El papa Francisco viajó este sábado al norte de Italia, de donde partió su padre hacia la Argentina, y visitó el pueblo de Portacomaro, en Asti (Piamonte), para celebrar el cumpleaños número 90 de su prima Carla Rabezzana.
El arribo del Pontífice estuvo coronado por muchos chicos en las calles del pueblo. A la prima Carla, que lo abrazó a su llegada con lágrimas en los ojos, el Papa le hizo una especie de afectuoso recordatorio: “Para los 90 años no se puede llorar”. Y Rabezzana respondió: “No lloro, no lloro, no quiero llorar. Oh Giorgio, que gusto verte de nuevo…”
En la mesa de su prima Carla, Jorge Bergoglio probó junto a otros cinco familiares un menú de especialidades piamontesas: soufflé de jamón, ensalada rusa, agnolotti del plin asado y bonet (un budín de amaretti y chocolate), de postre. Todo regado por grignolino, un vino típico de esta región.
”Disfrutaba de todo”, reveló uno de los comensales, el primo Elio Bellero, de 77 años. “Es un simple conversador. Imagina lo que sucede a veces, que me llama cuando estoy con amigos de bolos. Y él, sin problemas, se pone a charlar tranquilamente sobre diversas cosas con todos”.
”Carla -dijo Claudio, del quiosco del pueblo- siempre viene aquí para comprar rompecabezas y cuando habla de sus llamadas telefónicas con el Papa, lo llama Giorgio. Tanto es así que la primera vez ni entendí quién era. Pero ahora, a estas alturas, es Giorgio para todos”.
Este viaje fue para el Papa un regreso a sus raíces. El padre de Francisco, Mario Bergoglio, y sus abuelos paternos abandonaron en 1929 esa zona para buscar una vida mejor en la Argentina. Allí, su padre conoció y se casó con la madre del futuro papa, Regina Maria Sivori, también de origen inmigrante italiano.
El futuro papa nació como Jorge Mario Bergoglio en Buenos Aires en 1936 y su abuela paterna, Rosa, le enseñó a hablar el dialecto de la región del norte de Italia, el piamontés.
”Hace tiempo que quería pasar unas horas con mis familiares en los lugares de mi familia. Antes de ser papa iba a menudo a la zona de Asti, era una costumbre: cuando llegaba a Roma como provincial de los jesuitas de la Argentina, o como arzobispo para participar en algún sínodo. ”En cada ocasión pasaba por Piamonte para ver a los primos de mi padre. Con la prima mayor, Carla, a menudo hablamos por teléfono. Esto me llena de alegría”, explicó Francisco en una entrevista publicada en el diario turinés La Stampa.
Al llegar a Portacomaro hizo una breve visita a la iglesia parroquial de la Santísima Virgen de los Ángeles, un lugar que es particularmente querido para él porque su familia rezaba allí. Visitó un hogar de ancianos, dirigiendo a los invitados un breve saludo y conversando individualmente con ellos.
Luego, después del almuerzo en casa de la prima, se trasladó a otro pueblo de la zona de Asti, Tigliole, donde además de familiares se reunió con algunos alcaldes de la zona.
Entre los mensajes de cariño recibidos, despuntaron los mejores deseos firmados por los 110 huéspedes de una residencia de ancianos.
La jornada de Bergoglio terminó en el Obispado, donde pasaría la noche. El domingo a las 11, día de Cristo Rey, celebrará misa en la catedral, pero también habrá tiempo para un paseo en el papamóvil; su visita a Asti terminará en el estadio de Asti donde el Papa se despedirá de los muy jóvenes, antes de partir de nuevo hacia el Vaticano.
Cuidad del Vaticano / Redacción web