Destruido y fantasmagórico. Son estos los adjetivos que definen el estado actual del terminal de pasajeros del barrio La Aduana, en Barcelona.
La realidad era muy diferente años atrás, cuando había una constante movilización de transportistas y usuarios en las rutas urbanas y extraurbanas.
Los puestos de comida lucían concurridos generalmente; mientras vendedores ambulantes ofrecían variados productos por doquier.
Las actividades en estas instalaciones comenzaron a disminuir hace unos cuatro años cuando los choferes optaron por ir retirándose a causa de la inseguridad y el mal estado de las calles de acceso. Fue así como éstos mudaron sus paradas para diferentes vías del casco central y al Terminal Bolivariano, en la salida de la ciudad.
Los delincuentes no desaprovecharon la soledad para llevarse puertas y ventanas de las oficinas. También los lavamanos y pocetas de los sanitarios. Hasta con las tapas de las alcantarillas cargaron.
Las áreas donde funcionaban 15 locales de líneas extraurbanas de carros por puesto, repartidas en los laterales de tres andenes- son ahora usadas como basurero y baños.
Allí, nada de salvó. También desaparecieron las láminas de acerolit del techo de un largo corredor, donde estaba la oficina administrativa del terminal y de varias empresas transportistas.
En ese lugar, los pasajeros esperaban los autobuses que iban para la zona oeste del estado Anzoátegui, como Píritu, Clarines y Boca de Uchire.
Según expresaron unos residentes del sector, que prefirieron mantenerse en el anonimato, miembros del consejo comunal fueron quienes se llevaron las láminas del techo para resguardarlas, pero supuestamente las vendieron.
Facinerosos se adueñaron, además, de la cerca de alfajol de una cancha deportiva que está al lado del antiguo sitio de salida y llegada del transporte público.
En unos bancos que están al final del embarcadero, se sientan a conversar y a tomar fresco varios vecinos del barrio José Félix Ribas de La Aduana.
MATARON A UN OBRERO
El obrero de mantenimiento de la Alcaldía del municipio Simón Bolívar, Víctor Manuel Arcila Maraima, de 19 años, fue baleado en el abdomen, en una matiné realizada el pasado 30 de enero en la calle Principal del barrio La Aduana de Barcelona. Amigos del joven lo trasladaron a la sala de urgencias del hospital Luis Razetti, donde murió en horas de la tarde del día siguiente. El chofer Víctor Maraima relató que cuidó de su nieto desde un mes de nacido. El hombre dijo que había ido a hacer diligencias a San Fernando de Apure y se desplazaba por Zaraza, estado Guárico, cuando un familiar lo llamó para avisarle que habían herido a su muchacho. El conductor exigió que las leyes se cumplan y haya castigo para el asesino.
Una de las fundadoras de la comunidad, el ama de casa Rosa Buriel, refirió que al paredón del terminal le quitaron un tramo para facilitar la entrada de alrededor de 350 familias que habitan en la zona desde el 24/1/2005.
Esta septuagenaria expresó que el terminal quedó solo luego de que el gobierno decretara la cuarentena social para evitar la propagación del Covid 19.
Buriel se quejó, no de la inseguridad, sino de que hace cuatro años el agua no llega por las tuberías de las viviendas. Por suerte, la barriada limita con el río Neverí, del cual agarran el líquido para lavar la ropa, echarles a las pocetas y limpiar los pisos.
La mujer acotó que camiones cisternas de la Gobernación de Anzoátegui distribuyen agua gratuitamente; mientras que los privados venden un tambor por un dólar.
Algunos residentes también caminan unas diez cuadras para agarrar agua de una toma que está en el canal de alivio, al final de la calle San Carlos.
El barbero Saúl Aguilera (71) mencionó que los malandros se metieron en su casa, le hurtaron una máquina de cortar cabello, una bombona a gas y un ventilador.
Su amigo, el operador de máquinas industriales, José Martínez (67), indicó que alguien le tocó la puerta de su vivienda y dijo ser funcionario de la policía científica. “Cuando abrí, me di cuenta de que era un vecino de 14 años. Él me pidió que le regalara un paquete de arroz de la caja del CLAP”.
Al lado del terminal de pasajeros del barrio La Aduana, queda el mercado municipal, cuyo personal ha minimizado sus actividades.
En la edificación principal del centro de ventas de alimentos hay unos 100 locales que, en su mayoría, están inactivos.
Unos comerciantes, que omitieron sus nombres, afirmaron que el cierre obedece a que unos individuos, al parecer procedentes del sector La Burra, roban en los negocios.
“El vigilante nocturno tiene que esconderse cuando entran grupos de hasta 10 adolescentes que rompen paredes y santamarías para adueñarse de mercancía”.
En la parte posterior del mercado hay 20 puestos de comida que tampoco funcionan.
La comerciante Carmen Balza (40) relató que hace un mes, con una diferencia de 15 días, los ladrones violentaron tres candados anticizallas y la puerta de su local. Hurtaron 65 pollos de color blanco y 85 gallinas rojas.
También dos bombonas a gas, el freezer, tosty arepa, bolsas plásticas y cuatro cuchillos, valorado todo en 800 dólares.
Pese a que la dejaron casi en las tablas, Balza no se amargó, ni tiró la toalla. Ella, junto con José Guaiquirima (32), sigue trabajando en el negocio pues “más vale la vida humana”.
18 AÑOS
Tenía Luis Alberto Cacique Conoto, quien fue ultimado de una cuchillada en el lado derecho del cuello, durante una pelea en Barcelona. Ocurrió el lunes 5/7 entre las calles El Portón y Florida del sector La Burra, en el barrio La Aduana. El joven, conocido como “guillo”, estuvo detenido en un retén policial, de donde salió libre un día antes del crimen. Al parecer, a Cacique lo mató un compañero de andanzas, apodado “verruga”, quien se dio a la fuga.
En las cercanías del local están otros diez, incluidas una pescadería y una quesera que también fueron objeto del hampa.
El comerciante Jesús Marchán (59) dijo que en diciembre de 2020 hurtaron cuatro gallos e igual número de chivos en una venta de animales.
El hombre refirió que a los 12 años comenzó a trabajar junto con su padre, Epifanio Marchán, quien tenía una carnicería en el mercado. Las autoridades tumbaron el local para hacer remodelaciones, pero eso se quedó así.
Entre la avenida Fuerzas Armadas y la calle San Carlos de la barriada La Aduana está la plazoleta Poeta Eduardo Lezama y el Consultorio Médico Popular tipo II Doctor Richard Santamaría.
Cerquita está la capilla La Santa Cruz, de donde, seis años atrás, tres sujetos sacaron la campana de bronce que pesa 140 kilos.
Los rufianes no lograron llevársela porque el vocero comunal Ángel Pérez (66) llamó a gritos a su esposa Nancy Ochoa (68) para que le diera una supuesta escopeta para disparar.
Según afirmó Pérez, la estrategia surtió efecto, pues los “guapos para cargar” dejaron la campana en la placita.
“La seguridad está pésima en el barrio La Aduna de Barcelona. Pandilleros se meten en las casas, acabaron con el terminal de pasajeros y en el mercado roban todos los días. Falta vigilancia policial”
Rafael Saiz - Bedel
La pareja reside en un anexo de la capilla, desde 2004, y se ocupa de resguardar las instalaciones.
Al lado está un galpón, donde labora, desde hace dos meses, el obrero de mantenimiento Luis Rondón (45), quien eliminó el monte que crecía enfrente, en una cuneta de la calle San Carlos.
El señor aseveró que allí no ha habido problemas, pues por la vía pasan a diario uniformados de las Policías Municipal de Bolívar (Polibolívar), del estado Anzoátegui (Polianzoátegui), Nacional Bolivariana (PNB) y Guardia Nacional Bolivariana (GNB).
Barcelona / Yraida Núñez
