Juan Mantilla está en una larga fila de automóviles en las afueras de una estación de servicio en la calle Cecilio Acosta, esperando su turno para llenar el tanque de su vehículo rojo.
El número "277" escrito en el vidrio delantero de su automóvil indica que aún le falta tiempo para poder abastecerse de combustible.
A pesar de que llegó a la estación de servicio a las 9 a.m., ya han pasado tres horas y aún no ha sido atendido. El intenso calor y la humedad del día hacen que la espera sea más agobiante.
“Me desperté a las 5 de la mañana para leer el reporte (en redes sociales y chats de mensajería directa) de qué ‘bombas’ estaban abiertas. Estoy a unos 45 minutos” de llegar al punto de surtido, precisó a la Voz de América.
La escena es común en Maracaibo, ya que muchas estaciones de servicio están cerradas y las que están abiertas a menudo se ven abarrotadas de vehículos.
Por las tardes, algunas estaciones de servicio cierran con cadenas y barreras.
La escasez de combustible aumentó en las últimas semanas en Maracaibo y otras regiones del país, como el Distrito Capital.
Las colas interminables en las gasolineras se han convertido en parte de la rutina diaria de los venezolanos, junto con la escasez de agua potable y electricidad.
Francis Chacón, de 31 años, está retrasada en sus deberes laborales de este viernes. Estacionada en la kilométrica cola de una gasolinera del norte de Maracaibo, cuenta que ha tenido que esperar toda la mañana para llenar el tanque de su carro.
Enseguida que termine, dice, viajará hasta Machiques, otro municipio, a varias horas de distancia. “Me afecta mucho en mi trabajo”, lamenta.
Pdvsa atribuye este hecho a la "sobredemanda" generada por información falsa difundida en las redes sociales.
Sin embargo, aunque Pdvsa afirma que se garantizan los volúmenes de combustible necesarios, los ciudadanos siguen enfrentando largas colas y dificultades para abastecerse.
Un trabajador de una empresa productora de alimentos, que pidió a la VOA reservar su nombre por temor a represalias, cuenta que sus jefes le prohibieron faltar a su empleo para hacer fila por horas en una estación de servicio.
La mañana del viernes, se ausentó porque, explica, pagar por combustible en una gasolinera es más económico que comprarlo a revendedores o “bachaqueros”, a pesar de las horas de espera. En una estación de servicio, un litro cuesta 0,5 dólares y en el mercado negro le cobran el doble, a veces más.
“Esto es el día a día del venezolano. Puede que se normalice unos días, pero vuelven (las colas). Es un problema continuo, ya es típico”, reflexiona.
Unos pocos metros atrás, en la misma fila, aguarda Lisbeth, una médico de 68 años que prefirió reservarse su apellido. El aire acondicionado de su vehículo no funciona. Se peina, se seca el sudor. Parece estar exhausta mientras espera.
“Esto significa perder parte de mi tiempo, pero tengo que hacerlo”, acota. El marcador de su tanque, en el tablero, ya está sobre la “e”. Unos pocos kilómetros más y se queda varada.
Invertir horas para surtirse de gasolina “es algo cotidiano”, dice Douglas Pérez. Residente de un municipio vecino, San Francisco, debe llenar el tanque frecuentemente en las cercanías del colegio privado donde estudian sus dos hijos, en Maracaibo.
La situación se convirtió en un problema persistente y emblemático de las dificultades que enfrenta la población venezolana en su lucha diaria por obtener servicios básicos.
Zulia / Diario La Verdad