El doctor Tulio Ramírez, cuya experiencia de cuarenta años en la docencia universitaria jerarquiza su opinión, considera que para tener una educación como instrumento de desarrollo nacional, debe haber un gran acuerdo nacional.
Tiene que ser política del Estado y no de un gobierno, precisa. Gobierno que venga, sea del signo ideológico que sea, debe respetar y garantizar la inversión suficiente en educación para que Venezuela salga adelante.
Al ser entrevistado por El Impulso, el profesor de la Universidad Central de Venezuela y director de Doctorado y Posdoctorado en la Universidad Andrés Bello, quien además ha sido docente de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, mostró su preocupación por la falta de recursos para la educación mientras el gobierno hace ostentación de tener una nómina de cuatro millones de funcionarios militares, superior a los ejércitos de Rusia y Estados Unidos, que en total alcanzan unos tres millones, sin tener nuestro país guerra alguna, ni amenaza de invasión.
Autor de veinte libros, el profesor Ramirez fue enfático al señalar que la educación venezolana es muy pobre, de baja calidad y no ofrece ningún estímulo a quienes podrían ser la generación de relevo porque carece de atractivo al punto que los pedagógicos han visto reducir su matricula en el 70 por ciento.
-Los educadores de todo el país se han activado para reclamar en la calle, no solamente el derecho a un salario digno que les permita vivir decentemente, sino también la suspensión de sus reivindicaciones, como por ejemplo los HCM, el servicio del Ipas-ME que ha decaído muchísimo y ya no protege a la familia docente, además de eso, las condiciones de trabajo, los planteles carecen de mantenimiento, no existen recursos de ningún tipo, ni bio seguridad. Esas son las razones por las cuales los educadores se vieron en la obligación de manifestar su descontento públicamente. Recordemos que el salario fue disminuido considerablemente porque le están aplicando las remuneraciones que están en la tabla hecha por la Oficina Nacional de Presupuesto (Onapre), que desconoce los logros de la contratación colectiva. Entonces, no queda otra alternativa que la presión desde la calle porque pareciera que el gobierno no quiere, a motu propio, reconocer la situación delicada de los educadores y de manera unilateral hacer aumentos de salarios significativos. En estos momentos, cuando han transcurrido más de seis meses que comenzaron las discusiones de la contratación colectiva, no se conocen cuáles van a ser los resultados, y los educadores tienen pocas expectativas de que esos resultados sean favorables para cubrir sus necesidades. De tal manera que no queda otra opción que la presión de calle.
Si, efectivamente, es parte de la estrategia, tratar de que las manifestaciones se consuman, producir cansancio y que los docentes vuelvan de manera pacífica a sus lugares de trabajo; pero, al parecer, esa estrategia tampoco le está dando resultado al gobierno. Hemos observado en los últimos días que las manifestaciones en vez de estar disminuyendo se han ido multiplicando no solamente en la capital, sino en las grandes ciudades y capitales de estados, lo cual general preocupación en el gobierno porque estamos en un período prácticamente pre-electoral. El gobierno necesita que los docentes vuelvan a sus puestos de trabajo, pero no ceden en las solicitudes que ellos están haciendo.
En estos conflictos siempre la cuerda revienta por lo más delgado, y lo más delgado, en este caso, son los estudiantes, quienes ven interrumpidas sus actividades escolares, sus maestros están desmotivados totalmente, es deplorable el aprendizaje en situaciones de planteles donde no hay servicios, los servicios son intermitentes, no hay electricidad, ni agua, ni mucho menos Internet, y por supuesto todo esto incide en la calidad de la educación. A estos muchachos, al final del curso, son aprobados por suerte de una circular emitida por las zonas educativas, a través de las cuales se ordena a los maestros a no reprobar estudiantes. De esa forma la tasa de escolaridad va aumentando, pero al año siguiente van a tener que hacer acciones pedagógicas remediales porque fueron promovidos inadecuadamente. Lo peor es que asi llegan a las universidades, algunas de ellas muy exigentes, y a las universidades de reciente creación, donde así los van a graduar y vemos, lo que no se puede ocultar, profesionales con dificultades para ejercer porque no tienen las competencias. Al final, esto atenta contra el progreso, contra el desarrollo y sobre todo contra la confianza que se tenía de la educación como mecanismo de atención social ascendente.
Hace treinta años la educación pública venezolana era de tal calidad que los estudiantes salían con fortaleza suficiente para ingresar a universidades con curriculum exigente. Anteriormente, en la educación pública, si un estudiante era reprobado no pasaba nada, repetía; pero, hoy en día, si eso sucede, al educador lo sancionan al pasarlo a la Lopna. O simplemente, rige la orden de que hay que promoverlos a todos, para preservar las estadísticas de prosecución. Recuerde que en estos regímenes predominan las estadísticas y según éstas, en Venezuela todo el mundo aprueba cuando sabemos que son falsos positivos, por cuanto son aprobaciones sin competencia. Y volviendo al pasado mencionado, los malos estudiantes de la educación pública tenían que ir a los colegios privados y era una raya estar en colegios privados porque revelaba que eran muy malos alumnos. Eso se ha revertido y hoy día los colegios privados son los que tienen los mejores estudiantes por la deficiencia de los planteles públicos. La verdadera revolución es hacer de los colegios públicos tan buenos y exitosos como los mejores colegios privados. En Venezuela hoy día hay una pobre educación para los pobres, que es la que se imparte, lamentablemente, en el sistema del sector público por negligencia del gobierno por malos salarios, por no darle mantenimiento a los plantes, por no tener currículum exigente y por el populismo de una aprobación masiva sin que el estudiante logre las competencias.
En las primeras de cambio hubo muchas críticas porque, supuestamente, autorizaba a los bachilleres a suplantar a los maestros en caso de ausencia. Cuando se revisa la ley, esto no está presente de manera literal; pero, hay cosas que son preocupantes. Una de ellas está entre los artículos 17 y 20, que tiene que ver con el tutelaje del movimiento estudiantil por parte del Ministerio de Educación. En Venezuela, desde la caída de Pérez Jiménez, tres sectores se organizaron y tuvieron mucha fuerza: los partidos, los sindicatos y los estudiantes a través de las organizaciones estudiantiles. Éstos actuaban de manera autónoma, participaban en la vida académica de los colegios y tenían voz propia en la generación de opinión en el país. Esta ley lo que hace es reconocer unos derechos que ya existían, como la libre asociación por parte de los estudiantes; pero, el problema es que intenta tutelar la autonomía de esas organizaciones estudiantiles. A partir de esta ley, un centro de estudiantes para hacer una protesta. por ejemplo, la falta de agua en el plantel, tendría que ir al Ministerio de Educación a preguntar cuándo y cómo puede hacer esa protesta por esa deficiencia, lo que resulta inaudita esa libertad con condición de lo que es la participación estudiantil. Recuerda esta ley los sistemas corporativos del fascismo y de la hegemonía nazi, en los cuales las corporaciones de estudiantes, sindicatos y partidos estaban dominadas por esos gobiernos. Eso es intolerable. Con esta ley también es cierto que cualquier director más chavista que Chávez puede interpretar que los estudiantes pueden suplantar a los profesores, porque aunque no lo dice textualmente, puede alegar que ese es el espíritu del legislador para garantizar el derecho a la educación. En Venezuela es posible cualquier interpretación que se le pueda dar a la ley, pero lo más grave, insisto, es el tutelaje del movimiento estudiantil por parte del gobierno porque eso sí lo dice de manera taxativa.
Esas fueron las bricomiles que tuvieron mucha alharaca con su creación, pero esas se quedaron en el camino. No se tiene noticias de que las escuelas hayan tenido mantenimiento importante con la participación de la comunidad y los militares. No ha tenido ningún tipo de trascendencia, las escuelas estén presentando un mal estado, no hay recursos para que esas bricomiles puedan reparar tuberías, garantizar servicios, porque no han funcionado.
Nosotros estamos no con respecto al mundo, sino a la región, con un atraso significativo en términos de incorporación a los planteles de las nuevas tecnologías, la señal de Interne no llega a las zonas rurales, y en la Venezuela profunda prácticamente nada de eso existe. Ahora cuando yo digo que no hay recursos me refiero a que no los hay para la educación; pero para otros sectores, si. El gobierno acaba de señalar que tiene que pagar una nómina de casi cuatro millones de individuos militares y, si eso es así, superamos a Rusia, que tiene 900 mil hombres y a Estados Unidos, cuyo ejército está en el orden de 1.200.000 efectivos. Nadie entiende cómo se tiene una nómina tan inflada cuando Venezuela no tiene guerra con nadie, ni está en peligro de ser invadida. En cambio para educación no existe un salario decente para los maestros.
Usted manifestó que las estadísticas del gobierno indican que aumenta la tasa de escolaridad, pero lo que se está viendo es que hay no sólo deserción escolar, sino también de educadores.
Sí, como no, las aulas están cada vez más vacías, la encuesta Encovi del 2.021 señala que de cada diez niños, tres no están asistiendo a clases y es posible que esa cifra haya aumentado en el 2023. Al mismo tiempo, hay una alta deserción de docentes, sin embargo no hay cifras oficiales que precisen cuántos han dejado las aulas, como consecuencia de estos malos sueldos. Los docentes se van del país o realizan otros oficios. Lo peor de todo que hay menos estudiantes y menos docentes es que tampoco hay generación de relevo. Los pedagógicos han reducido su matrícula en el orden del 70 por ciento y las tasas de egresos de profesionales de la docencia cada vez son menores. Todo esto va en contra del progreso del país porque nuestros egresados universitarios de cualquiera profesión se están yendo a otros países. Ya no se cree que estudiar es un mecanismo eficiente para salir de la pobreza y mejorar la vida. Aquí los profesionales en todas las áreas no tienen estímulos.
No hay memoria y cuenta por parte del Ministerio de Educación a la Asamblea Nacional desde el 2015. Es un gran secreto el manejo de esas cifras. El gobierno ha alardeado siempre que su inversión en educación es de aproximadamente un seis por ciento del Producto Interno Bruto, porcentaje que nadie lo comparte porque no se evidencia en el mejoramiento de planteles, mejores salarios y reivindicaciones. A los países que no tuvieron el privilegio de tener recursos como petróleo, hierro, coltan y oro, no les ha quedado más opción que invertir en la educación porque saben que ese es el recurso natural más poderoso para obtener riqueza, como ha sucedido en los países asiáticos que mediante la educación se han convertido en potencias tecnológicas y le venden su tecnología a más de la mitad de la humanidad, mientras Venezuela sigue dependiendo de unos precios del petróleo cada día más bajos y con una producción muy deprimida y no invirtió en lo que planteó en su tiempo Arturo Uslar Pietri como es en la educación para sacar adelante a Venezuela. Ha habido un gran descuido y por eso estamos pagando las consecuencias.
Si las condiciones siguen como van y no se revierten las tendencias, la educación venezolana seguirá cuesta abajo en su rodada, perdiendo calidad y sus egresados ya no serán cotizados en el exterior y les costará mucho conseguir empleos por no tener la competencia que una sociedad de conocimientos y de tecnológica amerita. Y, por supuesto, para salir de esto es necesario un gran acuerdo nacional en función de convertir la educación en política del Estado y no en política de gobierno. Esto quiere decir que gobierno que venga, sea del signo ideológico que sea, debe respetar y garantizar la inversión suficiente para que Venezuela salga adelante. Tenemos que considerar a la educación como elemento estratégico para el desarrollo nacional y no puede estar bajo los vaivenes y criterios de los gobiernos de turno.
Lara / El Impulso