La situación continúa deteriorándose. En materia económica, la crisis se explica por la estrategia revolucionaria, que llevó al país hacia al barranco a paso de “vencedores”, pero el problema se amplifica por los efectos de las sanciones y aislamiento que limitan el poco margen de maniobra disponible.
En la política la cosa también empeora, pues el gobierno lejos de ceder terrenos o enfrentar una fractura militar, ha sustituido su ingobernabilidad democrática por el incremento de la represión.
La estrategia opositora para fracturar al sector militar es aun incipiente, aunque debemos considerar que ese sector es una caja negra y siempre podría sorprendernos. El avance opositor visible, nada despreciable por cierto, se circunscribe al convencimiento del propio liderazgo opositor de que deben abandonar la estrategia de anmistia, que luce prepotente, y caminar a una de cogobierno con ese sector para reducir su costo de salida y asegurar su alineación con una apertura democrática, que no los amenace como institución corporativista, pero los contactos concretos parecen todavía muy débiles.
Mientras tanto, el tiempo pasa demoledoramente sobre el aparato productivo, que está afectado con los problemas de infraestructura por una parte, pero sobre todo por la caída estrepitosa de la demanda y ventas, que se refuerzan por la necesidad de incrementos de precios para cubrir la sub utilización de las capacidades instaladas, ociosas pero costosas. El resultado son precios en dólares muy por encima del mercado internacional, mientras los salarios se pulverizan, generando mayor empobrecimiento, más caída de demanda y la incapacidad de equilibrar financieramente al sector privado. La situación de la banca es aún más crítica. El encaje legal del 100% es momentáneamente efectivo para mantener el dólar estancado y desacelerar un poco los crecimientos de precios en bolívares, pero a costa de la pulverización del crédito, el ahogo financiero de las empresas y la imposibilidad de cobertura de costos operativos de la banca, dejándola a merced de recursos de accionistas para sobrevivir, una situación inestable y finita que podría explotar en cualquier momento. La estrategia de colapso total sirve para colapsar el país, ¿quién lo duda? Lo que no queda nada claro es que eso funcione para sacar al gobierno rápidamente del poder y provocar la entrada de la oposición convencional. Hay una urgencia desantendida por esta realidad. Esa parte de la ecuación luce compleja e introduce retos para Guaidó, pues el tiempo empieza a ser un riesgo para su conexión futura, en la medida en que la población se ponga nerviosa y dude de la capacidad real de cambio de esa estrategia. Esto, sin embargo, tampoco es una buena noticia para Maduro, pues también se pone en peligro con el pasar del tiempo, debido a la profundización inevitable de la crisis, que eleva los riesgos de explosión social y, más peligroso aún para ellos, coloca a Trump más cerca de cruzar fronteras desconocidas que nadie sabe donde pueden llegar, antes de las elecciones presidenciales de Esatdos Unidos. Así las cosas.
Luis Vicente León / [email protected]