La vida económica venezolana gira alrededor de la moneda del «imperio», aquí no hay quien no pregunte —a cada rato— ¿a cómo está el dólar? Todos usan, de una forma u otra, las divisas para sobrevivir en medio de la peor hiperinflación de la historia de América Latina.
Aquí todos están cobrando en divisas, ya sea el albañil o el doctor. Aquí cada quien ajustó sus honorarios para poder adaptarse a una realidad meramente caótica y sin solución a la vista.
El signo monetario nacional, es decir el bolívar, quedó para dar vuelto, para completar los céntimos de dólar o sencillamente para pagar el pasaje del autobús o la caja Clap, para absolutamente nada más.
El bolívar, ya sea “Fuerte” o “Soberano”, no vale nada en el mercado real de la actualidad, aquella moneda que fue realmente sólida — aquella del billete marrón de Bs. 100 o el de la «orquídea»— quedó como una pieza de museo, para no decir otra cosa.
La dolarización de la economía venezolana es un hecho que nadie puede desmentir; lo único que no está dolarizado son los sueldos oficiales. El Gobierno, tal vez por recelo ideológico, no ha querido admitir la realidad que circula, en billetes verdes, por las calles de toda Venezuela.
Las empresas privadas sobrevivientes —antes de la pandemia— ya habían adaptado la modalidad de «bonos especiales» en divisas para mantener a sus equipos técnicos y profesionales sin la tentación de irse a trabajar por su cuenta y obtener más ingresos por esa vía.
Los venezolanos —más que nunca en su historia— han aprendido a rebuscarse, e incluso en tiempos de pandemia han roto los esquemas para reinventarse y encontrar soluciones a una crisis que ahoga hasta al más pintado de los seres; y es por esto que la situación social no se ha deteriorado con mayor rapidez.
Esta dolarización de hecho ha traído consigo varios fenómenos y prácticas, ya lamentablemente comunes por la viveza criolla, que nos está matando tanto como las políticas gubernamentales. Primero, un fenómeno como el del alto nivel de circulante de divisas que produjo una inflación en dólares, exclusiva para la economía venezolana.
Es tan cierto esto, que mes a mes los dólares que el venezolano promedio consigue con esfuerzo le rinden menos. Cada mes compra menos y tiene que gastar más, es decir, que los venezolanos en un año logramos lo que los gringos no han podido en 200 años, es decir, devaluar el dólar.
Y una de las prácticas indebidas que estamos observando es la desaparición, por arte de magia, del sencillo en dólares. Desde hace rato no se encuentra un billete de $ 1 y poco a poco está sucediendo lo mismo con el de $ 5, y frente a ello los comerciantes —formales e informales— están obligando a sus clientes a gastar la totalidad de su billete de 10, 20 o hasta 50 dólares en su negocio, ¡Inaudito! Sin duda, esto sólo pasa en Venezuela.
¡Para mí el guarapo dulce, el café amargo y el chocolate espeso!
Desde Barcelona / José Dionisio Solórzano