Mientras el mundo vuelve a salir de viaje, Europa manda un mensaje claro a los migrantes: ¡No vengan!
La policía griega de frontera hace un ruido atronador desde un camión blindado junto a la frontera con Turquía. Sobre el vehículo hay un dispositivo acústico de largo alcance, o “cañón de sonido”. El dispositivo tiene el tamaño de un televisor pequeño, pero puede hacer tanto ruido como el motor de un avión.
Forma parte de una amplia ama de nuevas barreras físicas y experimentales instaladas y puestas a prueba en los meses de tranquilidad durante la pandemia de coronavirus en los 200 kilómetros (125 millas) de frontera entre Grecia y Turquía, para evitar que la gente entre de forma ilegal en la Unión Europea.
Un nuevo muro de acero, similar al recién construido en la frontera entre México y Estados Unidos, bloquea pasos habituales a lo largo del río Evros, que separa los dos países.
En las torres de observación cercanas se están instalando cámaras de largo alcance, visión nocturna y varios sensores. Los datos se enviarán a centros de control para identificar movimientos sospechoso empleando análisis con inteligencia artificial.
“Tendremos una imagen clara de lo que ocurre antes de la frontera”, dijo a The Associated Press el mayor de policía Dimonsthenis Kamargios, jefe de la autoridad de guardia fronteriza en la región.
La UE ha invertido 3.000 millones de euros (3.700 millones de dólares) en investigación de tecnología de seguridad tras la crisis de refugiados de 2015 y 2016, cuando más de un millón de personas -muchas de las cuales huían de guerras en Siria, Irak y Afganistán- llegaron a Grecia y a otros países de la UE.
La red automatizada de vigilancia que se está construyendo en la frontera entre Grecia y Turquía pretende detectar rápido a los migrantes e impedir que crucen. Las patrullas fluviales y de tierra están equipadas utilizan focos y dispositivos acústicos de largo alcance.
Varios componentes clave de la red se pondrán en marcha a final de año, dijo Kamargios. “Nuestro objetivo es impedir que los migrantes entren en el país de forma ilegal. Necesitamos equipos modernos y herramientas para hacerlo”.
Investigadores en universidades de toda Europa, que colaboran con empresas privadas, han desarrollado tecnología futurista de verificación y vigilancia y probado más de una docena de proyectos en las fronteras griegas.
Se han probado detectores de mentiras con inteligencia artificial y sistemas automatizados de entrevistas de fronteras, así como intentos de integrar datos de satélites con imágenes tomados por drones en tierra, aire, sobre el mar y bajo el agua.
Hay lectores biométricos que registran el patrón único de las venas en la mano de una persona para identificarla, y los fabricantes de tecnologías de reconstrucción de imágenes en vivo prometen borrar de forma virtual el follaje de las imágenes para exponer a gente que se oculta cerca de la frontera.
También se han hecho pruebas en Hungría, Letonia y otros puntos del límite oriental de la UE.
Durante los últimos cinco años, los legisladores europeos han avanzado en una estrategia migratoria más agresiva y financiado acuerdos con países mediterráneos de fuera del bloque para que retengan a los migrantes. También se ha transformado la agencia europea de protección de fronteras, Frontex, que ha pasado de ser un mecanismo de coordinación a una fuerza de seguridad multinacional con entidad propia.
Pero los acuerdos regionales han dejado expuesta a la UE ante la presión política de sus vecinos.
Miles de migrantes cruzaron este mes desde Marruecos al enclave español de Ceuta en un solo día, lo que llevó a España a desplegar al Ejército. El año pasado se produjo una crisis similar en la frontera entre Grecia y Turquía, que duró tres semanas.
Grecia presiona a la UE para que permita que Frontex patrulle fuera de sus aguas territoriales para impedir que los migrantes lleguen a Lesbos y otras islas griegas, la ruta migratoria más habitual a Europa en los últimos años.
Armadas con nuevas herramientas tecnológicas, las autoridades de seguridad están haciendo más hincapié en las fronteras exteriores.
No todos los programas de vigilancia en pruebas se incluirán en el nuevo sistema de detección, pero los grupos de derechos humanos dicen que la nueva tecnología hará aún más difícil que los refugiados huyan de las guerras y las penurias extremas para llegar a un lugar seguro.
Patrick Breyer, eurodiputado alemán, ha llevado a la autoridad de investigación de la UE a los tribunales para reclamar que se hagan públicos los detalles sobre el programa de detección de mentiras con inteligencia artificial.
“Lo que vemos en las fronteras, y en el trato a los ciudadanos extranjeros en general, es que a menudo es un campo de pruebas para tecnologías que después se utilizan también sobre los europeos. Y por eso a todo el mundo debería importarle, en su interés personal”, dijo Breyer, del Partido Pirata Alemán, a AP.
El legislador instó a las autoridades a permitir una amplia supervisión de los métodos de vigilancia de fronteras para revisar las preocupaciones éticas e impedir la venta de tecnología a regímenes autoritarios fuera de la UE a través de socios privados.
Ella Jakubowska, del grupo de derechos digitales EDRi, afirmó que las autoridades de la UE adoptan un “tecno-solucionismo” para dejar de lado las consideraciones morales al tratar con el complejo fenómeno de la inmigración.
“Es profundamente preocupante que, una vez más, se inviertan fondos de la UE en costosas tecnologías que se utilizan de formas que criminalizan, experimentan y deshumanizan a personas en tránsito”, dijo.
Los flujos migratorios han caído en muchos puntos de Europa durante la pandemia, interrumpiendo un aumento progresivo de años. En Grecia, por ejemplo, el número de llegadas bajó de casi 75.000 personas en 2019 a 15.700 en 2020, un descenso del 78%.
Pero la presión regresará sin duda. Entre 2000 y 2020, la población migrante del mundo subió en más de un 80%, hasta 272 millones de personas, según datos de Naciones Unidas, lo que supera con creces el crecimiento global de población.
En el pueblo fronterizo de Poros, la conversación de la mañana en una cafetería giraba en torno a la reciente crisis en la frontera entre España y Marruecos.
Muchas de las casas de la zona están abandonadas y se van convirtiendo en ruinas, y la vida se ajusta a esa realidad.
Las vacas utilizan el muro de acero como cortavientos y descansan cerca.
Panagiotis Kyrgiannis, un residente de Poros, dijo que el muro y otras medidas preventivas han frenado en seco los cruces de migrantes.
“Estamos acostumbrados a verlos cruzar y llegar al pueblo en grupos de 80 o de 100”, dijo. “No tenemos miedo (...) No quieren instalarse aquí. Todo esto que ocurre a nuestra alrededor no va con nosotros”.
Peplo - Grecia / Derek Gatopoulos / Costas Kantouris / AP