Tras las elecciones del 28 de julio, el ambiente de esperanza que había florecido en algunos sectores se ha enfriado por la incertidumbre política y económica, tanto para opositores como para simpatizantes del gobierno. Pasada la campaña presidencial y los esfuerzos por defender las actas electorales, muchos venezolanos esperaban un cambio inmediato que no se concretó con la votación, y en consecuencia las expectativas de cambio quedaron en suspenso.
La represión aplicada a las manifestaciones ciudadanas que rechazaron a Nicolás Maduro como ganador para un tercer mandato ha intensificado el miedo en las personas, ocasionado que las voces críticas disminuyan y provocando en gran medida que la opinión pública se torne más pasiva.
También influyó la salida del país del aspirante presidencial opositor Edmundo González Urrutia, luego de la investigación del Ministerio Público en su contra y las amenazas de detención que lo forzaron a exiliarse. Analistas han catalogado esta acción como «un duro golpe» a la confianza de los venezolanos de cara a un posible cambio político.
Aunque hay quienes mantienen intactas sus expectativas de cambio, muchos sienten que la realidad diaria les exige tomar decisiones difíciles, como emigrar o posponer planes, luego de que las protestas disminuyeran y la presión internacional no esté surtiendo el efecto esperado.
Al respecto, la socióloga Verónica Chópite, directora y cofundadora del Observatorio de Juventudes de Venezuela (Objuve), expresó que la aparente «tranquilidad» en el país no refleja resignación, sino más bien una mezcla de expectativa y cautela entre los ciudadanos. Según Chópite, «la ausencia de movimiento no significa que el país esté tranquilo, más bien se percibe una expectativa».
Para ella, la falta de movilización puede responder a dos factores principales. El primero es la efectividad de la represión tras las primeras protestas, que, aunque no fue tan masiva como en 2014 o 2017, está asentada en la gestión del miedo que trae como resultado elementos de poder y coerción importantes.
Como ejemplo mencionó las acusaciones de terrorismo que han recaído sobre menores y opositores detenidos en las protestas, en donde no se les ha respetado el derecho al debido proceso y la presunción de inocencia.
«En Venezuela no hay 114 niños terroristas ni 1.600 personas que puedan identificarse como tales. Esa política de miedo y terror que históricamente ha caracterizado al chavismo sigue siendo muy efectiva», argumentó.
Se agrega que muchos de los dirigentes que construyeron las narrativas políticas antes de las elecciones están detenidos, en clandestinidad o resguardados, lo que hace que la opinión pública se haya vuelto menos interactiva y dinámica.
El segundo factor es la confianza en la dirigencia opositora y la «curva de aprendizaje» que ha llevado a los ciudadanos a adoptar una dinámica distinta en la lucha política, entendiendo que no son más efectivos saliendo a protestar o haciendo plantones todos los días.
«No creo que haya un proceso de resignación, creo que hay un proceso de mucha cautela, de cuidarse, de que somos más útiles vivos y libres», sostuvo.
El desánimo proviene porque muchas personas esperaban una transformación rápida en la situación política, anticipando que, de tener un resultado distinto, el 29 de julio marcaría el inicio de un nuevo rumbo para el país. Sin embargo, la dirigencia opositora ha señalado que trabaja en función de que el 10 de enero del 2025 cuando comienza el nuevo periodo presidencial se materialice el cambio.
TalCual salió a la calle a consultar a los ciudadanos sobre cómo han estado sus expectativas después de las elecciones, y qué esperan que suceda el 10 de enero, especialmente luego de que González Urrutia, quien según la Plataforma Unitaria Democrática resultó ganador con el 70% de los votos, se exiliara en España.
Para Jesús Márquez*, comerciante de 45 años, la falta de avances visibles después del 28 de julio ha afectado el ánimo general, resultándole difícil mantener la motivación cuando parece que el cambio está lejos. Márquez, quien tiene un puesto de comida callejera en el oeste de Caracas, espera que las estrategias de los líderes políticos concreten un resultado distinto a lo que se ha obtenido en años anteriores.
«Yo sigo esperando, porque nos vendieron la idea de que esta vez podía ser diferente, pero solo espero que no pase igual que con Guaidó. Mis hijos me piden que nos vayamos, pero no es fácil tomar esa decisión, toca seguir trabajando para llevar comida para la casa, es mi prioridad en este momento porque mi familia tiene que comer», expuso.
Una opinión similar comparte Laura Pérez*, estudiante de odontología de la Universidad Central de Venezuela (UCV), quien consideró que las personas están a la espera de que algo cambie, pero deben entender que el proceso no es inmediato. «Yo creo que estamos asustados pero no nos hemos rendido», declaró.
La socióloga del Objuve advirtió sobre el peligro del cinismo y la desesperanza. En su opinión, las promesas recurrentes de que el cambio está «a la vuelta de la esquina» ha desgastado la confianza ciudadana en la actuación opositora, por ser «más de lo mismo».
Señaló que el actual movimiento de «cobrar los resultados» representa una forma de resistencia ciudadana, pero evoca «recuerdos de Vietnam» (expresión que se ha popularizado en internet como una forma de señalar los recuerdos dolorosos y las secuelas psicológicas que dejó una situación en quienes la vivieron) por la narrativa que se ha repetido desde 2014, 2017 y 2019, y que, en su opinión, ya ha perdido fuerza y contenido.
«Hemos pasado casi 10 años escuchando esas narrativas de que al gobierno le quedan de 48 a 72 horas o que están más débiles que nunca. Eso no está siendo útil a la causa ni nos ayuda a leer la realidad del país», subrayó. No obstante, cree que la esperanza persiste, aunque acompañada de angustia.
Destacó a su vez la importancia de que el cinismo no domine la percepción de la ciudadanía, en especial de la juventud, que lo utiliza como mecanismo de defensa.
Este desconocimiento sobre los pasos que siguen en la política ha fomentado un ambiente de reflexión y ajuste en los planes personales. El manejo de las aspiraciones y decisiones para el futuro han cambiado para gran parte de la población, ya que deben evaluar si dan continuidad a sus estudios, inician planes de ahorro o deben considerar la migración.
Según monitoreo del Objuve, hay una lógica de estancamiento en el país que afecta tanto a los sectores opositores como a aquellos que apoyan al gobierno, por la acentuación del deterioro de la economía y el aumento de movimientos migratorios, especialmente de caminantes por las fronteras.
María Sánchez*, licenciada en mercadeo y relacionista pública de varias marcas en Caracas, descartó los planes de emigrar porque confía en el cambio de gobierno liderado por María Corina Machado.
«Yo creo en el proyecto de María Corina. Es cierto que el panorama es complicado, pero solo ella se ha enfrentado al poder como lo ha hecho y nos está pidiendo confianza. La situación económica es lo que a veces me hace desesperar, pero yo voté y estoy esperando ejercer mi carrera en Venezuela. No pienso emigrar porque sé que vienen tiempos mejores», declaró a TalCual.
Por otro lado, Juan Rodríguez*, estudiante de derecho de la UCV, comentó que desea graduarse, pero de no mejorar el contexto económico tiene evaluado emigrar como ya lo han hecho otros miembros de su familia.
«Mis hermanos ya se fueron del país y yo estoy considerando irme, pero no quiero dejar la carrera. Es difícil porque siento que aquí no podré trabajar y tener un sueldo que me permita comprarme lo que quiero, pero aún no he tomado la decisión, esperaré a ver si esto se resuelve», manifestó.
Desde el Objuve documentaron un número considerable de jóvenes que están a la expectativa y otros que piensan que «no pueden esperar más», lo que podría llevar a una «naturalización» de la crisis que convertiría el escenario venezolano en «la nueva Nicaragua del Caribe».
La directora del Observatorio subrayó que los planes a largo plazo se han detenido, y esto es motivo de preocupación, ya que el movimiento de esperanza generado antes del 28 de julio ha disminuido considerablemente.
«Lo que reina ahora es la incertidumbre y desde ese punto de vista el futuro no se ve claro. A los jóvenes puede costarles definir cosas tan elementales como continuar los estudios o ahorrar, porque esos factores son difíciles de proyectar en un ecosistema de incertidumbre», resaltó.
Sin embargo, un dato alentador arrojado en la reciente encuesta de empleabilidad de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), seis de cada 10 jóvenes aspiran a trabajar en el país. En opinión de Chópite es reconfortante que haya gente convencida de quedarse en Venezuela en el contexto actual.
El reto estaría, entonces, en «cómo hacer que el país también quiera que esta gente se quede», finalizó la directora de Objuve.