El hecho de que la economía nacional haya superado en enero pasado la espiral de hiperinflación que pulverizó -a lo largo de cuatro años-, el poder adquisitivo del bolívar, no significó que el país estuviera a salvo de un nuevo descalabro de precios.
Al menos esto ha quedado claro luego de las últimas dos semanas con el repunte de la cotización del dólar. Tomando en cuenta la evolución del tipo de cambio oficial, -desde el lunes 22 de agosto al viernes 2 de septiembre-, la moneda nacional se devaluó 27,83% haciendo presagiar un alza en el costo de bienes y servicios en porcentajes que no se veían desde hace más de un año y medio.
Según el director del Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas- FVM), Oscar Meza, la reciente escalada de la divisa estadounidense podría impulsar el precio de la Canasta Alimentaria Familiar (CAF) a más de $500, y requerir el desembolso superior a los 30 salarios mínimos por parte de los consumidores. En julio pasado, el Cendas reportó que la CAF alcanzó los $470,44 (Bs 2 mil 756).
A lo largo del 2022 la agrupación de 60 productos -con los nutrientes necesarios para una familia de cinco miembros-, había tenido incrementos de un solo dígito en promedio, a excepción de los meses de febrero (cuando experimentó un baja de -2,5%), y mayo (con un alza de 10,6 %). Un comportamiento que parecía alentador de cara al balance inflacionario de fin de año.
No obstante, la proyección del Cendas es que el explosivo comportamiento de la cotización del dólar significará un aumento de al menos 41,5 % en el costo de la agrupación de productos de consumo.
Sería el porcentaje más alto desde noviembre de 2020, cuando la Canasta Alimentaria se elevó 74,38% en un escenario aún hiperinflacionario. Veintiún meses después, un nuevo sobresalto pone en alerta el bolsillo de los compradores, mientras reduce la ya deteriorada capacidad de consumo de los salarios.
En poco más de un mes, el tipo de cambio oficial pasó de Bs 5,73 a Bs 7,96 -entre el 1 de agosto y comienzos de septiembre. De igual forma, la cotización del paralelo escaló de Bs 6,01 a Bs 8,23 en ese mismo lapso, lo que significa alzas de entre 39% y 37%.
El Gobierno dio luz verde al último incremento salarial a finales de marzo, cuando la tasa del dólar del Banco Central de Venezuela (BCV) era de Bs 4,35, ubicando la remuneración básica en $30.
Si a comienzos de abril un trabajador podía gastar su sueldo mínimo en un mercado, comprando $30 en alimentos, en este momento solo puede adquirir productos por un total de $16 -es decir, $14 menos que hace cinco meses.
Se trata de una reducción del poder adquisitivo de 46,6% en el sueldo básico.
A pesar de los ajustes aprobados por el Ejecutivo para el sector laboral, las remuneraciones se han visto erosionadas de manera acelerada. Esto ha ocurrido en medio de la llamada “recuperación económica”, tesis que el Gobierno ha defendido, a pesar de los señalamientos de especialistas sobre la fragilidad de las condiciones que abrieron la puerta a un crecimiento del consumo en el primer semestre de 2022.
El director del Cendas explica que a lo largo del año hubo una recuperación del consumo, pero muy modesta. “Esto ocurre porque esta mejora relativa no está dada ni por una recuperación de los empleos productivos, ni mucho menos por una recuperación del poder adquisitivo del salario. Si bien es cierto que el ingreso aumentó de $1,51 a $30 el 15 de marzo, en este momento estamos hablando de un salario mínimo que está alrededor de los $16”.
Agrega que, aunque el poder adquisitivo estaba prácticamente reducido a la nada en febrero, ahora alcanza para menos del 4 % del costo de una canasta alimentaria, es decir, un déficit de 96 %.
“No estamos hablando de lujos. Tengo expresas reservas sobre la recuperación del consumo, que supondría, por ejemplo, que pudiéramos adquirir una canasta alimentaria sin tener que depender de las bolsas que reparte el Gobierno no por razones humanitarias, sino principalmente por control político y social. En la medida en que no seamos capaces ni siquiera de recuperar el consumo para cubrir la alimentación básica, creo que tenemos un techo en el crecimiento”, subraya Meza.
El problema que plantea la actual situación para el Gobierno y los trabajadores, es, por un lado, las exigencias de aumento de salario, debido al repunte de la inflación -que, siendo menor que en años anteriores, sigue erosionando el poder adquisitivo.
Por el otro lado, si el Ejecutivo cede y hay una mayor inyección de gasto público para pagar las remuneraciones, esto se convertirá en gasolina para el aumento de precios y un freno para el consumo, cuyo moderado crecimiento en la primera mitad de 2022 era enarbolada como la prueba de que el país se había “arreglado”.
La mejora en la capacidad de consumo había sido espejismo para la mayor parte de la población, y una realidad para un reducido sector. Según la encuestadora Datanalisis sólo 13,5% de la población tiene ingresos superiores a $500. Entretanto 42 % de los ciudadanos cuentan con ingresos que van entre $150 y $350. En un contexto donde una canasta alimentaria se acerca a los $500, las remuneraciones continúan siendo insuficientes.
Según la más reciente Encuesta de Coyuntura de Conindustria, en el trimestre comprendido entre abril y junio de 2022, los pagos para el sector obrero se ubican en promedio en $150 -en la gran empresa es de $187,73, en la mediana de $131,75 y en las pequeñas compañías, $113,61.
Distintos especialistas observan un estancamiento en los anuncios de aumentos salariales por parte de empresas y del sector público, a diferencia de lo que había ocurrido en la primera mitad del año. Esto sumado a la aceleración de precios que se inició a finales de agosto y que tendrá su onda expansiva en septiembre, hace presumir un freno en el consumo.
Luis Arturo Bárcenas, economista senior y jefe del staff de Ecoanalítica, advierte que el hecho de que los trabajadores vivan todavía en un entorno donde los precios crecen semanalmente, mucho más que en otros países; en donde aún no hay créditos ni para invertir ni para consumir ni para ahorrar en dólares o en bolívares, “hace pensar que lamentablemente la economía va a seguir enfrentando en los próximos años problemas para mantener un crecimiento”.
El eje principal eje de la llamada recuperación económica había sido el repunte del consumo en sectores puntuales de la población y en las principales ciudades del país, impulsada por la dolarización, llevando a la aparición de comercios y ventas de productos importados. Pero, sin un crecimiento real, según los especialistas, este era un escenario de “patas cortas”, condenado a no mantenerse en el tiempo.
Caracas / Rodolfo Baptista