El pecado de Páez? 

–Él mismo lo confesó en su autobiografía: sucumbir a la tentación de querer permanecer en el poder cuando ya no correspondía. 

–¿Un contrasentido de El Libertador? 

–Confundir sus deseos con la realidad al tratar de imponer a machamartillo el modelo de unificación suramericana, de suyo completamente utópico. 

–¿Qué heredamos de ellos? 

–Lo mejor que nos legaron nuestros próceres fue el sentimiento de identidad como nación y el amor a la libertad. Lo peor, las desviaciones propias del militarismo. 

–¿El misterio histórico? 

–Haber sobrevivido a los desmanes de tantos autócratas y a los disparates de tantas “nulidades engreídas y reputaciones consagradas”, según la feliz expresión de Manuel Romero García. 

–Según el canal oficial (VTV), Santander mató a Bolívar y Guzmán Blanco a Zamora… 

–De un medio de comunicación puesto al servicio incondicional de un régimen, solo se pueden esperar afirmaciones gratuitas y carentes de rigor histórico, académico o científico. 

–¿El chisme histórico de la Venezuela contemporánea? 

–Prefiero no entrar en ese terreno fangoso. A veces no es fácil distinguir entre chismes y chistes y medias verdades. 

–¿Se autocensuraba usted en Venezuela? 

–Todos nos autocensuramos, aunque de diversos modos y en diferentes proporciones. Es el sino trágico y el precio de permanecer en un país sometido a la arbitrariedad. 

–¿Cómo toreaba la censura? 

–Aguzando el ingenio y recurriendo al humor. 

–¿Terminarán las redes sociales desplazando casi por completo a los medios tradicionales? 

–No lo creo. Siempre habrá tiempo y espacio para todos los recursos inherentes a la comunicación. 

–Luego de la desaparición de más de 200 emisoras de radio en esta era chavista, ¿qué vislumbra? 

–Hay que resistir, con inteligencia, sensatez y prudencia. Conservar los espacios, aprovechar toda rendija y potenciar al máximo los enormes recursos que ofrecen las modernas tecnologías. 

–¿Extraña palpar el papel periódico? 

–Pertenezco a la civilización del papel. La presencia diaria de varios periódicos en mi escritorio forma parte de mi escenario vital. Con preferencia leo periódicos y libros impresos. 

–¿Defiende el usuario a sus medios? 

–Debería hacerlo. En el sistema de la comunicación, emisores y receptores interactúan y se alimentan recíprocamente. 

–¿Un periodista oficialista ideal para compartir un programa? 

–En estos momentos no distingo a ninguno, pero es mejor así, ya que cada quien debe ser responsable de sus acciones y sobre todo, estar en paz con su conciencia. 

–¿Lo más especial de su trayectoria radial? 

–Haber creído siempre en que los oyentes saben apreciar lo que es bueno, grato y útil, y en consecuencia, ofrecer contenidos valiosos, auténticos, veraces y honestos. 

De perfil 
Además de escritor, conferencista y productor de radio y TV. Jon Aizpúrua es un reconocido psicólogo clínico egresado de la Universidad Central de Venezuela (UCV), donde ejerció la docencia en la Facultad de Humanidades y Educación durante treinta años. Fue integrante del consejo de esa facultad en cuatro periodos. Fue director municipal de ecología de Caracas, vicepresidente del Círculo de Escritores de Venezuela, miembro de la junta directiva del Colegio de Psicólogos del estado Miranda, miembro de la Sociedad de Historia de la Medicina, integrante de la junta directiva de la Asociación Cultural Humboldt y miembro de la junta directiva de la Fundación Espacio Anna Frank. Tiene en su haber varios libros sobre psicología, literatura e historia. Ha dictado centenares de conferencias públicas y seminarios en universidades e instituciones culturales de América y Europa. Por más de 20 años produjo los programas radiales “Valores del espíritu” y “Grandes biografías” que se trasmitieron por el circuito nacional de Unión Radio. 

Ambivalencia radial 

–En la radio, ¿el pez muere por la boca? 

–En la radio y en la vida cotidiana. Ya Esopo lo recreaba en una fábula: la lengua puede ser lo mejor o lo peor de lo que somos, decimos o hacemos. 

–¿Una nostalgia periodística? 

–El recuerdo de distinguidas personalidades de la comunicación, de quienes disfruté de su amistad y me enriquecieron con su calidad humana y profesional. Muchos de ellos ya han partido a la dimensión espiritual. 

–¿La metamorfosis mediática de los últimos años? 

–En todos los ámbitos hay cambios que son evidentes dentro del proceso civilizatorio, y ocurren de manera vertiginosa. Los medios no se sustraen a tales transformaciones. Lo negativo está en las omisiones o distorsiones que afectan a las noticias o las opiniones como efecto de la presión o de la represión. 

–¿Lloró al salir de Venezuela? 

–En algunas ocasiones he llorado por fuera y por dentro, como manifestación del luto que entraña alejarme de mis afectos y de mis raíces. 

–¿Conoce realmente de su pasado el venezolano? 

–No mucho. Enfrascada como está la gente en atender la faena diaria no suele ocuparse de dar esa mirada retrospectiva. 

–¿Qué sucede cuando a un país no le interesa u olvida su historia? 

–Pues que no aprende de las lecciones del pasado y repite errores que podrían ser evitables. 

–¿La lección histórica que no termina de aprender el venezolano? 

–La réplica de Vargas a Carujo, que se traduce en que el mejor mundo no viene de las armas sino de la bondad y el conocimiento. 

–¿Hasta cuándo el último caudillo, o mesías, o gendarme necesario? 

–En Venezuela como en Latinoamérica se sigue sin aprender la enseñanza derivada del mito de Sísifo. Cada vez que aparece uno de esos charlatanes travestido de caudillo se sube la roca creyendo que se va a la cima, hasta que inexorablemente se vuelve a la sima. 

–¿El estereotipo de esta revolución? 

–Toda revolución se propone como utopía y acaba en distopía. La Historia lo demuestra de manera categórica. 

–¿El de la oposición? 

–La disonancia entre la praxis política y el aliento moral. Quien propone un cambio positivo para su país debe ser en su vida personal ejemplo y prefiguración de aquello que pretende alcanzar. Nadie puede entregar lo que no tiene. Claro está,   hay muchos opositores que han dado y dan demostraciones de ser coherentes con valores éticos elevados y se han jugado el pellejo en su lucha. 

–¿La oposición ideal? 

–La que tiene un objetivo claro, cual es rescatar la democracia; no sucumbe a inmediatismos, ni a la demagogia, ni ofrece soluciones fáciles o rápidas, y logra aunar la mayor suma de voluntades para concretar ese cambio. 

Dictadura genética 

–¿Un autócrata constructivo? 

–Estos términos constituyen un oxímoron. Aunque pueda mostrar algunas realizaciones concretas, todo autócrata termina por revelar su ADN personalista y despótico. 

–¿Un héroe del siglo XX? 

–Felizmente son muchos los seres humanos dignos de ser considerados bajo ese honroso título. Mencionar a uno no es justo respecto de los otros. 

–¿El presidente venezolano más parecido al actual? 

–No conozco a otro que se le iguale vistas sus relevantes cualidades intelectuales y morales, y sobre todo con sus dotes de estadista. Confío en el buen entendimiento de los lectores. 

–¿Un gobierno mejor que el anterior? 

–De Cristóbal Mendoza hasta finales del siglo XX, en Venezuela ha habido buenos gobernantes cuyos méritos y aciertos han sido reconocidos por la crítica histórica. Entre algunos, destaco a Páez, Vargas, Medina, Gallegos y Betancourt. Y de otros, hay luces y sombras, como por ejemplo, Guzmán Blanco, López Contreras o Pérez Jiménez. Esto es muy incompleto, por supuesto. 

–¿Por qué hay países que descienden de la democracia a la tiranía? 

–La evolución histórica no es rectilínea. De Grecia a nuestros días vemos cómo se suceden o alternan en muchas naciones etapas diferentes y hasta antagónicas. La memoria colectiva es frágil y los pueblos generalmente no aciertan en sus preferencias. Jamás he creído en esa conseja de que “el pueblo nunca se equivoca”. 

–¿Escriben la historia los vencedores? 

–Suele suceder, pero afortunadamente, tarde o temprano, la terquedad de los hechos se impone. Bastaría recordar aquellos tristes setenta años de tiranía comunista en la URSS, en los que toda la producción literaria o histórica estaba dominada por una “verdad oficial”, en la que se mentía descaradamente. Así mismo sucedió en todos los países satélites de aquel imperio y hoy sabemos la verdad. 

–¿La historia vuelve a repetirse? 

–Suceden eventos que parecieran repetir otros anteriores porque se muestran con similitudes, pero todo fluye, como apuntaba Heráclito, y ningún momento es igual a otro precedente. 

–¿Un temor? 

–La prolongación e intensificación del daño que se le causa a Venezuela. 

–¿Una convicción? 

–En definitiva triunfan la libertad y la democracia, porque el bien vence al mal, y el amor se impone sobre el odio. 

–¿Una esperanza? 

–Anhelo vivir en una Venezuela recuperada y regenerada, y que se parezca a aquella que inspiraba los versos de Andrés Eloy, los ensayos de Picón Salas, las tonadas de Simón Díaz, los murales de Zapata, el humor de Radio Rochela o los editoriales de El Nacional. 

–¿En cuál página va esta historia llamada República Bolivariana de Venezuela? 

–Quisiera creer que no es un libro voluminoso y que su lectura nos acerca indefectiblemente a esa última página, en la que los impresores anotan la fecha de edición, señal por lo tanto de que se ha acabado.

Caracas / Jolguer Rodríguez Costa

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