El papa Francisco ha escogido a 13 hombres a los que admira y cuyas inquietudes pastorales son similares a las suyas para que sean los nuevos cardenales de la Iglesia católica. La ceremonia formal de elevación de los prelados a la elite de la iglesia está prevista para las próximas horas.
Diez de ellos son menores de 80 años y por lo tanto pueden votar en un cónclave, lo que aumenta las probabilidades de que un futuro papa se parezca en gran medida al actual.
Tras este consistorio, Francisco habrá designado al 52% de los miembros del Colegio Cardenalicio en edad de votar. Muchos de los pastores que reciben el capelo rojo provienen de diócesis remotas del mundo en desarrollo que hasta el presente jamás fueron representadas por un “príncipe” de la iglesia.
Esto no es casual. Francisco, que es argentino, es el primer papa latinoamericano y el primer jesuita. Desde su elección en 2013 ha dado prioridad a las comunidades periféricas y marginadas tanto en sus viajes como en sus inquietudes pastorales y nombramientos.
Las designaciones del papa vuelven a la jerarquía católica más representativa de la iglesia universal, que crece en el sur global y se reduce en Europa y Norteamérica.
“Nuestra iglesia es vivaz, es una iglesia jubilosa de música y danza”, dijo el arzobispo de Rabat, Marruecos, el español Cristóbal López Romero, uno de los nuevos cardenales. “Es una iglesia donde hay más jóvenes que viejos, más negros que blancos”.
Otro de los nuevos cardenales es el jesuita canadiense Michael Czerny, a quien Francisco ha encomendado algunas de sus misiones más importantes. En 2016, lo puso a cargo de los asuntos de migrantes.
También recibirán los capelos rojos dos prelados con experiencia en las relaciones con el islam: Miguel Angel Ayuso Guixot, que dirige la oficina de relaciones interconfesionales, y su predecesor en el cargo, Michael Fitzgerald.
Uno de los nuevos cardenales, es evidentemente un favorito sentimental de Francisco: el jesuita lituano Sigitas Tamkevicius, que pasó 10 años preso en los campos de trabajos forzados, parte de ellos en Siberia, por sus actividades antisoviéticas.
Ciudad de Vaticano / AP