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El Tiempo Informando al Pueblo Oriental

“La crisis no ha doblegado a la familia matricentrada”

mayo 8, 2022
“La familia matricentrada tiene una capacidad de resiliencia enorme y se ha ido rehaciendo ante la crisis”, apunta Mirla Pérez/ Foto: Prodavinci

Por más de 30 años, el Centro de Investigaciones Populares (CIP) ha abordado -entre otros muchos temas-, el estudio compresivo de la familia, tratando de explicar la manera en que la madre venezolana se vive en su cotidianidad, la forma en “practica el mundo”. Y lo hallazgos no han sido pocos.

“En el fondo del país que somos, está la relación madre-hijo”, apunta Mirla Pérez, directora del CIP, quien sigue las huellas de su fundador, Alejandro Moreno Olmedo, sacerdote salesiano fallecido en 2019, siempre omnipresente en la conversación.

La investigadora y doctora en Ciencias Sociales puntualiza que la estructura matricentrada, define no sólo a las familias, sino al país mismo, y en ella subyacen todas las formas de organización social, institucional, comunitaria y hasta política y económica. Incluso emerge, no como un freno, sino como una posibilidad abierta a la unión y la solidaridad hacia el futuro.

Y es que esa estructura que se fundamenta en la relación madre-hijo, ha demostrado una inmensa capacidad de resiliencia, en particular, frente a los embates de la crisis de los últimos 20 años. “La crisis no ha doblegado a la familia matricentrada”, asegura Pérez. 

-¿Cuáles son los aspectos diferenciadores del rol de la madre venezolana en comparación con las madres de otros países de la región o del mundo?

 
-Nuestro trabajo en el Centro de Investigaciones Populares con relación a la madre venezolana, va más allá del rol y de la función. Nuestra cultura es matricentrada. En esa estructura socio antropológica, evidentemente, está una madre ejerciendo una práctica, más que una función, viviendo la vida de una determinada manera, practicando el mundo de un modo determinado. ¿De qué modo lo practica? Lo practica desde la afectividad, desde la relación filial. Digamos que una de las características de nuestra familia es que es precisamente binomial. ¿Por qué? Porque las dos personas que constituyen la estructura es la madre y el hijo. En el caso de la mujer venezolana, el sentido de la relación familiar, el sentido de la relación social, el sentido de cómo va proyectando su vida personal, es a partir de esa relación fundante madre-hijo. Es un vínculo afectivo inseparable. Lo que quiero hacer ver es lo vivo de ese vínculo filial que sostiene no solamente la familia, sino que termina sosteniendo la comunidad y la cultura.

Acá la razón funciona de una manera distinta, el afecto funciona de una manera distinta y las normas funcionan de una manera distinta y eso, digamos, sería el punto que nos llevaría a los aspectos diferenciadores con respecto a otras culturas. No de cualquier otro país de América Latina, sino sencillamente, en términos de la gran cultura occidental patricentrada o patriarcal. 

-Entonces, la familia matricentrada es una estructura muy particular de Venezuela… 

-Hay una diferenciación muy clara. La familia occidental moderna es una familia triangular: padre, madre e hijo. La norma, la razón y el afecto funcionan de una manera adecuada a su cultura, adecuada a su estructura. La diferenciación es que la familia venezolana matricentrada, es un binomio, es una relación de dos, es la relación madre-hijo, y desde esa estructura, se va proyectando el mundo. Es otro modo de ser, otro modo de vivir, otro modo de entender el sentido de la vida. Si nos ponemos rigurosos, este modo antropológico de vivir la familia y de vivirse como persona, tiene implicaciones en todo: tiene implicaciones en la organización institucional, comunitaria, societal. Incluso política y económica. Ahora bien, esta familia matricentrada no es joven, es una familia que nos ha acompañado en el establecimiento de la cultura. Nosotros encontramos las primeras manifestaciones en el hecho de la colonización. No es una familia de la crisis, no es una familia que se produjo a principios del siglo veinte con el desplazamiento del campo a la ciudad. Tiene una historia un poco más larga, dentro del Pueblo Nuevo que somos. Pero, ha habido una línea de continuidad que ha planteado un desarrollo de esa familia matricentrada, una familia genuinamente distinta a la occidental. Y se ha enraizado, ha evolucionado y ha funcionado. Existimos como sociedad, existimos como cultura, y existimos como comunidad y como país. Y en el fondo de ese país, está esa familia matricentrada.  

Migración y resiliencia

-¿Cómo ha incidido la crisis de las últimas décadas del país en la práctica de la madre venezolana?

- Mira, la ha obligado a reestructurarse. Y vamos a hablar de las últimas dos décadas que es cuando, precisamente, la familia ha estado más afectada por el sistema político y económico. Estas dos últimas décadas han puesto a prueba la fortaleza de nuestra familia matricentrada, pero sin doblegarla. La ha puesto a prueba, pero ha logrado mantenerse. Una de las cosas que ha afectado mucho a la familia venezolana dentro de toda esta crisis en la que vivimos, ha sido precisamente el tema de la migración. La migración si se quiere, se metió en la estructura y rompió esa cercanía madre-hijo. Rompió la cercanía, pero no el sentido de la cercanía. Rompió el hecho de que ya yo no puedo tocar a mi hijo, no lo puedo abrazar. Se ha tenido que reconducir esa relación, pasar de lo físico a otro tipo de comunicación. La madre se ha ido adecuando, según los nuevos modos de acercarse a esos lazos afectivos fundamentales. También ha implicado mucho sufrimiento el hecho de que esa migración se da porque la madre está incapacitada para responder, porque el sistema económico ha sido tan feroz, tan terrible, que ha coartado el modo como tradicionalmente respondía en la familia.  

Entonces este hecho de hoy es inédito. Un hecho que está transformando la familia. No la está destruyendo. La familia tiene una capacidad de resiliencia enorme y se ha ido rehaciendo, reajustando y va dando las respuestas que puede dar según las circunstancias y según el momento que, necesariamente tenemos que decir, es un momento inhumano. Es un momento que atenta contra la cultura, que atenta contra la afectividad, que atenta contra todo el sistema que está de fondo, que sostiene la familia. 

- Desde su experiencia personal, ¿recuerda algún caso de entrega y sacrificio de una madre en Venezuela especialmente particular que le haya marcado?

- No sé si puedo señalarte algún evento en particular. Lo que si te puedo apuntar es que la madre venezolana, en ese aspecto, es capaz de quitarse el pan de la boca por dárselo al hijo. Para, la madre venezolana, primero está la familia, primero está el hijo y luego está ella. La madre es la que prepara la comida, pero la última en comer. Eso es uno de los signos más más marcados de la madre venezolana. Ejemplos como esos, uno lo ve permanentemente. En esta crisis humanitaria los testimonios son tremendos en ese sentido. Hemos encontrado madres muy delgadas, como muy poca masa muscular, en algunos casos deshidratadas. Cuando se llega al límite de la pobreza más absoluta, y cuando uno indaga en la historia, te das cuenta de que todo el cuadro familiar es de desnutrición y de hambre, pero se sacrifica la propia madre para que los hijos puedan vivir. Otro ejemplo de esa entrega es también el hecho de que sea la madre, con todo el dolor que le puede ocasionar, la que impulsa al hijo a irse del país, a emigrar, porque ve que acá no hay condiciones para poder desarrollarse, para poder vivir, para poder sostenerse. Ante eso prefiere sacrificarse ella, sacrificar el hecho de no estar con el hijo, que es el dolor más grande, y favorece el hecho que tenga que irse. Yo creo que en ese sentido uno va viendo a lo largo de la historia esos ejemplos y en los momentos límites, es cuando uno ve también ese sacrificio materno.

- ¿En Venezuela hay diferencias con respecto a las madres de clases o estratos sociales distintos? 

- Fíjate que en las clases sociales media y profesional, hay como más formalidades que van tapando el núcleo matricentral. Pero cuando tú comienzas a descubrir la esencia de la relación que fundamenta la vida de esa familia, te das cuenta de que llegan al mismo núcleo. Tanto en la familia popular, como en la familia de una clase media profesional. Lo que pasa es que esta última tiene “herramientas” para esconderlo. Porque, bueno, le parece que admitir que sea matricentrada, como que no es una cosa buena. Es como decir, “cónchale, somos una familia, como siempre se le ha criticado a la familia venezolana”, de ser una familia atípica e inestructurada, porque no es triangular, porque no está el padre o el padre está de una manera diferente. Entonces, claro, esa familia busca como herramientas para poder protegerse y decir “no mira, nosotros somos una familia moderna, no somos la familia matricentral popular”. Pero eso no significa que, en el núcleo de desarrollo central, en la dinámica de la afectividad y en la dinámica de la estructura, no sea una familia matricentrada. Lo es. Y de hecho ya vamos abordando distintas investigaciones que nos van conduciendo por ese camino.

Problemas y posibilidades 

- ¿Esas particularidades de la madre venezolana, también tienen aspectos negativos?

- Si tiene. Toda cultura, tiene su propio su propio hándicap, sus propias incapacidades, tiene sus propios problemas. El asunto es que hay que reconocer que el problema para ser atendido, para ser abordado, hay que ubicarlo en la historia que lo produce, no en comparaciones. La familia triangular, la familia patricentrada, la familia patriarcal tiene sus problemas. También la familia popular venezolana. Lo justo sería que los problemas que va generando la propia familia venezolana sean atendidos, no desde la crítica, o de la minusvalía respecto a otra cultura, sino desde el propio sentido que tiene en la cultura. Eso sería algo interesante, pero en principio, lo primero que tendría que decir es reconocer que sí hay límites. No es una cultura perfecta. Aunque es una cultura con grandes potencialidades, con grandes aperturas, es una cultura que se ha logrado mantener por siglos y que ha producido esta sociedad que tenemos, que también tiene sus propios elementos de contradicción y de sus propios elementos negativos. Hemos tipificado en todo el trabajo que desarrollamos, las fallas de la madre. Por ejemplo, tenemos un trabajo extenso en el libro “Y salimos a matar gente” (2007 -una investigación sobre el delincuente venezolano violento de origen popular), y allí nosotros pudimos ir haciendo un acercamiento que nos fue dando luces para entender las propias negatividades, pero, sin compararlas. No es que sea peor o inferior a la familia patricentral o la familia patriarcal. Es distinta y tiene modos de abordar la realidad de manera distinta.


- Usted ha hablado de que la matricentralidad, es una de esas prácticas en las que se repliega el mundo popular frente la profundización de la crisis ¿Cree que este sea uno de los elementos sobre los cuales se pueda apuntalar, a futuro, un espacio unificador o de rebelión?

-Esta pregunta es interesante. Precisamente la cultura se repliega en su identidad y en su dinámica particular y allí, resiste. No podemos ignorar el hecho que estamos siendo dominados por un sistema totalitario que parte precisamente de la desidentificación cultural, que parte, justamente, de la negación de la persona, de la negación de aquellos elementos que nos pueden identificar. Cuando la madre se repliega en su práctica, es el primer impulso a la resistencia. Desde allí, por supuesto que se puede armar cualquier tipo de movimiento, organización, etcétera, partiendo precisamente de la solidaridad, del apoyo mutuo, con un fuerte carácter de resiliencia.
Y bueno, eso es esencial para poder combatir para poder hacer frente a sistemas totalitarios como lo que tenemos en Venezuela. Pero evidentemente, y en eso quiero ser clara, la familia matricentrada no es un freno. Es más bien una posibilidad abierta a la unión, a la solidaridad, al poder actuar dentro de la sociedad y dentro de la cultura para poder generar los cambios que tenga lugar y que sean necesarios.

Caracas / Rodolfo Baptista 

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