Este año, el Día Mundial de los Docentes tiene un carácter muy especial. En primer lugar, porque celebra los compromisos asumidos en la “Cumbre sobre la Transformación de la Educación”, celebrada el pasado mes de septiembre de 2022; entre las que hay que destacar la creación de una Comisión Mundial de la Profesión Docente que tratará de proponer soluciones a los problemas comunes y globales de esta profesión (escasez de personal docente, dificultades para garantizar las calificaciones, competencias y las necesidades de su desarrollo profesional, su bajo estatus social, malas condiciones de trabajo y falta de oportunidades para desarrollar autoridad, autonomía e innovación en su campo de trabajo).
En segundo lugar, el lema de la celebración de este año es: “La transformación de la educación empieza por los docentes”, lo que reconoce el papel fundamental que hoy juegan estos actores en los procesos de cambio educativo.
Este papel transformador se hizo evidente durante el período de la crisis sanitaria, cuando los docentes se vieron obligados a idear espacios escolares intangibles o inmateriales, recurriendo a reuniones virtuales, mensajes de texto y de voz, guías e incluso llamadas telefónicas.
Espacios que los educadores fueron construyendo a diario y con perseverancia, contando, en muchas ocasiones, con el apoyo de las familias, el barrio y las instancias institucionales. Sin preverlo, no sólo se transformó la forma de enseñar y aprender, sino que estas “nuevas” formas de educar fueron capaces de crear un tejido impalpable de contención, para mantener en pie el sistema educativo sin la existencia de muros, edificios y la rituales del mundo escolar que conocíamos hasta la fecha.
Sin embargo, las cifras actuales de abandono escolar muestran que muchos estudiantes se han quedado en el camino, han perdido el amor por la escuela o no pueden continuar sus estudios.
De ahí que el gran desafío de los educadores populares, en este período de progresiva reincorporación presencial, será seguir buscando estrategias para que los conocimientos se sigan socializando con los recursos que están al alcance de las poblaciones más vulnerables, diseñando experiencias educativas que respondan a los contextos, con la participación de familias, organizaciones y movimientos sociales territoriales dispuestos a superar la deserción y el rezago escolar.
Es hora de reflexionar y sistematizar lo aprendido, hora de ir más allá del aula, rompiendo con los límites físicos de la escuela en materia de inclusión, conscientes de que la educación es tarea de todos.
También es momento de introducir en el currículo los temas de cuidado de sí mismo, de las demás personas y de la naturaleza, así como el desarrollo de capacidades socioemocionales y espirituales que fueron centrales para resistir la crisis sanitaria.
Transformar la educación, a partir de la transformación de los educadores, supone que éstos asuman la educación como un proyecto ético-político que lucha por una sociedad más justa, democrática e igualitaria, anticipándola y anunciándola en el mismo quehacer educativo.
Este gran desafío se ve favorecido cuando los educadores se organizan en grupos y redes que les permitan, además de fortalecer su identidad profesional, intercambiar propuestas y experiencias, y defender su derecho a una vida digna sin dejar de ejercer con alegría y vocación su profesión, con el deseo de formarse permanentemente y reflexionar sobre su práctica para mejorarla y transformarla.
Caracas / Radio Fe y Alegría Noticias