Si la crisis económica ha sacudido a los venezolanos de cualquier estrato social, la situación se torna peor para quienes requieren el uso de aparatos para la movilidad asistida: muletas, bastones, andaderas o sillas de ruedas.
Y es que debido a los elevados costos de insumos médicos y equipo de ayuda técnica, por ejemplo, son pocos los que tienen la posibilidad de adquirirlos nuevos, repararlos o reemplazarlos para poder desplazarse de manera temporal o definitiva.
Así lo hicieron saber personas consultadas por el equipo de El Tiempo, en la zona norte de Anzoátegui.
“El dinero no alcanza para comer, menos para comprar una silla de ruedas. Esta la tengo desde hace como 10 años porque me la regaló una señora, porque con la que tenía casi me caía, se encontraba en similares condiciones a las que ya se encuentra esta. Se me hace difícil desplazarme”, aseveró Ramón Parababire, quien tiene 24 de sus 51 años de vida dependiendo de un asiento para inválidos, tras recibir un disparo en la columna.
Aunque no se pudo averiguar de manera detallada los costos y la demanda de estos aparatos, debido a las políticas de algunas empresas del ramo con sede en el eje metropolitano, se conoció que en un local situado en Puerto La Cruz el costo de los bastones puede partir de los 10 dólares, el de las muletas parte de los $50, el de las andaderas de $100 y el de las sillas de ruedas de $280.
Los precios pueden variar dependiendo de la marca, calidad y características.
Diariamente, Parababire se traslada desde el sector Menca de Leoni de Barcelona hasta la ciudad porteña, a fin de pedir dinero para contribuir con el sustento de la casa, donde vive con su padre y un hermano que tiene tres hijos.
Aseguró que el cuadro de su silla de ruedas está roto, los aros propulsores o rebordes para empujar están despegados de las ruedas y los frenos no funcionan. Los reposapié y las ruedas también presentan fallas.
ASISTENCIA TEMPORAL
Pedir prestado o ajustarse a lo que esté a su alcance es la forma de resolver de algunas personas que requieren un aparato de movilidad asistida.
Por ejemplo, al ama de casa Melissa Ramírez le prestaron unas muletas para su hija, a quien le enyesaron una pierna. Mientras que a Beatriz Vera le tuvieron que hacer un bastón con un palo de madera, para afincar el pie izquierdo que le quedó doliendo tras ser arrollada.
“He pedido ayuda por todas partes, pero nada. En la Casa del Ciego, en Barcelona, reparan las sillas, pero cómo me movilizo después si se la tengo que dejar; yo con esto me baño, hago todo. Aparte, un amigo dejó su silla y más bien le quitaron el espaldar que tenía nuevecito y le pusieron uno de tela y casi se cae para atrás. Duró como cuatro meses ahí y ni siquiera se la repararon”.
Parababire, quien además debe usar sonda para realizar sus necesidades fisiológicas, resaltó que el dinero que logra recaudar a diario, algunas veces no le alcanza ni para el desayuno, por lo que se le imposibilita reunir para adquirir un aparato para la movilización.
Quien sí ha logrado beneficiarse con los arreglos de su silla, por medio del programa social que desarrolla la Alcaldía de Bolívar, ha sido Karin Moreno (41 años), quien presenta parálisis en el lado izquierdo del cuerpo. Sin embargo, aseveró que es poca la diferencia, por lo que continúa en malas condiciones.
“Me gustaría tener una silla de ruedas mejor, pero no tenemos los recursos. No tengo más ayuda del gobierno que el bono mensual de José Gregorio Hernández (Bs 3.000.000). Normalmente, cuando la llevan a reparar dura una semana, después me llaman o le dicen a mi papá cuándo puede retirarla”, mencionó Moreno.
Puerto La Cruz / Elisa Gómez