La “Plaza del Hambre” de Barcelona, una de las zonas que en años anteriores era muy visitada por turistas y residentes de Anzoátegui, ha pasado a ser un área poco concurrida.
De los más de 25 kioscos que hacen vida en ese lugar, sólo siete abren en la mañana, otros en la tarde y algunos en las noches.
Las pocas ganancias que generan las ventas en este tiempo han impulsado a los expendedores de comida rápida a laborar por turnos y no todo el día, como acostumbraban.
La señora Resoly, quien tiene seis años al frente de un negocio de almuerzos en esa plaza, ha sido testigo de cómo ha disminuido la afluencia de personas que escogían el lugar para degustar perros calientes, pizzas, shawarmas, parrillas, hamburguesas y sus respectivos refrescos.
La inflación es uno de sus enemigos
“Los constantes aumentos nos obligan a subir los precios de la comida casi todos los días, así uno no quiera”, comenta Resoly a la vez que confiesa que su deseo es que la gente vaya y coma con gusto, “como en casa”, así como se puede leer en el anuncio de su negocio.
Ventas habituales
Los avisos de “se vende” se están volviendo comunes en los puestos debido a que la inversión ha sido mayor que las ganancias, algo que deja como resultado negocios en quiebra.
Pese a que la situación económica les ha puesto muchas trabas, ellos siguen sacando sus sillas y mesas para, con el mejor de los ánimos, recibir a los pocos clientes que aún los visitan.
Barcelona / Milena Pérez