Así está ella. Siempre al acecho. Tiene casi tres años en esa posición.
El 30 de julio de 2017, un indeterminado grupo de venezolanos –Smartmatic dixit– votó por una constituyente. No importa que la misma no cumpla los extremos de legitimidad y legalidad que debería; es un hecho, está allí.
Esa constituyente no ha discutido un solo artículo en 1088 días desde que por sus integrantes algunos votaron, pero sí ha servido para otros objetivos.
A través de ella, el señor Maduro ha obtenido leyes que aplica a los venezolanos dentro y fuera del país; asimismo mediante la misma, una “comisión de la verdad” integrada por algunos de sus miembros, ha acordado libertad provisional de presos políticos.
Sirvió ella también para dividir fuertemente a las fuerzas de oposición cuando algunos de los gobernadores y alcaldes electos en las elecciones del 17 y del 18, decidieron concurrir a la sede donde dicho cuerpo despacha, a cumplir la exigencia que se les hizo de juramentarse ante ella, sin pensar quienes denigraron de la actitud asumida, que se trataba de una horca caudina inexorable.
Esa constituyente todavía está allí y al respecto, quienes han decidido concurrir al proceso electoral convocado por el organismo comicial venezolano, nada han dicho. Seguramente su vigencia irá en función de los resultados que el mismo arroje.
Así, si estos son favorables a los números que el señor Maduro aspira, seguramente los constituyentes presentarán de inmediato una constitución para que los venezolanos, con un sí o un no la aprueben; por el contrario, si los diputados que Miraflores aspira obtener no se compadecen con el número aspirado, ella continuará en funciones hasta que Dios quiera.
Quienes han decidido concurrir al evento electoral decembrino en las circunstancias actuales alguna explicación deberán darles a sus electores sobre esa problemática. Lo mismo deberían hacer quienes –conjuntamente con el señor Maduro y su grupo- planificaron la estrategia desarrollada para adelantar el evento comicial.
Sostengo enfáticamente que el país está descuadernado institucionalmente y que uno de los instrumentos que ha servido para que eso ocurra, es la constituyente en curso, cuya nulidad en su momento demandé.
Lo cierto es que, si quienes están obligados a informarles a los ciudadanos lo que señalo no lo hacen, quienes se sienten partícipes de esa invitación electoral, deberían cuando menos reflexionar íntimamente lo que describo.
Desde Bogotá / Gonzalo Oliveros