Un político puro no es una persona éticamente irreprochable, ni tiene porque serlo. En efecto es insuficiente o mezquino juzgar éticamente a un político: hay que juzgarlo políticamente. En su naturaleza conviven algunas cualidades que en abstracto suelen considerarse virtudes con otras que en abstracto suelen considerarse defectos, pero que son consustanciales con las otras. […]