A las 3:23 de la tarde del 9 de julio, la tierra comenzó a temblar de una manera antinatural, tanto que Felipa, vecina de La Vivienda de Playa Grande, en el municipio Bermúdez del estado Sucre, salió corriendo a la calle con su nieto José Francisco, a punto de cumplir un año, en los brazos, pegando gritos como muchos otros que no sabían que estaba pasando.
La mujer, que en esos momentos tenía unos 65 años de edad, no sufrió daños, su casa tampoco. Pero la desgracia estaba anunciada y en Cariaco, un día casi “muerto” del año escolar 1997, agarró rezagados a los estudiantes del liceo Raymundo Martínez Centeno en los pasillos de la planta baja de la edificación.
Lo mismo ocurrió en al menos otras dos instituciones escolares que ya culminaban las clases y recibían a los muchachos para nivelarlos y preparar las promociones.
En este liceo, situado en la capital del municipio Ribero, los muchachos quedaron atrapados en los pasillos cuando la planta alta se desplomó y les cayó encima.
En el Etanislao Rondón, el corredor de la planta alta de la institución educativa se cayó y se convirtió en una especie de curva macabra en la cual quedaron atrapados niños y docentes. Otro tanto ocurrió en la escuela Valentín Valiente.
Entre las anécdotas más dolorosas, pero que también evidencian el valor y la humanidad de una madre, está el sacrificio de la maestra Madeleidi Guzmán, que corrió a socorrer a tres niños que se quedaron atrás y la atrapó parte del techo del salón donde entró a proteger a los pequeños que sobrevivieron y suelen contar que un ´ángel´ les salvó la vida ese día.
La tragedia también se manifestó en Cumaná con el desplome del edificio La Seguridad. Quienes estuvieron en el sitio dan testimonio de que aquello fue una zona de desastre.
Según el portal de la Fundación de Investigaciones Sismológicas de Venezuela (Funvisis), el sismo tuvo una magnitud de 6.9 en la escala MW y causó la muerte de 70 personas.
Funvisis señala en su portal: “La energía liberada por el terremoto fue tan intensa que los sismógrafos se saturaron. Ese día ocurrieron seis réplicas del sismo, de las cuales la última no fue percibida por ninguno de los habitantes, pero sí fue registrada por los sismógrafos de la fundación”.
Veintiséis años después, Carlos Velásquez, coordinador de Protección Civil (PC) en la entidad, señala que entre las lecciones aprendidas está reconocer que Sucre es el estado más sísmico del país, con una categoría 7, que obliga a la formación permanente y a aprender a convivir con el riesgo.
El funcionario dice que Cariaco debe ser un campanazo contra la apatía y la rebeldía de quienes piensan en política cuando evalúan el trabajo de los organismos de protección.
Otra enseñanza es la necesidad de ver las cosas desde una visión humanista, porque un terremoto no discrimina a quien va a dañar. Sencillamente perjudica a todos por igual, sin distingo de raza, condición social, credo o militancia política.
En el caso de los entes de gobierno, el terremoto de Cariaco, dijo Velásquez, obligó a ajustar las medidas para la construcción que deben resistir por encima de los 7 mw, algo que se ha cumplido a un nivel formal en las edificaciones permisadas, pero no en el nivel privado micro.
Relata Velásquez que en Cariaco conoció a una persona que le contó que con el terremoto comprendió que el apego a lo material no le hace bien a nadie. La persona tenía bienes inmuebles, y en apenas unos minutos, el 9 de julio de 1997, lo perdió todo.
Miguel Vásquez, quien actualmente es parlamentario en el Consejo Legislativo del estado Sucre (Cles) era el alcalde de Cariaco cuando ocurrió el sismo.
Hoy día, y al cumplirse 26 años de la tragedia, solo quiso recordar la solidaridad y como Venezuela y el mundo le tendieron la mano a un pueblo necesitado.
“La solidaridad es un concepto de vida y lo que recibió Cariaco fue un derroche de solidaridad del pueblo de Venezuela, de Latinoamérica y de otros pueblos del mundo, que de manera organizada e institucional, se volcaron a expresar su sentimiento de dolor hacia Cariaco y su solidaridad material, eso fue algo descomunal”.
Dijo que con sus aciertos y errores, gobierno nacional y estadal atendieron la contingencia y hasta tres años después se seguían recibiendo aportes de viviendas para personas que lo perdieron todo y que eran otorgadas por gobernadores y alcaldes de otros estados.
Señala que toda la lucha para recuperar al pueblo valió la pena y que se siente satisfecho de lo logrado. “Cada 9 de julio hago mis esfuerzos por estar en Cariaco, en la misa, en la ofrenda floral, para escuchar al orador de orden, pues ese día fue cuando renacimos. Es un día para celebrar la vida”.
Sucre / Yumelys Díaz
