La psicóloga Libe Arambarri considera que los venezolanos han estado sumergidos en una crisis durante mucho tiempo y ello ha generado caos. "Cuando hay caos debe haber una reorganización, y en este caso no se llega a eso, sino que continúa el peregrinar sin saber lo que va a pasar", dice para referirse a la situación que se vive en el país tras el proceso electoral del 28 de julio en el que el Consejo Nacional Electoral (CNE) proclamó como ganador a Nicolás Maduro.
-¿Cómo se ha visto afectada la salud mental de los venezolanos con la situación-país?
-Los cambios bruscos y paulatinos en el país han afectado la salud mental del venezolano desde hace mucho tiempo. Los cambios bruscos comenzaron con la migración y la desarticulación de la familia como núcleo central de un país. Millones de familias se han desperdigado en diferentes lugares y allí comienza la desesperanza que luego se convierte en tristeza, la cual puede ser expresada o llevarse encubierta. Y cuando no la manifiestas se vuelve una bomba de tiempo porque esa emoción y ese sentimiento buscarán una fuente de liberación que puede ser a través de enfermedades que pueden ir desde una gastritis hasta enfermedades mentales crónicas, como por ejemplo angustia, ataques de pánico y depresión.
-¿Cómo se comporta alguien que está pasando por una de esas enfermedades mentales crónicas?
-Eso minimiza sus facultades como persona y tiene un desenvolvimiento caótico. Cuando hay caos debe haber una reorganización y en el caso de los venezolanos no se llega a eso, sino que sino que continúan en el peregrinar. Sin saber lo que va a pasar.
-¿Cuáles son los cambios paulatinos que también han afectado la salud mental de los venezolanos?
-Por ejemplo: el sistema de alimentación que tenían antes; las personas podían comer tres veces al día mientras que ahora generalmente sólo pueden comer dos veces y si acaso una vez. Eso ocurrió de manera paulatina, no de un día para otro. La situación-país ha llevado a la gente a cambiar ciertas conductas. Antes era muy común darle la cola a alguien y poder llevarlo hasta su casa y ahora la gente piensa mucho antes de hacerlo por el tema de tener gasolina o no tenerla.
-Desde el punto de vista emocional ¿cómo cree que llegaron los venezolanos a las elecciones del 28 de julio?
-La mayoría llegó con muchas esperanzas que se mantenían escondidas porque tal vez había miedo de expresarlas por tantos "golpes" que habían recibido. Nadie sabía si la gente saldría a votar. La gente sonreía a pesar de todo lo que estaba viviendo, pero no verbalizaba su esperanza por temor a lo que podía ocurrir.
-Y después del 28 de julio ¿cómo ha sido el comportamiento del ciudadano común?
-Inmediatamente después la esperanza se desbordó para ser expresada en alegría. Hubo un pico de alegría que se mantuvo verbalizado y gesticulado durante muchos días. Fue masivo y así transcurrió el primer mes posterior al proceso. Al día de hoy, todo el mundo sabe lo que pasó. Creo que ahora el país está en una etapa de latencia en la que hay mucha expectativa -hasta diciembre -sobre qué va a pasar.
-Y a nivel emocional ¿cómo se manejan esas expectativas?
-En la gente se ha generado la idea de que la situación está en manos de Dios, de un ente superior. Y eso es lo se escucha en las conversaciones del día a día: que la gente está aferrada a Dios.
-¿Cómo han gestionado las personas el tener que lidiar con esa expectativa y al mismo tiempo proteger su salud mental?
-La gente ha seguido el curso de su peregrinar. Hay gente desilusionada, pero han seguido tomando decisiones: hay quienes se han ido, otros que están haciendo los trámites para irse y hay otros que siguen su rutina resolviendo su día a día. La gente inconscientemente sabe que hay que vivir el día a día. Puede ser que las personas no tengan la conciencia de para qué viven su día a día, pero tienen que resolver y seguir viviendo: tienen que comer, tienen que echar gasolina, llevar a sus hijos al colegio, etc.
-¿Hay algo positivo en todo este proceso?
-Creo que se ha afianzado el espíritu democrático en el venezolano, al margen de lo que se está viviendo. En Venezuela, como nación, las personas siguen creyendo en el voto y depositaron su confianza en el sistema democrático. Los venezolanos son luchadores, no desde el punto de vista bélico o de confrontación, sino desde la perseverancia. Son muy resilientes, aguantan bastante y se levantan. Eso es algo bueno.
-Luego del momento de efervescencia que se sintió en las calles tras el proceso electoral ahora se percibe silencio ¿A qué atribuye ese cambio en el comportamiento?
-Creo que el silencio es una conducta aprendida. A lo largo, del largo proceso que se ha vivido en el país y los golpes recibidos a nivel del ánimo de los venezolanos, la gente ha aprendido que llega un momento en el que es mejor quedarse callado y observar qué es lo que va a pasar. Es un poco eso de cómo vaya viniendo vamos viendo. También hay temor y la gente prefiere mantenerse al margen.
-¿En cuanto al estado emocional y mental de los venezolanos usted considera que están mejor o peor que antes del proceso electoral del 28 de julio?
-La resiliencia del venezolano lo lleva a ajustarse. Ha habido días de tristeza. Hubo gente que lloró, que se deprimió, pero en el fondo prevalece la esperanza en la mayoría.
-A su juicio, ¿cuál es el anhelo del venezolano en medio de esa esperanza?
-Sin duda la esperanza de la gran mayoría es lograr la reunificación familiar. El venezolano es familia. No puedo hablar de otras sociedades, pero en el caso del venezolano es así. Y por eso ha sido tan dura la separación de los padres de sus hijos, de los hermanos, de los nietos, de los tíos. En diciembre, por ejemplo, la reunión familiar para recibir el Año Nuevo juntos era sagrada, mucho más que el día de Navidad.
Anaco / Danela Luces