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En buses, en cola y a pie hasta llegar a Quito

noviembre 21, 2018
A diario son miles de venezolanos los que cruzan la frontera en busca de un mejor futuro / Foto: Cortesía

Los cinco hijos de Meurys Guaregua tienen mejor semblante. Ella lo confirma. Hace poco menos de dos meses llegaron a la ciudad de Quito, capital de Ecuador, y desde entonces se alimentan tres veces al día, pero en el rostro de esta mujer se nota su preocupación por estar aún en un albergue y no conseguir trabajo.

“Llegué en cola hasta el terminal de Quitumbe y allí estuve durmiendo durante seis días con mis hijos. La gente pasaba y me| ayudaba con algo, pero un día un joven colombiano me ofreció alojamiento en el albergue Chamos en Ecuador, ubicado en la Mitad del Mundo, y yo acepté”.

¿Pero cómo llegó Meurys hasta este lugar sin dinero para costear el viaje?
Ella residía en el sector La Caraqueña de Puerto La Cruz. Allí nació y se crió, al igual que sus cinco hijos. En Venezuela mantenía su hogar con lo que le generaban los dos trabajos que tenía en el mercado del municipio Sotillo, donde vendía sopa y verduras todos los días. “Un día me di cuenta de que no podía mantener a mis chamos y que cada día estaban más flacos. Eso era insoportable, me partía el alma”.
Todos sus hijos los procreó junto con Hendry Figuera, quien hace siete años fue asesinado, en lo que Meurys recuerda como una disputa que sostuvo con un vecino, a quien le reclamaba porque le había hurtado objetos de su residencia. “Quedé soltera con unas morochas de tres meses de nacida, pero no me di por vencida. Yo sola mantuve mi hogar hasta que decidí abandonar mi país”.

Primera estación
Cuenta que en mayo de 2017 se despidió por primera vez de sus cinco hijos, mientras buscaba un trabajo y alquilaba una residencia en Colombia. En su cartera sólo llevaba sus documentos de identidad y Bs 60 mil en efectivo para pagar pasaje hasta los límites con Colombia. “Fue un día de viaje y una vez que crucé la frontera comencé a caminar. Mucha gente me prestó apoyo y comencé a trabajar en un bar donde limpiaba desde las 2:00 de la tarde hasta las 2:00 de la madrugada”.

En pocos días pudo alquilar una casa junto con otras mujeres que conoció. Un año y dos meses más tarde decidió tomar sus días libres para buscar a sus hijos. Una sobrina se los llevaría hasta la frontera.

Recuerda que la frontera estaba cerrada y tuvo que cruzar un río a las 11:00 de la noche para encontrarse con sus retoños. “Cuando llegué a la casa, todo pintaba bien, pero a los días comenzamos a estorbar porque la dueña decía que éramos muchas personas y tenía que irme de ese lugar”.

Aseguró que adicional a ello algunos equipos de migración comenzaron a recorrer la zona y a todo venezolano “ilegal” que observaban en las calles lo llevaban hasta la frontera (Venezuela) nuevamente. “Yo no quiero regresar allá. Aquí mis hijos están mejor alimentados y de hambre no se me van a morir, tampoco por falta de medicamentos”.

Riesgosa decisión
Un día se levantó, acomodó su mochila y las de sus hijos y partió a otro rumbo. Esta vez tenía pocos pesos en su monedero y sólo alcanzaban para un par de pasajes. Con hambre, frío e incertidumbre, Meury emprendió un nuevo viaje acompañada de su descendencia de siete, 10, 12 y 14 años de edad. “En principio comenzamos a tomar buses, pero cuando se acabó el dinero empecé a pedirle colas a todo el que pasaba por la vía y mientras alguien se apiadaba caminábamos y dormíamos en la carretera o en lugares donde nos prestaban apoyo”.

Cruzaron Pamplona, Belén, Tuja, Bogotá, Popayán y Rumichal. A los cinco días llegaron al terminal terrestre de Quitumbe. Recuerda claramente que fue el 7 de agosto de 2018.
Almas de Dios
Durante el recorrido, los pequeños, cuenta la madre, se alimentaban muy bien, pues muchas personas que los veían caminar les ofrecían comida y a ella en ocasiones le dieron dinero para ayudarla a movilizarse e hidratarse.

Al llegar al terminal terrestre, se detuvo. No sabía qué hacer. Estuvo por seis días consecutivos en Quitumbe, cercano a la capital del Ecuador, hasta que un joven colombiano dijo que podía ayudarla.

“Me ofreció alojamiento en un albergue ubicado en la Mitad del Mundo y me llevó a conocerlo. Ese día fui con dos de mis hijos y el resto los dejé en el terminal mientras llegaba. Me gustó el lugar y fui a buscar a mis chamos y aunque de regreso me perdí y fue desesperante, pude encontrarlos”.

Los seis fueron recibidos en el albergue Chamos en Ecuador, el cual es dirigido por, Egleth Noda, una médico traumatóloga ortopedista del Hospital Militar de Caracas que se planteó, en 2016, atender a sus hermanos venezolanos que arriban a Ecuador y no tienen a dónde llegar.

“Aquí les damos cobijo por 30 días y así tienen la oportunidad de conseguir trabajo. Algunos llegan en familia y unos salen mientras el resto se queda colaborando en el albergue”.
Pero Guaregua tiene más de un mes en el lugar, le ha tocado pedir extensión de sus días porque aún no ha conseguido un trabajo que le permita alquilar una pieza y poder mudarse con sus hijos. “No ha sido fácil, a veces me da miedo dejar a mis hijos solos en el albergue. Cuando salgo consigo trabajos en donde sólo quieren cancelar $ 4 al día, monto que es insuficiente para costear mis gastos”.

 

Vulnerabilidad y aprovechamiento
Meury cuenta que muchos de los empleadores a los que ha visitado se aprovechan de su situación de ilegalidad y le ofrecen menos de 50% del salario mínimo y esto no es suficiente. “Así como llegué aquí, así tengo que lograr mi objetivo, por mis hijos y mis ganas de garantizarles una mejor calidad de vida. Yo estoy en un albergue, pero con todo y eso no quiero regresar aún a Venezuela. Eso que dice el presidente que la gente se quiere regresar es mentira”.

Las cuatro hembras y el varón de esta mujer no se han acostumbrado al clima y sus rostros lo reflejan con algunas rosetones que le han producido las bajas temperaturas. “Mi hija de 12 años tiene un soplo en el corazón, pero gracias a Dios ninguno se me ha enfermado, sólo han presentado pequeñas gripes por el cambio del clima”.

En dos colchonetas se acomodan los seis. Sueña cada día con ver pronto a sus chamos estudiar y tener sus comodidades. Una vez que esto ocurra espera ayudar al resto de su familia que “están pasando necesidades en Venezuela”.

Hospitalidad
El albergue Chamos en Ecuador fue fundado hace cinco meses, aunque antes, desde 2016, Egleth Noda dirige este tipo de iniciativa con la que han atendido a más de 300 venezolanos.

La labor está apoyada por 50 médicos, 60 líderes de programas sociales y centenares de voluntarios que se activan por intermedio de redes sociales para llevar ayuda a tres mil familias migrantes con necesidad de protección internacional, a un ritmo de 100 por semana, según sus cálculos.

El refugio ubicado en la Mitad del Mundo fue inaugurado el pasado 22 de junio con la llegada del primer contingente de migrantes en el terminal terrestre de pasajeros en Carcelén, al norte de Quito.
“A través de la operación hormiga que fueron aportes de voluntarios en centavos de dólar, la ONG logró movilizar, en transportes habilitados, a 50 venezolanos que pernoctaban en condiciones infrahumanas en los andenes de la terminal. Hoy la labor continúa con más fuerza y mayor compromiso”.

Ecuador / Giovanna Pellicani

 

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