Con el reciente triunfo de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, la llamada “segunda ola” de la izquierda en Latinoamérica parece haberse consolidado.
Para algunos, los ecos del movimiento político de comienzos de los 2000 resuenan en la actualidad, como si se tratase del resurgimiento del espíritu “integrador” que marcó a la región en aquella época.
Un movimiento cuyo pivote fue el liderazgo del presidente Hugo Chávez, en un primer momento, para luego incluir las figuras del propio Lula; Evo Morales, en Bolivia; Rafael Correa en Ecuador y Néstor Kirchner en Argentina.
Sin embargo, pensar que el mapa del continente se encuentra en el presente teñido de rojo en forma uniforme -desde el norte de México hasta el sur de Chile-, o aún más, que aquel aire de “camaradería unificadora” que exhibía la primera etapa del chavismo, ha renacido con más fuerza, lo cierto es que esto es un error.
Al menos está es la visión de distintos analistas y expertos consultados por El Tiempo, quienes advierten diferencias significativas entre lo ocurrido en la primera parte del siglo y el proceso político que se ha concretado en los últimos meses.
Diferencias que abarcan desde saber quién tomará la estafeta del protagonismo, que en su momento ostentó Chávez, y que en la actualidad está lejos de sostener el jefe de Estado venezolano Nicolás Maduro, hasta los marcados matices que ahora exhiben cada uno de los gobiernos “progresistas”, imposibles de reducir a un solo tipo de izquierda.
En el presente, el “pragmatismo”, la intención de resolver los problemas puntuales de cada nación, haciendo énfasis en lo económico, respetando los principios democráticos, ha sustituido como prioridad a lo “ideológico” de dos décadas atrás.
En este contexto, la izquierda que representa Maduro ha quedado desfasada con respecto a los gobiernos de otros países.
El internacionalista Alejandro Linares apunta que Maduro y los altos funcionarios del Ejecutivo, ya sea por decisiones propias o por acciones coercitivas, “han quedado medianamente aislados del resto del mundo”. “Sólo China, Rusia, Irán, Turquía y otras pocas naciones, mantienen comunicación directa con el líder chavista y con los que forman parte de su administración”, agrega el experto.
El desfase del gobierno de Maduro con lo que ocurre en la región, hace que su figura no sea vista como una opción de liderazgo unificador, como sí lo fue Chávez a partir del 2000.
“Los movimientos progresistas de hoy en día, las izquierdas latinoamericanas de nuestro tiempo son distintas a las que llegamos a ver durante los primeros años de este siglo. En aquel momento, los contextos domésticos y mundial facilitaban trascender fronteras, forjar alianzas y crear multilaterales que se opusieran o hicieran contrapeso a instituciones hemisféricas como la OEA”, apunta Linares.
El nacimiento de bloques como la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba), fundada en 2004; Petrocaribe (2005); la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) del 2008, o la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) en 2010, fueron una declaración de intenciones de los gobiernos que apostaban a conformar una nueva fuerza continental, donde Chávez, sino el actor principal, si era uno de los impulsores más vehementes frente la opinión pública.
“El contexto actual es muy diferente a cuando el presidente Chávez era, si se quiere, el ‘héroe de la película’. Chávez tuvo en su poder grandes recursos económicos. Financió a varios de esos países, colaboró directamente con Cuba, con Nicaragua, con Bolivia, con la propia Argentina”, subrayó para El Tiempo el politólogo Daniel Santolo.
Pero el actual vuelco hacia la izquierda se trata de un golpe de timón que obedece a varios fenómenos que, al parecer, han coincidido en tiempo y espacio.
Según Linares, las crisis de los partidos llegaron en el último lustro, acompañadas por problemas de orden social que no han sido contestados por los grupos tradicionales del poder político.
Los debates emergentes incluyen temas de corte progresista como: la legalización del cannabis o la cocaína; el matrimonio igualitario; el derecho al aborto o la reivindicación de minorías étnicas o raciales, entre otros tantos.
“Las naciones y sus sociedades también han sido golpeadas por los desequilibrios económicos dejados por la pandemia y por la crisis energética global (…) En medio de este panorama, las izquierdas han irrumpido con un discurso que, aunque puede rayar en lo panfletario, se antoja propositivo, resolutivo, innovador e inclusivo. Es una retórica que plantea salidas no convencionales a una población que está ávida de respuestas”, agrega el experto.
Con este telón de fondo, las distintas izquierdas emergieron como opciones atractivas para sus eternos partidarios, pero, además, para aquellos ciudadanos que, ante la inacción o ineficacia de sus líderes tradicionales, optan por otorgar el beneficio de la duda.
Para el politólogo y coordinador regional del Centro Gumilla, Piero Trepiccione, aunque los gobiernos que cubren hoy por hoy el espectro político de la región están enmarcados o apoyados ideológicamente por “partidos de izquierda”, la realidad es más compleja.
“Hoy en día esa dicotomía de izquierda y derecha ha cambiado. Hoy vemos muchos partidos de derecha con rasgos ideológicos de izquierda. Y vemos partidos de izquierda con rasgos ideológicos de derecha o de centro derecha. Y eso ha permeado los signos de los gobiernos que actualmente componen la geopolítica continental”, señala Trepiccione.
En medio de estas realidades particulares y complejas, se percibe la ausencia palpable de una figura que aglutine todas las propuestas en un sólo - y único - gran proyecto panamericano de izquierda. Para Santolo, además, Maduro parece muy alejado de la actual dinámica regional.
“El cuadro político cambió mucho. Y por supuesto, Maduro está en desventaja. Primero porque está sancionado por parte de la comunidad internacional, aunque el mayor sancionador sea Estados Unidos. Pero ciertamente también está relacionado con esa izquierda atrasada, que representa en este momento Daniel Ortega en Nicaragua o el propio Díaz Canel en Cuba”.
Una de las de las grandes incógnitas planteadas actualmente dentro de la geopolítica regional es cuál de las figuras surgidas en la cresta de esta “segunda ola de la izquierda” podría erigirse como el motor integrador del heterogéneo abanico de propuestas en la región.
Según los expertos consultados, Lula y Gustavo Petro, mandatario de Colombia, parecen las cartas de mayor peso sobre la mesa.
“Ese líder predominante o, en su defecto, ese líder pivote podría estar encarnado por Petro o por Lula da Silva. Ambos tienen el ingenio, la madera y también la legitimidad, para ser figuras que generen cohesión. Ambos, no obstante, deberán solventar con prontitud las dolencias que aquejan a sus pueblos; de modo que lo local-nacional seguirá imperando, al menos por un tiempo más”, subraya Linares.
Lo cierto es que las principales figuras de las izquierdas latinoamericanas no se han abalanzado al “rescate” de Maduro.
“Los jefes de Estado, aunque sean de izquierda, saben que su prioridad es, sobre todo, lo que ocurra en casa. También saben que Nicolás Maduro es un dirigente de reputación cuestionable, señalado por crímenes de lesa humanidad”.
Que exista un Gabriel Boric en Chile, un Alberto Fernández en Argentina, un Petro en Colombia, un Lula en Brasil o un Andrés Manuel López Obrador en México calma los nervios y brinda estabilidad a quienes ocupan Miraflores. Sin embargo, eso no lo es todo.
Paradójicamente, la figura de Maduro que tres años atrás parecía la pieza más conflictiva dentro del ajedrez geopolítico regional, ha comenzado a ganar legitimidad debido a la crisis energética mundial, y al interés de distintas naciones por las reservas energéticas del país.
El apretón de manos y el relajado intercambio de palabras el pasado 7 de noviembre entre el mandatario venezolano y su homólogo francés, Emmanuel Macrón, durante la Cumbre del Clima COP 27, realizada en Egipto, marca un punto de inflexión.
Las negociaciones con trasnacionales petroleras para regresar el país a cambio del relajamiento de las sanciones le han dado oxígeno al mandatario nacional.
En este punto, las figuras de Petro y Lula podrían jugar un papel importante para mediar en una negociación que parece inminente de cara a la los comicios presidenciales de 2024 y que buscaría despolarizar las relaciones con EE.UU. y otras naciones.
“Se puede abordar el tema venezolano desde otra perspectiva, más pragmática que privilegie lo económico comercial y que en paralelo, a través del diálogo, de la negociación directa e indirecta, permita que efectivamente se retorne al esquema de democracia de elecciones competitivas en Venezuela. Yo creo que en ese sentido esa dinámica regional actualmente apunta a crear un escenario favorable que permita una transición política en el país siempre ajustándose, a parámetros democráticos y de respeto a las votaciones”, agrega Trepiccione.
Para Linares, un acercamiento a Maduro tiene que pasar por su reinserción en el plano internacional, empezando por una reconexión con la región.
“Ello no sólo implica la normalización de relaciones políticas y diplomáticas, sino devolver al régimen que impera en Venezuela la institucionalidad democrática y el respeto a los derechos humanos. Maduro tiene que exhibir gestos de buena fe si pretende que el mundo vuelva a tener un mínimo de buena fe en él”.
En última instancia, la llamada “segunda ola de la izquierda” podría ser el factor clave para lograr que el presidente Maduro flexibilice su posición y acepte condiciones de reinserción a las visiones democráticas que predominan en la región.
Rodolfo Baptista / Rafael Arias