¡A correr se ha dicho! Parece que la administración de Donald Trump optó por opciones nada diplomáticas con respecto a Nicolás Maduro, y esto se ve por las últimas acciones y decisiones de la Casa Blanca.
La administración Trump no tardó nada en reconocer a Juan Guaidó como presidente encargado de Venezuela, si fueron 20 minutos entre el anuncio del presidente de la Asamblea Nacional y el comunicado de la gestión actual de los EEUU fue mucho.
Los voceros del Gobierno de USA han sido claros: No reconocen a Maduro, expresan su total apoyo a Guaidó y a la Asamblea Nacional, y le mandaron a decir a Maduro que “no te metas con nuestros aliados”.
Desde Miraflores respondieron expulsando al cuerpo diplomático norteamericano de Caracas, rompiendo relaciones y cerrando la embajada y los consulados venezolanos en el titán del Norte; los gringos actuaron diciendo que: “Seguimos en Caracas, porque Maduro no es presidente y a quien reconocemos es a Guaidó”.
El enviado de Washington en la capital venezolana presentó sus credenciales a Guaidó. Es importante recordar que ya pasó el ultimátum de 72 horas que Maduro les puso a los gringos y éstos se mantuvieron en el país, haciendo caso omiso a las declaraciones del ocupante de Miraflores.
Guaidó nombra embajador en los EEUU, al dirigente de Voluntad Popular Carlos Vecchio, y los norteamericanos lo aceptaron sin parpadear.
Y, en medio de todo esto, los norteamericanos llevan la batuta en la Organización de Estados Americanos (OEA), en la Organización de Nacionales Unidas (ONU) y en el Consejo de Seguridad de la ONU en defensa de la Constitución venezolana y del gobierno que encabeza Juan Guaidó en sustitución a Nicolás Maduro.
Todo esto, me imagino, debe preocupar a quienes se encuentran en Miraflores. ¿Será capaz Maduro de sacar a empellones a los diplomáticos de EEUU de Caracas? ¿Será posible que Maduro radicalice su actuación, cuando de su cabeza pende la espada de Damocles?
Trump no se parece en nada a Barack Obama, su posición es mucho más beligerante y decidida que su antecesor; y Maduro no es Chávez, ni cuenta con el respaldo político y económico que gozaba el difunto en los tiempos de bonanzas de la revolución socialista.
El escenario se pinta oscuro para quienes defienden a Maduro. Aparte de todo lo expuesto está el desánimo que hace mella entre las bases del chavismo, cada vez sus concentraciones son más pequeñas, y lo que mueven son funcionarios públicos, radicales y beneficiarios de ayudas económicas gubernamentales.
La apatía de los rojos llega a tal punto que sus jefes políticos convocan a una vigilia frente al Palacio de Miraflores y nadie se quedó. Como dicen en mi pueblo, todos “marcaron la milla”.
Mientras en el Norte activan a sus “hombres duros”, en el entorno de Maduro sueñan con un milagro, ante la posición tibia de los chinos y la decisión de los rusos de no meterse en camisa de once varas.
La crónica sigue… ¿cuál será el desenlace de esta historia?