El 26 de mayo de 1991, una canasta de Luis Jiménez en los últimos instantes del encuentro entre Brasil y Venezuela le daba a Venezuela una ventaja de cuatro puntos para delirio de todo el público que colmó el recién inaugurado Fórum de Valencia.
No importó el triple final del jugador amázonico, pues el representativo criollo se impuso 122-121 y celebró lo que fue su primer título sudamericano de baloncesto.
Han pasado 29 años de esa hazaña que le dio un impulso necesario al deporte de la canasta en todos los rincones del país, dado que millones de personas siguieron, al igual que la gente presente en Valencia, cada instante de esa semana de mayo en la que se disputó el torneo.
Todo comenzó el 18 de mayo, el día del estreno ante Paraguay, selección que fue local en un Sudamericano celebrado cuatro años atrás, en el que Venezuela se hizo con su primera medalla plateada. No hubo dudas y el cuadro nacional avasalló a los guaraníes por marcador de 103-59.
“Ese partido fue especial, porque estás entre los mejores 12 del país, frente a tu público. Salí a la cancha y se vinieron muchos sentimientos encontrados por debutar’’, recuerda Víctor David Díaz, jugador que hizo su estreno con la selección nacional en ese compromiso.
Díaz fue uno de los novatos del equipo, codeándose junto a otros grandes como Carl Herrera, quien en ese momento había completado su temporada en el Real Madrid y se preparaba para ir a la NBA.
Gabriel Estaba, Yvan Olivares, César Portillo, Alexander Nelcha, Luis Jiménez, Luis Sosa, Omar Walcott, Nelson Solórzano, Armando Becker y el nacionalizado Sam Shepherd eran los otros integrantes del equipo.
Credenciales
Un conjunto que ya demostraba que podía dar el siguiente paso y alcanzar un trofeo internacional, en 1987 casi logra ganar el Sudamericano de Asunción, Paraguay. Sin embargo, Argentina sería campeón, relegando a la escuadra criolla a un meritorio segundo puesto.
En 1988 fue el turno del Preolímpico rumbo a Seúl 1988, y allí, pese a buenas presentaciones frente a potencias de la talla de Canadá y Puerto Rico, no fue suficiente para ganar un partido.
Un año después, en el Premundial de 1989 sí se obtuvo el objetivo final de clasificar a un Mundial de Baloncesto en la categoría absoluta. Ese cuarto puesto logrado en Ciudad de México bastó para sellar su boleto a la copa que se celebraría en Argentina meses más tarde.
En la nación sureña el nivel mostrado daba indicios de que esa generación aún joven podía dar alegrías en el deporte de las alturas en las venideras competencias. Una derrota por ocho puntos frente a Yugoslavia, posterior campeona del evento, y victorias frente a Canadá, Egipto, China y Angola le otorgaban al combinado dirigido todavía por Jesús Cordovés, la casilla número 11 del torneo.
Cambios en la dirección
En 1991 llegaría Julio Toro, conocido como el “Zorro del Caribe’’ dentro de la comunidad del baloncesto. El boricua trajo consigo un cambio de mentalidad necesario para demostrar que se podía salir a ganar frente a potencias de la región como Argentina y sobre todo Brasil, vigente campeón panamericano.
“Julio Toro le cayó como anillo al dedo a ese grupo. Logró psicológicamente tener un impacto dentro de jugadores con personalidades diferentes. Él le inyectó esa esperanza de trascender’’, relata Henry Paruta, asistente técnico en 1991.
El estratega puertorriqueño contaba con las credenciales que le otorgaba ser cuatro veces campeón del Baloncesto Superior Nacional (BSN), principal liga de su país de origen.
Andar triunfante
Después de esa victoria cómoda sobre Paraguay en el inicio de la competición, era el turno de demostrar que no había sido casualidad. El siguiente rival era más duro en el papel y también lo fue en el resultado.
Uruguay, nueve veces monarca de Sudamérica, fue vencido 93-80 en la segunda presentación criolla.
Esa conquista sobre su similar charrúa acrecentó las esperanzas de conseguir algo importante en los venideros compromisos, y Colombia no fue un duro escollo para los dirigidos por Toro. Así lo refleja el 87-65 definitivo.
De la mano de Argentina vendría el primer revés de la justa para los locales. Pese a los intentos de remontada, aupado por el público, no bastó y los albicelestes se hicieron con el lauro por 91-83.
Era el momento de despejar las dudas y la paliza 102-57 achacada a Ecuador bastó para ello. No obstante, el siguiente oponente era la potencia reinante del continente con permiso de Estados Unidos: Brasil.
Aunque sin Óscar Schmidt, su figura principal, Brasil se situaba de antemano como el candidato principal a hacerse del trofeo en disputa. Se habían impuesto a la Argentina en jornadas previas y un triunfo contra Venezuela le daba prácticamente el título de campeones.
Liderados por Estaba, Olivares, Shepherd y Herrera, los nacionales colocaron su impronta y ganaron con cierta autoridad por marcador de 96-87.
Ahora solamente necesitaban sumar una victoria para sellar un posible triple empate junto a albicelestes y verdeamarillos. Perú, el contrincante de turno, fue despachado cómodamente por seis dígitos de diferencia (108-45).
Mientras que Brasil hizo lo propio contra Uruguay y Argentina derrotó 102-57 a Paraguay.
Los tres equipos igualaron su récord de seis triunfos y una caída en el primer puesto de la clasificación general. En ese tiempo no existía la final. Sin embargo, debido al empate, se tenía que decidir al campeón en un duelo único.
Sí se pudo
La gran final de certamen midió al equipo de la casa, apoyado por un Fórum de Valencia repleto contra Brasil.
El resultado consumado días atrás hacía crecer el optimismo entre de los aficionados criollos que siguieron con gran énfasis todo el desarrollo de la cita. Pero el inicio del encuentro destrozaba parte de las esperanzas, puesto que el primer parcial finalizó 60-47 favorable a la visita, y con cuatro minutos para que sonara la chicharra el marcador era claramente favorable a los canarinhos.
La mayoría de los espectadores comenzaron a gritar al unísono el famoso “Sí se puede’’ para arengar a los jugadores venezolanos en busca de la remontada, la cual llegó de la mano de un inspirado Gabriel Estaba desde la línea de tres puntos. Su acierto fue absoluto y un canasto de larga distancia le dio la ventaja al elenco que vestía de azul en ese momento.
Con pocos minutos para que se entregara el trofeo de campeón continental, una polémica decisión del juez principal le dio cinco tiros libres a Brasil para llevarse la victoria. El cuadro amarillo no aprovechó y todo se fue al tiempo extra.
En la prórroga fue una dura batalla debajo de los tableros en los que se imponían los nombres de Carl Herrera, Yvan Olivares y el mismo Gabriel Estaba.
Así fue como, con menos de un minuto por jugar, los locales se veían en la cúspide al tener una estrecha ventaja que se convirtió en definitiva con el canasto de Luis Jiménez que corrió con los brazos en alto, convirtiéndose en un símbolo de aquella histórica tarde.
“Tuvimos tres horas para salir del Fórum. Son emociones que no puedes traer tan fácil a tu mente, porque todo el país se paralizó’’, declaró Herrera a Globovisión en un acto para conmemorar el vigésimo aniversario de la gesta.
El legado
La inédita medalla de oro en Valencia continuó con la hazaña de los llamados “Héroes de Portland’’.
Ese emblemático equipo que no sólo consiguió la clasificación a los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, sino que se enfrentó en la final del Preolímpico al recordado Dream Team de Estados Unidos liderado por Michael Jordan.
Aquella presea de plata no se pudo refrendar en las siguientes etapas al no ir al Mundial de Toronto 1994, ni a los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996.
El baloncesto venezolano necesitó de 10 años para retornar a una Copa del Mundo, cuando lo hizo en Indianápolis 2002. Mientras que aguardó más de dos décadas para emular lo hecho en Carabobo. Otra vez de local, aunque el escenario sería La Asunción, Nueva Esparta. con Greivis Vásquez, Néstor Colmenares, David Cubillán, Gregory Vargas y Heissler Guillent como figuras.
Puerto La Cruz / Alejandro Jesús Fernández