El español Carlos Alcaraz se clasificó a su tercera final de Wimbledon al derrotar al estadounidense Taylor Fritz por 6-4, 5-7, 6-3 y 7-6 (6).
Bajo un calor infernal en Londres -para los estándares británicos, no para los murcianos-, Alcaraz demostró que la brecha entre él (y Sinner y Djokovic) y el resto es abismal. Ni Fritz, el mejor en hierba este año, con el mayor número de partidos ganados y dos títulos en el bolsillo -menores, eso sí-, le puede toser. Sí, le ganó un set e incluso estuvo cerca de arrancarle dos, pero el partido nunca estuvo lejos de la raqueta de Alcaraz.
Porque en estos momentos el murciano es invencible. 24 triunfos seguidos este año, veinte victorias consecutivas en Wimbledon, a un paso de un triplete consecutivo en el All England Club que solo tienen esos hombres con los que soñaba emular el Alcaraz niño: Bjorn Borg, presente, por cierto, en la grada, Pete Sampras, Roger Federer y Novak Djokovic. No son malos nombres a los que unirse.
Incluso, en uno de los pasillos del All England Club alguien apostaba a un compañero por el resultado del primer juego. «Si Fritz empieza sacando, lo pierde». Esto abre una pregunta, ¿por qué desconfiar de la mejor arma de un jugador ya de primeras?. Simple, porque estos partidos, unas semifinales de Wimbledon, no van tanto de calidad, sino de cabeza.
Fritz no tardó muchos puntos en demostrar que aunque hayan pasado tres años aún cuenta con los lastres que le enterraron en esta pista contra un Rafael Nadal partido por el abdomen. En seis puntos, los que duró el primer juego, se le escapó el primer ‘break’ y con ello el set. Esto confluía, además, con un Alcaraz excelso al servicio que le hizo ganar 15 de 15 primeros y solo perder cuatro puntos con el saque.

Sinner se impone a Djokovic y se enfrentará a Alcaraz
Wimbledon tendrá su final deseada: Carlos Alcaraz-Jannik Sinner. El italiano se aprovechó de un tocado Novak Djokovic (6-3, 6-3 y 6-4), muy lejos de su 100 %, y disputará su primer final de Wimbledon contra su bestia negra en el circuito.
Sinner, ya repuesto de su problema en el codo, aunque mantiene la protección por precaución, no se apiadó de un Djokovic muy mermado y que confirmó que las alarmas por su estado físico eran verdad.
El serbio sufrió una fea caída en uno de los últimos puntos contra Flavio Cobolli y, tras cancelar los entrenamientos del jueves y solo calentar unos minutos este viernes, no pudo dar el nivel competitivo necesario para ganar a un número uno del mundo.
Djokovic bordeó la retirada en varios momentos del partido, se movió de forma deficiente e hizo gestos de impotencia y de malestar, mientras su familia, comandada por su mujer y su hijo Stefan, miraba preocupada desde la grada.
Porque el serbio ya se tuvo que retirar en Melbourne, allí por una rotura muscular ante Alexander Zverev en la semifinal, perdió en Roland Garros, claramente superado por Sinner, y aquí tampoco pudo competir en la antesala de un trofeo que ha ganado en siete ocasiones y que parecía ser su mejor oportunidad para lograr el 25, igualar los ocho entorchados aquí de Roger Federer y de paso desempatar por fin con Margaret Court, poseedora de 24 Grand Slams.
Esta vez, evitó la retirada e incluso hizo un atisbo de remontada, poniéndose 0-3 con ventaja en el tercero, pero fue imposible.