La pugna sigilosa entre el deporte y la delincuencia que existe en muchos sectores populares de Caracas se disputan diariamente el futuro inmediato de las comunidades y el de los niños y adolescentes que los habitan, a veces dentro de las mismas canchas donde practican y hacen torneos.
En Coche, más de 160 niños y adolescentes que residen en las cinco etapas que integran el urbanismo Cacique Tiuna, reciben entrenamiento casi a diario en básquet, voleibol, fútbol, béisbol y kickingball. Ello gracias a entrenadores empíricos, que conocen de primera mano ambos lados de los bandos y usan su sabiduría para prevenir que más jóvenes caigan en este flagelo.
"Tengo nueve años viviendo aquí y haciendo esta labor con los niños", comentó José Parra, entrenador de fútbol. Casi todas las tardes se reúne con varios niños en la cancha del liceo, situada dentro del urbanismo, para las prácticas de fútbol, porque está convencido de que el deporte salva. "Siempre me gustó el fútbol, pero cuando era joven anduve en lo malo. Luego me di cuenta de que no valía la pena porque, qué hago con formar una familia si los hijos siguen los pasos de los padres", razonó José.
Relata que hace cinco años, uno de sus cuatro hijos murió tras recibir un disparo. "Un día lo vi tomando (licor) y cuando lo reprendí me dijo: Papá, usted también lo hacía. Lo mismo me dijo cuando lo vi con un revólver". Desde entonces su vida cambió y para romper con esa cadena es uno de los que mantiene a los chamos del sector ocupados con los juegos. También trabaja desde hace más de 30 años como caballerizo en el hipódromo La Rinconada.
En las tardes, José, junto a otros tres preparadores deportivos del urbanismo, se organizan como pueden para practicar varias disciplinas; sin embargo, las condiciones de los espacios y la falta de implementos básicos para los partidos hacen cuesta arriba lo que debería ser solo juego y diversión.
"Es importante restaurar de nuevo la cancha, pero esta vez que se haga bien, porque hace cinco años cuando la arreglaron la alegría solo duró un mes", señaló Jhon Hernández, encargado del arbitraje de los juegos. Detalló que, como árbitro, puede ver a los niños caerse por las malas condiciones del piso y los pozos de agua que allí se forman cuando llueve.
Las arquerías, que en lugar de mallas para amortiguar el gol tienen sacos rotos y tostados por el sol, dejan pasar el balón directo al monte que circunda el campo y que en ocasiones es más alto que los infantes. También les hacen falta, balones, uniformes y hasta zapatos porque algunos niños juegan con medias y cholas caseras.
"Nosotros podemos transmitirle pasión por el deporte y eso los anima, pero necesitamos ayuda", agregó Jhon. Aunque resalta que, más que implementos, lo que necesitan es mayor apoyo y tolerancia por parte de la comunidad. "Entendemos que el repique de un balón molesta en las tardes, que es cuando practicamos y las personas llegan de sus trabajos y quieren descansar, pero como decimos aquí: ¿Prefieren verlos con una pelota o con una pistola?".
Richard Caldera, entrenador de básquet y organizador de eventos de la zona, destacó que lo que más quisiera es que la comunidad se integre al cuidado de los espacios deportivos. "Algunos los usan para lo malo. Quisiéramos que cada familia estuviera pendiente de hablarlo con su pariente, para poder prevenirlo. La idea es que las nuevas generaciones no vean eso, para que se inclinen más hacia el deporte, porque a parte de otros beneficios, los puede ayudar a salir adelante en el futuro".
Los chamos quieren jugar, por eso entre ellos mismos y con ayuda de sus padres reúnen para comprar balones, mientras que los entrenadores se reparten tareas como reparación de cercado y luces, desmalezamiento de las canchas y compra de aros. "Se me rompió el corazón cuando un niño me dijo: Mi mamá compró está pelota para todos, (son más de 100 jóvenes), pero dijo que no la dañáramos tan rápido", dijo Jhon Hernández, árbitro del urbanismo Cacique Tiuna.
Coche / Tal Cual Digital