Docentes e investigadores de la educación afirmaron que el nuevo periodo escolar, que se estima que sea totalmente presencial, supondrá un gran reto tanto para padres, alumnos y docentes, reseñó RunRunes.
Las protestas por el salario a los empleados públicos, una deserción estudiantil y docente sin precedentes y una infraestructura desatendida por el Estado son las principales trabas del sistema educativo venezolano en la última década.
El 27 de agosto, Nicolás Maduro anunció que el año escolar 2022 – 2023 empezaría entre el 5 y el 12 de octubre.
Carlos Calatrava, director de la Escuela de Educación de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), explicó para el portal informativo La Gran Aldea que 2.929.866 niños, niñas y adolescentes estuvieron excluidos del sistema escolar en el año 2021.
La cobertura global de la educación en el país a la población entre 3 y 24 años llegó a 65%, según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) en su publicación del 2021.
Mientras tanto, una encuesta presentada por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) reveló que más de 173.000 venezolanos creen necesario priorizar la implementación de un plan para la mejora de la infraestructura de las escuelas.
El gremio docente no cuenta con datos oficiales sobre deserción escolar desde el año 2018. Tampoco tiene datos sobre la calidad del sistema educativo público por más de una década, en la que se estima que alrededor del 85% de la población estudiantil está matriculada.
Raquel Figueroa, dirigente sindical de la Federación Colegio de Profesores de Venezuela, afirmó que «el Estado abandonó la educación, lo que implica que estamos frente a una educación hacia el atraso».
Para Luisa Pernalete, coordinadora de Educación para la Paz de Fe y Alegría, «la educación venezolana está muy mal y necesita del apoyo de todo el mundo para salvarla, pues la educación buena es buena para todo el país. Eso no puede ser sólo para que nos ocupemos los docentes, eso tendría que ser ocupado por la familia, los empresarios y los medios de comunicación».
Por su parte, Antonio Canova, profesor de la UCAB y director de la asociación civil Un Estado de Derecho, aseveró que «la traba más grande que enfrenta el sistema educativo es la actualización de las estrategias pedagógicas y la descentralización del Estado como el ente administrativo de la educación venezolana. Fenómeno que se está viendo en centros educativos espontáneamente en ciertas ciudades del país».
Runrun.es contactó a estos tres especialistas para ahondar en las características del sistema educativo en Venezuela y cuál puede ser el papel de los docentes, los padres y representantes en este panorama.
¿Cuáles son los retos que enfrenta el sistema educativo de cara al año escolar 2022 – 2023?
Raquel Figueroa: «Bueno, son muchísimos retos que se le presentan al magisterio venezolano, porque están centrados en la defensa de la educación como Derecho Humano. Bajo este enfoque podemos dividir los retos en tres puntos:
«Uno de ellas es que se restablezca la exigencia de restituir la responsabilidad que tiene el Estado venezolano frente a la atención educación, precisamente, como lo contempla la Constitución en su artículo 102; 103 y 104. Hemos perdido demasiados derechos. El Estado abandonó la educación».
«El segundo reto es la defensa de la profesión docente. Hoy estamos por encima del 56% de déficit de especialistas en las diversas áreas de la ciencias pedagógicas».
«El tercero es ver cómo quedó al descubierto la desigualdad social en el tema desde que empezó la cuarentena en Venezuela en marzo de 2020. Muchos estudiantes no tienen cómo sufragar su aprendizaje porque tanto su familia como los docentes no pueden costearlo. El salario del venezolano cada día está más pulverizado. La educación privada es un porcentaje mínimo en el país».
Luisa Pernalete: «Recordemos que la educación venezolana está en emergencia desde hace tiempo, no desde que comenzó la pandemia. Simplemente se complicaron las cosas con la pandemia. Los retos que tenemos que enfrentar en la educación pública a nivel básico son tres:».
«La educación venezolana perdió lo que se llama la rutina escolar: ver clase todos los días, con jornadas completas según el horario, mantenimiento de la asistencia de todos los muchachos. Entonces se debe recuperar esa rutina».
«También, debemos recuperar a los estudiantes y profesores que se fueron. No sabemos cuántos se han ido. El último dato oficial que tenemos, y del que se puede decir, fue en el 2019, cuando la UNICEF dijo que en Venezuela había cerca de un millón de muchachos fuera del ámbito escolar. El joven que no esté estudiando no tiene ni presente ni futuro. Eso es terrible. Y, como dice Cecodap, pueden estar en peligro de ser reclutados por las bandas armadas o exponerse a conflictos».
«Al mismo tiempo, es dramático el tema de la deserción docente, la falta de una generación de relevo y de actualización para los profesionales que se quedan».
«Aquí no hay datos oficiales, ese es otro reto. El Ministerio de Educación no ofrece información pública desde el 2016, más o menos. Esto se une con el problema de evaluar la calidad educativa, cuyo monitoreo está explícito en el artículo 103 de la Constitución».
«También no sabemos cómo estamos trabajando la educación ambiental, que es obligatoria según el artículo 107 de la Constitución. Lo mismo sucede con la formación ciudadana, dar conciencia de nuestros deberes y de sus derechos para exigirlos, defenderlos y para cumplirlos».
«No tenemos idea de cuánto está aprendiendo el muchacho, eso es una tarea pendiente. En Venezuela desde hace más de 10 años no se hace un tipo de medición de las estandarizadas a nivel internacional como Pisa (Programa Internacional de Evaluación de los Alumnos)».
«Sobre la Onapre, ya no se puede decir más nada por ahora mientras aún siga el debate entre el gremio docente y el TSJ. Para eso está el artículo 91 de la Constitución, que expresa que todo trabajador o trabajadora tiene derecho a ganar lo suficiente como para poder solventar sus necesidades de la persona y de su familia. Todos los retos son igual de fuertes».
Antonio Canova: «La traba más grande que enfrenta el sistema educativo es la actualización de las estrategias pedagógicas y la descentralización del Estado como el ente administrativo de la educación venezolana».
«El sistema educativo público y estatal venezolano no va a cambiar a corto plazo. ¿Por qué?, porque no hay recursos, pero en especial porque no al gobierno no le interesa cambiarlo. Incluso, ya se ha descrito que los textos escolares ‘Colección Bicentenario’ tienen alto contenido ideológico a favor de la administración pública actual. Eso es adoctrinamiento. Si la gente protesta, el gobierno busca una manera de aplacarlo o nos caen a tiros».
«Desde hace 20 años, al menos, se está evidenciando a nivel global una evolución profunda sobre cómo deben ser educados los niños: aprender de forma más individualizada y enfocada en cómo encontrar, analizar y problematizar la información, así como potenciar el trabajo en equipo. El sistema administrado por el Estado no ofrece una educación personalizada o lo hace de forma eficiente, y eso sale muy caro, tanto a nivel financiero como en la calidad educativa».
«Lo que se está viendo es que la gente lleva las riendas de la educación por su propia cuenta, incluso en los lugares más pobres. Un fenómeno de libertad educativa. El fenómeno es parecido la dolarización: era un delito del que te metían preso, pero la gente comenzó poco a poco a utilizar sus dólares, porque se da cuenta que si te pagan en bolívares cada vez valía menos. Entonces la gente deja de usar bolívares y comienza a usar dólares y, de repente, la economía venezolana, o parte de ella, está dolarizada sin un registro por parte de las entidades públicas».
¿Qué estrategias están aplicando los docentes para mantener un estándar de calidad mínima?
Raquel Figueroa: «En Venezuela se dejó de desarrollar una educación de calidad. Más bien, el gremio caracteriza que estamos frente a una educación hacia el atraso, una educación mediocre».
«Ante la pérdida de profesionales de la docencia, que lo hemos catalogado como la “desprofesionalización del docente” —quiénes desarrollan la pedagogía o el hecho educativo sobre la base de no profesionales de la docencia—, tenemos una educación donde nuestros estudiantes no salen preparados porque no hay un hecho pedagógico de acuerdo a lo que establece la la Constitución».
«Esto pasa por la experiencia para restablecer el valor de la metodología metodológica y pedagógica, así como el valor del salario».
«Entonces, en ese sentido, no hay no hay calidad educativa. Por eso se debe exigir la recuperación de la carrera docente a partir de este año escolar».
Luisa Pernalete: «Podemos decir que hay iniciativas tratando de hacer cosas buenas por la educación. Algo que me gusta llamar ‘velitas en medio del apagón’, pequeñas anécdotas que iluminan el panorama».
«En Fe y Alegría, durante el año escolar 2020 – 2021, perdimos 35% de los docentes del bachillerato. Para cubrir esa demanda, trabajamos por bloques temáticos y por proyectos de área, no por materia».
«De esta manera, un profesor podría ver varias materias con un proyecto. Es un plan de contingencia, porque tú no puedes agarrar con un lazo a la primera persona que pase por la esquina y decirle: “¿usted quiere ser docente?”… No. Así no se puede trabajar en educación. No se puede improvisar».
«Esto no contaría como una estrategia positiva, sino como una estrategia de supervivencia: varios profesores están subsidiando su trabajo tanto dentro como fuera de las aulas».
«Como el salario no les alcanza y no quieren dejar la educación por vocación, entonces en un horario distinto al laboral dan clases particulares, tareas dirigidas o venden alimentos. Yo sé, por ejemplo, que en Guayana hay docentes que los viernes se van a las minas a vender medicinas, a vender empanadas o en sus casas tienen emprendimientos menores: venden café, tortas, etcétera. Pero la mayoría optan por dar clases particulares».
«¿Que se mantenga la calidad educativa en esas clases? No sé, pero por lo menos se mantiene la atención a los estudiantes».
«Por razones económicas, desde el 2016 Fe y Alegría no ha podido monitorear el índice de calidad de forma cuantitativa, pero sí estamos monitoreando todo el tiempo a cuántos muchachos estamos atendiendo».
«De esa manera, podemos ver y atender a los muchachos que van atrasados y darles refuerzo escolar. Tenemos mayor conocimiento de lo que está pasando con nuestros alumnos para saber cuál es su situación, sobre todo si son niños dejados atrás, jóvenes que sus padres emigraron y están bajo el cuidado de otro familiar o conocido».
Antonio Canova: «Hemos encontrado que hay una educación de calidad que los padres, incluso los más pobres, están pagando en esto que se llama ‘casa de tareas dirigidas’, que realmente son unas micro escuelas que han surgido espontáneamente».
«El fenómeno lo hemos documentado en Petare, Caracas, y en Montalbán, Carabobo. En Montalbán hay cerca de 24.908 habitantes y hay tres escuelas primarias, todas son públicas. La matrícula escolar son casi 4.000 niños. En esa población, conseguimos 62 casas de tareas dirigidas, 62 micro escuelas. Ahí están yendo cerca del 30% de los niños de Montalbán».
«Las maestras están sirviendo de tutoras individualizadas a los niños; o sea, las maestras están libres en su casa para desempeñar su labor. Atienden a grupos muy pequeños. Los niños por una hora y media o dos horas al día».
«Las personas que montan estas escuelas espontáneas son personas con una formación pedagógica universitaria. En promedio se paga 2,5$ por las clases, pero las profesoras ofrecen becas para los niños».
«Estamos viendo que en estos lugares, tan golpeados por la crisis humanitaria, las maestras por un lado y las comunidades por otra —los padres, las madres y los abuelos— están tras los niños para llevarlos a las casas de tareas dirigidas o escuelas espontáneas, entonces allí está ocurriendo algo bien inspirador. Este fenómeno se está registrando a nivel internacional por la UNESCO como escuelas privadas de bajo costo».
«Es en esas casas donde está ocurriendo el proceso educativo de calidad en Venezuela, fuera del Estado o al margen de este. Eso surge de una manera totalmente espontánea, sin planificación, como emprendimientos privados».
¿Qué opciones tienen los padres y los representantes para involucrarse más en la educación de sus hijos?
Raquel Figueroa: «Bueno, esto del proyecto o el programa ‘Cada familia una escuela’ en plena pandemia dejó al descubierto que el núcleo familiar no estaba preparado o no está preparado aún para ejercer esa tamaña responsabilidad pedagógica. Eso deja dos reflexiones:»
«La primera es que la familia no puede ser el ente responsabilizador de la educación de sus hijos. Es el Estado el que tiene que administrar el sistema educativo».
«Los problemas que estaban en las escuelas fueron trasladados al núcleo familiar, y a eso le debes agregar las fallas de servicios públicos como el internet».
«La familia debe ser un ente defensor de la educación como Derecho Humano, no debe ser el responsable del mantenimiento de la educación. El Estado no puede transferir sus responsabilidades a la familia. Pero, la familia tiene un papel importante como supervisor, de vigilar que el Estado cumpla con su responsabilidad».
«¿Qué está pasando ahora? Bueno, como el Estado ya no está financiando a las escuelas, la familia está pagando tanto los materiales básicos para dar clases —digamos, un marcador de pizarra y resmas de papel— como la responsabilidad de enseñar».
«Porque el Estado no tiene una vigilancia y exigencia, los padres a veces deben actuar como maestros en las aulas. Eso se ha dado muchísimo. Yo no estoy criticando esa situación, porque los padres y representantes demuestran estar preocupados por la educación de sus hijos. Pero, para que se restablezca este el cumplimiento de una educación de calidad ajustado al derecho, tenemos que exigirle al Estado que cumpla. Y para exigir tenemos que organizarnos a través de las estructuras de las comunidades educativas y mantener el derecho a la protesta».
Luisa Pernalete: «La escuela y la familia están del mismo lado de la cancha, no son opositores, no son enemigos, tienen que colaborar mutuamente».
«La escuela tiene que incorporar a los padres a sus programas de formación. También, las madres y los padres deberían preguntar todos los días cuando el niño venga al colegio cómo les fue, sea la edad que tenga —ya sea preescolares o en bachillerato en ciclo diversificado—. Preguntar qué te gustó y qué no le gustó, porque se le puede ayudar a prevenir problemas de violencia escolar, problemas de acoso escolar y de irregularidades en el sistema educativo para ayudar a que el niño sepa que él o ella es importante»
«Hay algunas estrategias o tips que se pueden hacer en casa. Por ejemplo, si los niños son muy pequeños: léele cuentos. Hay audiolibros tanto en las estaciones de radio como en algunos canales de Youtube especializados. A partir de allí hay que prepararlos para el regreso a las aulas con preguntas: ‘¿cómo quisieras tú que fuera a la escuela?’, ‘¿qué le vas a decir tú a tu maestra?’, ‘cuando llegues al primer día de escuela, ¿qué te gustaría a ti aprender?’. Son cosas que van ayudando al niño y al adolescente para proponer temáticas en el colegio.
«También, está hacer cartas imaginarias. El joven puede hacer una carta imaginaria a su maestra, preguntarle qué le gustaría para el próximo año. Los adolescentes pueden hacer cartas imaginarias a artistas, a deportistas, a quién sea. Háganle una carta a Miguel Cabrera a ver qué dirían. De esta manera, ellos escriben sin necesidad de que sientan que es una tarea de lectoescritura, porque con tiempos de receso muy grandes en la escolaridad los muchachos desaprenden».
«Los papás y las mamás deben ir a las reuniones de padres y representantes y hacer propuestas. Una forma de mantener una vigilancia en el sistema educativo y una perspectiva fuera de la ciencia pedagógica como tal. No solo enfocarse en recibir las quejas del desempeño del muchacho».
Antonio Canova: «Que los padres vean el entorno y lo analicen, reflexionen y actúen con base en sus criterios».
«Yo les diría a los padres que hagan el siguiente ejercicio: tomen un día, un rato, para que vean qué le están enseñando a sus hijos. Lean los libros con los que le están enseñando a sus hijos y que, después de que tengan una idea de cuál es el contenido que están impartiendo, se pregunten a ellos mismos: ¿con esto mis hijos están aprendiendo o lo que le están enseñando los va a preparar para el resto del futuro?».
«Eso es para que los padres tomen conciencia y se pregunten en verdad si ellos piensan que sus hijos van a superarse con esos contenidos que el Estado les está enseñando».
«A partir de allí los padres tienen que idear estrategias: ir por tareas dirigidas, ir a micro escuelas espontáneas u otra alternativa».
«Lo que comento es bastante disruptivo: los padres tienen que tomar el control de la educación de sus hijos. Yo creo que tienen que tomar su decisión: si vamos a seguir esperando que el Estado resuelva o vamos a comenzar a resolver por nosotros mismos».
Caracas / Runrunes