Ante las fallas en el suministro del servicio hídrico que, de manera continua, aquejan a los ciudadanos de la zona norte del estado Anzoátegui, éstos han tenido que apelar a diversas estrategias, como llenar tambores y otros recipientes.
Unos recurren a la instalación de canales desde los techos para aprovechar el agua de lluvia, otros se trasladan a sitios lejanos para conseguir el recurso, hay quienes van de casa en casa preguntando quién puede regalarles un poco y está el caso de comunidades que resuelven sus necesidades abasteciéndose del río Neverí.
También están los que no les queda sino depender de camiones cisternas porque son la forma más segura de dotarse de una mayor cantidad de litros de agua potable para, así, mitigar lo que el gobernador de la entidad, Antonio Barreto Sira, ha llamado “la crisis de los grifos secos”.
Pero resulta que cisterneros que ejercen su actividad en el eje norte del estado señalan que cargar los tanques de sus camiones con más de 8.000 litros (L) de agua, a fin de suministrarla a las comunidades, no es tarea fácil, ya que les cuesta madrugar, horas de espera, desgaste de los motores y dar colaboraciones monetarias en varios sitios.
Braulio Ochoa es uno de los conductores de cisternas que se dirige a las inmediaciones del elevado Noel Rodríguez de Barcelona para surtirse del recurso hídrico de una tubería subterránea de baja presión que pasa por el lugar, directamente, desde la planta de tratamiento José Antonio Anzoátegui.
Dice que se levanta muy temprano para estar en el sitio a las 4:30 am y sumarse a la extensa cola que allí se forma. Una vez que llena el depósito del vehículo, se queda en el lugar esperando que se apersonen los clientes o que lo llamen para solicitar el servicio.
Así lo ha hecho, una o dos veces a la semana, desde hace ocho años.
“Hay compañeros que vienen mucho más temprano para agarrar los primeros puestos, pero yo logro llenar a eso de las 10:00 am. Diariamente acuden más de 30 cisternas”, detalla.
Ochoa explica que succionar el agua con las mangueras de las cisternas es un proceso que requiere de la fuerza del motor y de gasto de combustible por aproximadamente 30 minutos.
“Cuando mejora el servicio de agua por tuberías nos quedamos parados sin trabajo, esperando que nos llamen de alguna comunidad para ganar dinero. Hay días en los que no tenemos ni un cliente y nos vamos llenos para la casa; al otro día volvemos a venir y así sucesivamente hasta que acabemos con la carga”, comenta.
Según el cisternero Alejandro Bermúdez, ese sitio es el único de la capital del municipio Bolívar donde pueden cargar agua gratuita y sin ningún inconveniente, pues en otros lugares deben pagar ciertas tarifas y dar colaboraciones monetarias.
Indica que en la estación del Cuerpo de Bomberos de Anzoátegui, ubicada justo al frente de su punto de recarga, en la avenida Argimiro Gabaldón, también les permiten abastecerse del agua si dejan un aporte a la institución.
“Ellos no nos exigen un monto específico, sino que colaboremos con lo que podamos, a veces les damos $2 dólares o un poquito más, dependiendo de lo que tengamos en el momento. Nos ayudamos mutuamente, ellos nos dan agua y nosotros les damos un aporte porque sabemos que tampoco tienen buenos sueldos y al menos con eso compran almuerzos o refrescos”, señala Bermúdez.
Asevera que esta opción es de mayor beneficio para los cisterneros porque la sede bomberil posee tuberías que facilitan el llenado y no hace falta que los camiones estén prendidos para extraer el agua.
“Si vamos directamente a la planta potabilizadora a llenar los tanques completos (más de 9 mil litros) nos sale en $5”, añade.
Ochoa y Bermúdez coinciden en que también tienen la posibilidad de llenar en los bomberos de Puerto La Cruz, dando la colaboración, y en el llenadero ubicado en el sector Chuparín.
En cuanto al suministro de gasolina para realizar su actividad, el conductor de cisterna Orlando Braun aclara que no tienen inconvenientes para abastecerse de 80 litros de gasolina por semana y a precios subsidiados, pues están priorizados como transporte por la alcaldía a cambio de que apoyen con la distribución del servicio gratis a las comunidades.
Resalta que, en su caso, muy pocas veces le ha tocado pagar el combustible con divisas.
Dependiendo de la lejanía del sector donde soliciten el servicio, el contenido de una cisterna completa a surtir cuesta entre $15 y $20, por llenar un tambor de 200 L cobran $1, y por un tanque de 1.000 L piden $5.
“Los que conseguimos el agua en los puntos de carga gratuitos lo que hacemos es cobrar el flete por el traslado y para el mantenimiento de los carros porque, como dice el dicho, el agua no se vende”, acota Braun.
De acuerdo con lo señalado por estos transportistas, el cuidado básico de las cisternas durante las semanas se limita a lubricación, mientras que reparar y reponer cauchos o piezas puede llegar a requerir el desembolso de unos 300 dólares, lo que, afirman, no ganan con frecuencia.
Modalidades de pago
Los cisterneros consultados explican que, debido a la necesidad de agua de los anzoatiguenses y la escasez de efectivo, han accedido a otras formas de pago. Por ejemplo, el camionero Alejandro Bermúdez señala que los vecinos se organizan para cancelarles el servicio con alimentos de la cesta básica. De hecho, muchos aprovechan la llegada de las bolsas de comida para recorrer las comunidades y hacer “trueque”. Además, aceptan pago móvil y transferencias.
Barcelona / Milena Pérez