El papa Francisco quiso recordar los pueblos del mundo que sufren por los conflictos porque «la guerra es una locura» y «siempre una derrota», según dijo al término de la audiencia general celebrada este miércoles el aula Pablo VI del Vaticano.
«No olvidemos a los pueblos que están en guerra. La guerra es una locura. Siempre la guerra es una derrota. Siempre una derrota. Recemos por los pueblos de Palestina, Israel, Ucrania y tantos otros lugares donde hay guerra», dijo el pontífice ante los 4.000 fieles presentes al término de la audiencia.
«Y no olvidemos a nuestros hermanos rohinya que son perseguidos», añadió sobre la situación de las personas de esta etnia que sufren persecución en Birmania y en los campos de refugiados Bangladés, donde son víctimas de un aumento de la criminalidad, las restricciones impuestas por las autoridades y la falta de esperanza.
En el nuevo año, dijo Francisco, «pedimos a Dios que nos conceda un corazón sensible a las necesidades de los pobres, de los refugiados y de las víctimas de la guerra. Por intercesión de María, Madre de Dios, pido al Señor el don de la paz».
El papa, que llegó a la gran aula vaticana andando con bastón a su primera audiencia de 2024 y la abandonó en silla de ruedas, fue recibido con una oleada de aplausos por los asistentes, que durante la comparecencia le gritaron vivas y corearon su nombre varias veces.
Francisco también se refirió durante la catequesis a la necesidad de recuperar «la capacidad de pedir perdón».
«Todos somos pecadores» pero «Jesús lo perdona todo», «nunca se olvida de perdonar», quiere «sólo tu corazón abierto», mientras que «somos nosotros tantas veces los que perdemos la capacidad de pedir perdón», dijo.
El papa destacó cómo Jesús nunca nos deja solos, está a nuestro lado para ayudarnos a levantarnos después del pecado y subrayó que la vida espiritual del cristiano no es pacífica, lineal y desprovista de desafíos, sino que, por el contrario, la vida cristiana exige un combate continuo».
«La vida está hecha de desafíos, pruebas, encrucijadas, visiones opuestas, seducciones ocultas, voces contradictorias. Algunas voces son incluso persuasivas» por lo que «es necesario custodiar la claridad interior para elegir el camino que conduce verdaderamente a la felicidad, y luego esforzarse por no pararse en el camino».
Así, siempre estamos divididos y luchamos entre extremos opuestos: el orgullo desafía a la humildad; el odio se opone a la caridad; la tristeza impide la verdadera alegría del Espíritu; el endurecimiento del corazón rechaza la misericordia. Los cristianos caminamos constantemente sobre estas crestas», dijo.
Por eso «es importante reflexionar sobre los vicios y las virtudes: nos ayuda a superar la cultura nihilista en la que los contornos entre el bien y el mal permanecen borrosos y, al mismo tiempo, nos recuerda que el ser humano, a diferencia de cualquier otra criatura, siempre puede trascenderse a sí mismo, abriéndose a Dios y caminando hacia la santidad», concluyó.
Ciudad del Vaticano / EFE