En el salón central de una iglesia enclavada en un barrio de clase media del este de la capital, el sacerdote Honegger Molina coordina con más de una docena de sus ministros de eucaristía, algunos de ellos conectados por internet, las etapas de la misa para corregir los errores de la ceremonia y garantizar las medidas de seguridad sanitaria en medio de la pandemia del coronavirus.