Catástrofes como la de Valencia demuestran que la "humanidad tiene que comenzar a trabajar" en la complicada "intersección entre cambio climático y las ciudades", que van a ser víctimas de cada vez más eventos climáticos adversos y requerirán políticas de "alertas inmediatas y comunicación", apoyo comunitario y planificación estratégica del uso del suelo para su supervivencia.