Las ciencias sociales son inexactas y no podemos proyectar el futuro linealmente. La historia es, como dice Javier Cercas, desordenada, azarosa e imprevisible y no coherente, simétrica y geométrica, como piensa la gente. Precisamente por eso se plantean escenarios que dan cabida a las grandes incertidumbres críticas. Pero para plantear esos escenarios tenemos que asumir un grupo de supuestos. Cosas que creemos que van a pasar o que no van a pasar, para darle un piso racional a nuestras proyecciones. ¿Nos podemos equivocar? Claro, y en muchos casos además queremos equivocarnos, pero los escenarios no se construyen en función de los futuros deseados o temidos, sino de los más probables.
Mucha gente me escribió la semana pasada, hasta molesta, porque dije que uno de nuestros supuestos básicos era que no habría en Venezuela una acción militar extranjera para provocar los cambios, ni a corto ni a mediano plazo, bajo ninguna excusa, cierta o artificial. Esta no es una valoración ética del tema, ni una posición personal; ni siquiera es una opinión.
Más allá de un comentario del presidente Trump, dejando abierta cualquier opción para resolver el problema venezolano, el hecho concreto es que todos los voceros relevantes de ese país han dicho en clara e inteligible voz que no esta planteada una intervención militar, ni clásica, ni por ayuda humanitaria. Mas allá de esas declaraciones oficiales, el análisis teórico y estratégico del tema nos lleva también a concluir que la probabilidad de acción militar americana en Venezuela, al menos en el periodo de análisis de estos escenarios, en un límite que tiende a cero.
No habrá ninguna intervención que ponga en peligro una gota de sangre americana para actuar en Venezuela, a menos que la situación interna de nuestro país se convierta en un peligro concreto que amenace la vida o la economía de norteamericanos y exclusivamente norteamericanos. Pero agreguemos a este análisis racional que no puede haber ninguna acción militar extranjera, ni siquiera justificada en acciones humanitarias, que no tenga una contraparte local estructurada, sólida y con un liderazgo identificable y respaldado por la población interna, que pudiera asumir el reto posterior de reestabilizar el país. Sin esa estructura, una acción de ese tipo es suicida para el ejecutante y garantía de inestabilidad a largo plazo para el país objetivo.
Si agregamos las declaraciones explícitas y claras de la Comunidad Europea, rechazando cualquier acción militar en Venezuela, la posición homogénea y clara del Grupo de Lima en contra de la intervención militar, bajo cualquier argumento político o social, incluso si miramos las declaraciones del embajador colombiano (del presidente Duque, uno de los más duros críticos latinos del gobierno venezolano), quien ha rechazado contundentemente una acción de ese tipo y quien ha explicitado el drama de pulverización de la oposición interna, podemos concluir que el predeterminado que indica que no esperamos acción militar alguna, no es una opinión personal sino una conclusión evidente y obvia, que de carambola es racional y lógica, gústele a quien le guste.
Desde Caracas