¿Se acuerdan de frases como “ser rico es malo” o “tomando whisky del bueno” que el difunto pronunciaba para criticar la opulencia de los dirigentes políticos antes de su ascenso al poder? Bueno, todas y cada una de ellas pueden ser rescatadas en la actualidad.
Hace unos 20 años atrás en las reuniones que celebraban los acólitos de Hugo Chávez en los ya difuntos Comando Tácticos del MVR, se veían vehículos de los años 70 y 80, la gran mayoría en estado crítico. Ahora, luego de dos décadas en el poder y un nuevo partido llamado el Psuv observamos que las carcachas que prendían empujadas fueron reemplazadas por lujosas camionetas de último modelo.
En otros tiempos los seguidores del entonces llamado “proceso” pedían ayuda para poder costearse la campaña y para financiar la logística en el día de las elecciones, esto quedó atrás, ahora el Psuv es una maquinaria bien aceitada para elecciones, su única falla actual es la falta de votos, los cuales ha perdido de forma sistemática.
La izquierda venezolana habla de aquellos que dominan los medios de comunicación social, pero se olvidan que el grueso de las estaciones de radio y televisión le pertenecen al Estado venezolano; hablan de los terratenientes como bestias que no sacian su apetito de tierras, pero quieren hacernos creer que ignoran que el mayor terrófago que existe es el propio Gobierno a quien no le basta con las tierras de su propiedad sino que expropia a diestra y siniestra.
Los dirigentes de la izquierda en Venezuela como en el resto del mundo hablan de la educación pública y el derecho de la gente a recibir formación gratuita, pero nunca inscriben a sus hijos en estas escuelas sino que prefieren las instituciones pagadas; hablan de los servicios de salud pública, pero cuando se enferman si salen corriendo para una clínica o a un centros asistencial en los Estados Unidos de Norteamérica. Y la peor desfachatez, es que pasan toda su vida atacando al “imperio”, pero más de uno se muda a Miami o, por lo menos, visita los parques de Disney en aquella ciudad.
La izquierda venezolana se afincaba al criticar la corrupción en la mal llamada cuarta república y se autoproclamaba como el reducto de la moral nacional. Y como diría Henry Ramos Allup “las cosas cambiaron”, ahora son cada vez mayores los escándalos en todos los ángulos, no sólo en vicios administrativos sino en otros aspectos, que involucran a los jerarcas de la revolución.
La izquierda que ataca el recuerdo de Augusto Pinochet por ser un dictador, es la misma que recuerda con nostalgia a Fidel Castro; la misma que llama genocida a cualquier dictadura de derecha, pero no dice ni pío frente a las atrocidades cometidas por Mao en China o Stalin en la extinta Unión Soviética. Es la misma que hace silencio ante las violaciones de los Derechos Humanos en Venezuela y en Nicaragua, pero sí critican a Sebastián Piñera en Chile o Mauricio Macri en Argentina.
La doble moral de la izquierda es histórica, hablan de los goces del capitalismo, pero cuando tienen la oportunidad se sumergirse en las miles de hoteles cinco estrellas, buenas botellas de licor y hasta un cigarrillo importado, lo hacen sin ningún recato.
Y todo esto lo llevan adelante mientras hablan de su lucha por el pueblo, y mientras permiten que los ciudadanos de a pie coman entre la basura y pasen necesidad. Porque algo si tienen los izquierdistas van engordando en la medida que la gente que los sigue y vota se va enflaqueciendo.
Puerto La Cruz