Para el presidente Nicolás Maduro, el alza abrupta del dólar registrada la semana pasada -que disparó la cotización de la divisa en más de 30%-, no fue más que el resultado de una “conspiración” contra los “logros alcanzados por el Gobierno” en materia económica.
“Hay quienes pretenden perturbar la recuperación económica”, dijo el mandatario el jueves 25 de agosto durante un acto realizado en el estado Falcón.
No obstante, según distintos especialistas, el tipo de cambio -que estaba sobrevaluado y frenado por inyecciones de divisas a la banca-, era sólo una bomba de tiempo.
De hecho, esta es apenas una de las muchas aristas de la compleja crisis que, a lo largo de la última década, ha hundido los indicadores del país a los niveles de las naciones más pobres del mundo.
Y aunque es cierto que la dolarización transaccional y la flexibilización de algunos controles otorgó más de medio año de estabilidad cambiaria y dio un respiro al sector comercial -permitiendo aumentar el consumo en algunos estratos puntuales de la población-, las cifras manejadas por los expertos en otros sectores revelan que el país se encuentra lejos de transitar la senda de una recuperación sostenida.
Según las estimaciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cerpal), el Producto Interno Bruto (PIB) de Venezuela aumentará 5% en 2022, mientras, el Observatorio Venezolano de Finanzas estimó un crecimiento de 12,3 % en el primer semestre.
El PIB -monto total por la producción de bienes y servicios de un país durante un año-, se ubicará a finales de 2022 en $49 mil millones, según cifras del Fondo Monetario Internacional (FMI). Esto significaría, de acuerdo con el organismo, un crecimiento de 1,5% para el país con respecto al año anterior.
Esto podría ser una buena señal, de no ser porque desde 2014 el país ha experimentado una racha de caídas sostenidas en su PIB, difíciles de superar a mediano plazo. Venezuela está muy lejos de alcanzar el nivel que tenía en 2013 cuando su Producto Interno era de $352 mil 191 millones, es decir $300 mil millones más que en la actualidad.
Los descensos del PIB, desde esa fecha y de forma consecutiva fueron: -3,9%, - 6,2%, -17%, -15,7%, -19,6%, -35%, -30% y -1,5% hasta 2021. Y para distintos economistas, el actual aumento del PIB es como echar unos pocos vasos de agua en un tanque casi vacío. Harían falta al menos 10 años de crecimiento seguido para hablar de una verdadera recuperación.
La producción petrolera y la industrial, fuentes de generación de recursos para el PIB, parecen tener en este contexto, un techo limitado si no hay ajustes reales y comenzarán a frenarse luego de 2022, haciendo difícil que la recuperación se mantenga.
Especialistas consultados por El Tiempo admiten que ha habido un viraje en la actuación económica del Gobierno que se aleja de los controles del socialismo para abordar medidas de un “capitalismo más pragmático”.
Luis Crespo, economista y profesor universitario, indica que de cierta manera ha cesado el exacerbado intervencionismo del Gobierno y se han desregularizado algunos controles que significaban una camisa de fuerza para la economía venezolana.
Sin embargo, define lo que viene ocurriendo en el país como la implementación de un “capitalismo primitivo”, por el poco desarrollo de las fuerzas productivas y la destrucción del salario.
“Es un capitalismo que se concentra fundamentalmente en el sector terciario (servicios), y también una acumulación a partir de la explotación primitiva de los minerales. Ese viraje silencioso se ha dado en medio de un modelo político autoritario. Un capitalismo primitivo que no busca desarrollar las fuerzas productivas del país”, apunta el economista.
En 2022, el comportamiento positivo de la producción se apalanca, según Crespo, en la influencia del sector externo por la vía de la industria petrolera, el arco minero, la economía negra –que provee dólares de fuentes no transparentes-, las remesas y algunas repatriaciones de capital que llegan para invertir en algunos sectores.
“Las regulaciones no han sido suficientes. De hecho, las perspectivas de que el país se recupere en 2022 se fundamentan en la influencia del sector externo de la economía nacional”, subraya.
El cuanto al sector industrial, otro factor que incide en el PIB, la situación es similar: luego de la crisis de 2020 -cuando se habló de la posibilidad de cierre de 60% de las industrias si no había un cambio económico-, la recuperación del último año y medio provocó un efecto rebote que, sin embargo, no ha sido profundo ya que llevó su actividad a los mismos niveles de 2017 -cuando la operatividad aún estaba lejos de ser óptima.
Según la más reciente Encuesta de Coyuntura de Conindustria, correspondiente al segundo trimestre de 2022, las empresas nacionales trabajaron a 30,7% de su capacidad operativa instalada. La cifra resulta una mejora con respecto a los segundos trimestres de 2019 y 2020 -cuando la capacidad industrial activa era de 19% y 22%, respectivamente. No obstante, la operatividad industrial en Venezuela resulta aún muy baja si se compara con la de Brasil y Colombia que funcionan a 80% de su capacidad.
Según la firma consultora Ecoanalítica, el sector manufacturero a lo largo de todo el chavismo ha estado en niveles por debajo de los registrados en 1998. A comienzos de 2022 quedaba 10% del PIB de manufactura que existía en 2013.
Los industriales enumeran cinco factores que impiden una reactivación real del aparato industrial: la baja demanda nacional; los excesivos tributos fiscales y parafiscales: la falta de financiamiento y créditos; la competencia de productos importados y la precariedad en los servicios básicos -electricidad, agua, teléfono, internet.
Para el director del Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas- FVM), Oscar Meza, son muchos los obstáculos por diseño del socialismo, que quedan por remover. “Pero están presentes los efectos de la desinversión que hubo en servicios públicos, infraestructura, acueductos, electricidad y vías de comunicación que se convierten ahora en una rémora para poder reactivar la economía de manera sostenible”.
Un crecimiento real no sería posible sin antes optimizar el servicio de energía, ya que la actual capacidad de generación sería insuficiente para soportar los requerimientos de la industria. Del total de los 35 mil megavatios de capacidad instalada de generación que existe en el país (entre hidroeléctrica y termoeléctrica), sólo se producen alrededor de 11 mil megavatios, debido a años de desinversión y obsolescencia de equipos.
Para el ingeniero especialista en energía de respaldo y transición energética, Juan Carlos Rodríguez Adrián, en un país como Venezuela, se necesitan entre 20 mil a 25 mil megavatios para tener una economía estable y en crecimiento.
La realidad de los indicadores económicos -como el PIB, la producción petrolera o la actividad industrial-, es que todos parecen haber regresado a los valores de hace tres o cuatro años. Un efecto que lleva al país a la misma situación de crisis de 2017, pero no tan grave como la de 2020.
“No concluyó que ‘Venezuela se arregló’. A mí me parece que eso es una consigna política. Lo que ocurrió fue un rebote de la economía. Luego de una larga caída se soltaron las amarras y permitió una especie de resucitación después de haber caído tantos años. En este 2022 están claros cuáles son los factores que inciden en el comportamiento positivo de la producción interna, se apalanca en la influencia del sector externo”, agrega Crespo.
Para los economistas, lo ocurrido con Venezuela es como si a un náufrago, con una piedra atada al tobillo, le cortaran la soga: ya no se hundiría por el peso de la roca, aunque seguiría estando en el mar en medio de un naufragio. Y sacar a flote la economía requiere de voluntad para aplicar verdaderos cambios.
Caracas / Rodolfo Baptista