“Dime con quién andas y te diré quién eres”, este viejo refrán popular puede describir muy bien al régimen venezolano, como a muchos otros en el mundo entero. Puede resumir, con suma facilidad, la esencia de un modelo basado en características puntuales y compartidas con sus socios internacionales, quienes se juntan para apoyarse entre sí.
La alianza entre el finado Hugo Chávez y el también desaparecido Fidel Castro, demuestra que quienes piensan igual terminan unidos y compartiendo destinos parecidos. Y esta no fue la primera vez que ocurría.
En los años 50 del siglo XX, gran parte de América, incluyendo los Estados Unidos, fue gobernada por una ola de militares que llegaron al poder por diferentes vías. Así, Marcos Pérez Jiménez en Venezuela, Rafael Leonidas Trujillo en República Dominicana, el General Odría en Perú y Rojas Pinilla en Colombia, se hicieron aliados y defendieron juntos un modelo de gobierno militarista en el continente.
Ahora bien, quienes ocupan hoy el poder en Miraflores se han unido a los que juzgan más similares a ellos. Por ejemplo, se ataron a la dictadura cubana, debido a que encarna el modelo de gobierno que ellos aspiraban a concretar en el país desde 1992.
Se unieron a la China comunista, a la Rusia autocrática de Vladimir Putin y ahora a la islámica nación de Irán, porque son regímenes afines en ciertos aspectos a lo que Nicolás Maduro promueve como el sistema “ideal” para Venezuela.
De los chinos podrán admirar el rigor y la mano firme de un régimen basado en el poder absoluto del Partido Comunista y de cómo la violación de los derechos humanos pasa por debajo de la mesa en una nación que lleva años bajo una dictadura de hierro.
Y, cuando recientemente Maduro habló que el “modelo chino puede ser el futuro de Venezuela” ¿a qué se refería? ¿A unir, como ocurre en la nación asiática, al comunismo como sistema político y al capitalismo como sistema económico, o solo se refería a la hegemonía del partido único?
Se acercaron a Vladimir Putin porque se imaginaron que gracias a él se lograría el despertar de la vieja y colapsada Unión Soviética. Porque ven en la actuación política del líder ruso un modelo de fuerza y poder, además de control, que es guía para cualquiera que desee transformarse en un autócrata.
Y aunque Putin está muy lejos de ser un comunista, ya que se ha unido a sectores conservadores de su país, no es menos cierto que la pugna entre Rusia y Estados Unidos obliga al gobierno venezolano a cerrar filas alrededor a los osos de Siberia en contra de los halcones del norte de América.
Y, ¿por qué se unen con Irán? Para nadie es un secreto que para los socialistas de Occidente, los grupos islámicos del Oriente son “aliados naturales” en la pregonada “lucha antiimperialista.”
Además, ya es longevo el repudio que los socialistas venezolanos, como de otros países de América Latina, sienten hacia la nación de Israel, arrojándolos a un apoyo radical a Palestina y a la causa árabe en el Medio Oriente.
Todo esto, sin olvidarnos que los regímenes islámicos son un ejemplo de férreo control político que son una envidia para los gobiernos totalitarios de estas latitudes.
Sin dudarlo, podemos decir que Dios los cría y el diablo los junta. Así como Chávez se abrazaba con Sadam Husein y con Muamar el Gadafi, de esa misma forma Maduro se postra ante Díaz Canel, Putin y los iraníes.
¡Para mí el guarapo dulce, el café amargo y el chocolate espeso!
Desde Barcelona / José Dionisio Solórzano