Siete años y quince desfiles han demostrado que Wes Gordon era el adecuado para tomar las riendas creativas de Carolina Herrera con solo 30 años. Sin renunciar a la esencia de la firma, la ha acercado a la generación Z; mujeres tan dispares como Rosalía, Katy Perry, Michelle Obama o René Zellweger son leales a sus diseños.
«Todas esas ellas son diferentes, fabulosas mujeres empoderadas», afirma en Madrid en una entrevista con EFE Gordon, que tiene claro que su trabajo como director creativo de Carolina Herrera es «perseguir la belleza».
«Me gusta decir que hacemos capas de superhéroes para las mujeres al diseñar un vestido y que se sienta hermosa, segura y empoderada al lucirlo», es el objetivo por el que confecciona para mujeres con siluetas muy diferentes «prendas de las que se enamoren».
Asegura que su trabajo en una firma con cuatro décadas de historia no es reinventar la ropa, «es perseguir la belleza».
Gordon (Chicago, Estados Unidos, 1987) subraya que ha trabajado «duro para llegar hasta aquí».
Fue la propia Carolina Herrera (Caracas, 1939) quien llamó a su puerta para que formara parte de su equipo en 2017. Durante un año se mantuvo como consultor hasta que decidió alejarse de la primera línea del diseño -ahora es embajadora global de la casa-.
«Al final de ese año, tras su último desfile, dio su aprobación. Al día siguiente me convertí en director creativo». Un puesto al que no llegó por casualidad: «Mi reto es cada vez hacerlo mejor».
Gordon estudió en la escuela británica Central Saint Martins (la misma en la que John Galliano o Stella McCartney). Antes de su desembarco en Carolina Herrera trabajó en el taller de Oscar de la Renta y Tom Ford y durante ocho años había pilotado su propia marca, con la que empezaba a sonar su nombre.
«Cada año en la moda es como un año canino. Si contamos los ocho con mi marca, son 56 años», bromea. «Llegar no fue repentino, aunque ese año fue muy difícil, también fue maravilloso, aprendí mucho», admite Gordon, que hace seis colecciones al año.
Reconoce su fascinación por una firma que tiene cuatro décadas. «En un mundo donde emergen tantas marcas hay algo muy romántico y verdadero en las empresas que han resistido la prueba» con una marcada identidad y un lenguaje propio.
El creativo dice vivir la moda como una fantasía, sin que eso suponga renunciar a su espíritu comercial. Amante declarado de la naturaleza, es consciente que hay que aplicar la sostenibilidad a la creación y al consumo.
«En la firma nos implicamos en ese tema trabajando con producto local, reutilizamos tejidos y nuestros envases son biodegradables», y añade que el objetivo para el consumidor debe de estar en una compra responsable de prendas de calidad, «que puedan heredar tus hijos. Tenemos que hacerlo cada vez mejor. No hay mayor enemigo para el medio ambiente que el ‘fast fashion'».
En Madrid ha presidido del jurado Vogue Fashion Found, un galardón que apoya el talento emergente. «Me presenté dos veces sin éxito», comenta con una sonrisa. «Cuando pierdes aprendes mucho».
Confiesa que con Carolina Herrera tiene una gran relación. «Cuando salimos a comer hablamos de todo menos de moda», aunque era inevitable sentir el peso de su mirada tras de sí en sus inicios en la firma.
«Era muy consciente de ello», apunta. Al principio, quería asegurarse «de que ella fuera feliz con mi trabajo, pero después del tiempo transcurrido, sé que confía en mí».
Con cada colección se siente mejor diseñador, sabe escuchar mejor para saber qué quieren las clientas, pero a pesar de su pasión por la moda, la prioridad es su familia.
«Tengo dos hijos, Henry y Georgia, y estar con ellos me produce una gran alegría. Carolina Herrera me dijo que una persona feliz hace vestidos felices. Y ella quiere que yo sea feliz».
Nueva York / EFE