En el salón central de una iglesia enclavada en un barrio de clase media del este de la capital, el sacerdote Honegger Molina coordina con más de una docena de sus ministros de eucaristía, algunos de ellos conectados por internet, las etapas de la misa para corregir los errores de la ceremonia y garantizar las medidas de seguridad sanitaria en medio de la pandemia del coronavirus.
Si no fuera por su indumentaria negra de sacerdote, se podría suponer al escuchar a Molina, de 45 años, que no es un padre el que habla sino el gerente de una empresa.
Sin proponérselo, el religioso ha roto con los esquema conservadores de la Iglesia Católica en Venezuela, imprimiéndole modernidad, gerencia y hasta una conexión con los millennials al crear una cuenta en la plataforma TikTok.
Ni la cuarentena vigente desde marzo ha detenido a Molina, de formación jesuita, quien pese a la orden presidencial que prohíbe las concentraciones en las iglesias ha llevado adelante las misas en su parroquia Anunciación del Señor en La Boyera, guardando las medidas de bioseguridad, en contracorriente a muchos de sus colegas que desde hace más de seis meses mantienen los templos cerrados, una decisión que ha representado un duro golpe para muchos feligreses en Venezuela, un país mayoritariamente católico.
El religioso, quien también es graduado en periodismo y dicta clases en la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), aprovechó la pandemia para ampliar la penetración de la Iglesia Católica a través de internet y recurrió a Instagram, Twitter y YouTube para transmitir diariamente las ceremonias eclesiásticas de su parroquia, atrayendo a cientos de seguidores, mayoritariamente mayores de 40 años.
Iniciativa
Molina dijo en entrevista con The Associated Press que no solo los habitantes de Venezuela se han sumado a la iniciativa de las misas por internet en medio de la pandemia, sino también muchos venezolanos que viven en otros países de Sudamérica y Europa que migraron en los últimos años huyendo de la brutal crisis que azota a la nación suramericana.
Entre risas el sacerdote, que actualmente estudia un doctorado en Historia en la UCAB, confesó que recientemente se unió a TikTok y publicó en esa aplicación seis vídeos para llegarle a los niños y jóvenes y “llevar mensajes de evangelización a esa generación”.
Molina es oriundo del poblado cafetalero de Canaguá, en el estado occidental de Mérida, y se inició en el sacerdocio hace 20 años, eríodo durante el cual ha estado muy vinculado al cardenal Baltazar Porras, a quien acompaña ahora como vicario episcopal para las comunicaciones de la Arquidiócesis de Caracas.
La carrera de sacerdocio de Molina ha coincidido con los convulsos años que ha vivido Venezuela tras la llegada al poder del fallecido presidente Hugo Chávez (1999-2013) en los que las relaciones entre el gobierno y la Iglesia Católica han sido muy tirantes.
Tanto Chávez como el mandatario Nicolás Maduro han señalado a las autoridades venezolanas de la Iglesia Católica de atacar con “mentiras” al gobierno, mientras la Conferencia Episcopal Venezolana ha acusado al actual gobernante de implantar un “sistema totalitario” y de buscar mantenerse en poder “a costa del sufrimiento del pueblo”.
Complejidad
Molina admitió que estas dos décadas han sido muy complejas porque los gobiernos de Chávez y Maduro “le ha dado mucha fuerza” a diversos cultos y sectas religiosas.
“Ha sido una experiencia muy dura, muy difícil, pero nunca de rendirnos, nunca de entregarnos, nunca dejar que la Iglesia pierda espacios”, agregó.
Mientras algunos críticos de Molina lo consideran un sacerdote con un dominante discurso político, de orientación opositora, otros, como Francisco Villasmil, un empleado de mantenimiento de la parroquia la Anunciación del Señor, asegura que es un religioso “muy especial” porque “siempre le busca la solución a todo. Para él no hay imposible”.
Caracas / Fabiola Sánchez / AP