En la zona norte de Anzoátegui se han vuelto más visibles los niños y adolescentes que se dedican al comercio informal para llevar un sustento a sus hogares.
Algunos han sido vistos, incluso, con sus uniformes escolares montándose en autobuses o recorriendo las calles para ofrecer productos.
También están los que han abandonado sus estudios para únicamente dedicarse a “trabajar”.
Este es el caso de Yorman, un menor de 13 años de edad, quien asegura que tuvo que dejar el liceo para vender chucherías y poder aportar algo de dinero en su casa.
“A mi mamá apenas le alcanza la plata para alimentarme a mí y a mi hermano de 4 años. No tiene para comprar uniforme, ni cuaderno, ni nada de eso”, relató.
Desde hace “unos meses” se la pasa en la calle subiéndose a unidades del transporte público para expender chupetas o caramelos. “Lo que tenga a la mano”, añadió.
Le gustaría regresar algún día a los salones de clases y abandonar el oficio callejero.
En el elevado de Puerto La Cruz y en el mercado municipal se pueden observar como otros jovencitos están pendientes de abordar a las personas para venderles alimentos u objetos de higiene personal.
Algunos cargan pequeñas cavas que contienen las populares “tetas”, mientras que otros llevan cajitas o bolsas con galletas, caramelos, chupetas, cortaúñas o encendedores.
Anzoatiguenses lamentan esta situación que les “resta educación y sana recreación” a los niños. También exigen castigo para los padres y representantes que permiten y hasta “obligan” a sus hijos a trabajar a corta edad.
Hacen un llamado a las autoridades locales para que “tomen cartas en el asunto”.
Puerto La Cruz / Andrea Aroca