A pesar del clamor por acelerar la campaña de vacunación de Estados Unidos contra el COVID-19 y lograr que el país vuelva a la normalidad, los primeros tres meses del lanzamiento sugieren que lo más rápido no es necesariamente mejor.
Un nuevo análisis descubrió que estados como Carolina del Sur, Florida y Missouri, que se adelantaron a otros para ofrecer la vacuna a grupos cada vez más grandes de personas, han inyectado a porcentajes más pequeños de su población que aquellos que se movieron más lenta y metódicamente, como Hawai y Connecticut.
La explicación, según los expertos, es que ampliar tan rápido la elegibilidad provocó un aumento en la demanda demasiado grande y un grave desorden que los estados no pudieron manejar. Los suministros de vacunas resultaron insuficientes o impredecibles, los sitios web y las líneas telefónicas colapsaron, lo que generó confusión, frustración y resignación entre muchas personas.
“La infraestructura simplemente no estaba lista. Fue contraproducente”, dijo la doctora Rebecca Wurtz, médica especializada en enfermedades infecciosas y especialista en datos de salud de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Minnesota. “En la prisa por satisfacer a todos, los gobernadores satisficieron a pocos y frustraron a muchos”, agregó.
Los hallazgos podrían contener una lección importante para los gobernadores, muchos de los cuales han anunciado expansiones drásticas en los últimos días después de que el presidente Joe Biden pidió que todos los adultos fueran elegibles para la vacunación antes del 1 de mayo.
“Si se está más orientado y más concentrado, se puede hacer un mejor trabajo”, dijo Sema Sgaier, directora ejecutiva de Surgo Ventures, una organización sin fines de lucro de datos de salud que realizó el análisis en colaboración con The Associated Press. “Puede abrirse, si se ha configurado la infraestructura para vacunar a todas esas personas rápidamente”.
Numerosos factores obstaculizaron el desempeño de la vacunación estatal: teorías de la conspiración, mala comunicación y envíos poco fiables ralentizaron los esfuerzos después de que llegaron los primeros viales de la valiosa vacuna el 14 de diciembre.
Pero el tamaño de la población elegible siempre estuvo bajo el control de los funcionarios estatales, quienes tomaron decisiones muy diversas sobre quién podía acudir a vacunarse.
Cuando comenzó la campaña, la mayoría de los estados pusieron a los trabajadores de la salud y a los residentes de hogares de ancianos al frente de la fila. Al hacerlo, los estados cumplieron con las recomendaciones nacionales de los expertos que también sugirieron hacer todo lo posible para llegar a todos en esos dos grupos antes de pasar a las siguientes categorías.
Pero ante la presión política y el clamor del público, los gobernadores se apresuraron a avanzar. Tanto la administración saliente de Donald Trump como el equipo entrante de Biden instaron a abrir las vacunas a los estadounidenses mayores.
Lo que suceda a continuación dependerá de cuánto puedan los estados mejorar sus sistemas de administración de vacunas y de si los estadounidenses siguen ansiosos por la vacunación, incluso cuando la amenaza disminuye con más personas protegidas y el número de casos disminuyendo.
Nueva York / AP