En los últimos meses la posibilidad de una recuperación económica ha estado en boca no sólo del Ejecutivo nacional, sino de grupos de académicos y profesionales vinculados con la oposición, que lo han visto factible incluso, sin necesidad de lograr un cambio de Gobierno.
Sin embargo, tras una década de colapso, los pronósticos más optimistas parecen dejar de lado un factor de urgente resolución, previo a una reconstrucción económica. Y es que el primer obstáculo que tiene que sortear el país dentro de cualquier proyecto es atender el maltrecho sistema eléctrico.
La migración de más de 6 millones de venezolanos y la baja operatividad de la industria en Venezuela -que sólo trabaja a 28% de su capacidad instalada según Conindustria-, ha hecho que la demanda de energía se haya reducido desde 19 mil megavatios en 2013 a 12 mil megavatios en la actualidad.
Pero a pesar de esta caída de 40% en la demanda, actualmente no hay capacidad para cubrirla debido a las condiciones de deterioro del servicio.
En este escenario, según especialistas consultados por El Tiempo, cualquier aumento significativo de las exigencias de energía, producto de una recuperación del aparato industrial y comercial, llevaría a una sobredemanda que haría colapsar rápidamente el sistema, e incluso elevar el número de fallas y apagones que existe en la actualidad.
El ingeniero especialista en energía de respaldo y transición energética, Juan Carlos Rodríguez Adrián, cree que parte del proceso de recuperación económica debe ir de la mano con la generación eléctrica “o nos acercaremos a un apagón como el vivido en marzo de 2019”.
“La lógica me dice que un evento como ese no debe suceder nuevamente por lo que la recuperación económica debe venir con el aumento de la capacidad de generación, so pena de nuevamente ser víctimas de un apagón en condiciones similares a las ya vividas. Corpoelec debe haber aprendido que esa situación no puede volver a ocurrir por impericia o descuido”, subrayó el experto.
La generación del Sistema Eléctrico Nacional (SEN) en la actualidad se ubica en aproximadamente 11 mil megavatios, menor a la demanda de 12 mil megavatios, lo que explica, en parte, la cantidad de fallas de energía que se siguen reportando a diario en el país. La carga de electricidad producida sigue siendo insuficiente a pesar de la baja exigencia.
Inversión externa
Richard Casanova, presidente de la Fundación Construye País y directivo del Colegio de Ingenieros, explicó que uno de los primeros pasos de recuperación es el restablecimiento de la calidad del servicio eléctrico y eso exige una inversión inmensa que sugiere financiamiento externo. “No hace falta ser experto para advertir las dificultades para avanzar en un proceso de privatización en las condiciones actuales y sin procurar una salida concertada a la crisis política”. Insiste que lo primero que se debe preguntar es si el Gobierno está en posibilidad de garantizar seguridad jurídica y si los inversionistas sienten confianza en el Gobierno. “Quizás en la mesa de negociación en México pueda establecerse algún mecanismo que brinde seguridad jurídica a los inversionistas, de lo contrario es cuesta arriba”.
El 85% de la generación actual depende principalmente de la infraestructura hidroeléctrica, con una capacidad instalada de entre 16 mil y 17 mil megavatios -sólo la central de Guri, en Bolívar tiene una capacidad de producir 13 mil megavatios, pero proporciona 8 mil. El restante 15% de la generación, corresponde a las instalaciones termoeléctricas, que requieren de combustible.
La distorsión y baja capacidad del servicio eléctrico queda en evidencia si se toma en cuenta que el país tiene una capacidad instalada global para generar entre 35 y 36 mil megavatios. El SEN fue diseñado originalmente para operar con un aporte de más de 40% de las fuentes térmica.
De esta forma, según los especialistas, el Gobierno está utilizando de manera excesiva las redes de generación hídrica que dependen de las centrales hidroeléctricas de Guri, Caruachi y Macagua, que se encuentran afectadas por años de desinversión y falta de mantenimiento.
Mientras, la generación termoeléctrica -que depende de Tacoa, Planta Centro y otras instalaciones en del Zulia-, ha seguido cayendo, de tal forma que en la actualidad hay disponibles solamente entre 1 mil 800 y 2 mil megavatios de una capacidad instalada superior a los 18 mil.
El ingeniero Rodríguez Adrián apunta que para 2013, año de la última medición oficial que da Corpoelec, la demanda máxima de energía en el país estuvo por el orden de los 19 mil megavatios, una exigencia que ya para esa fecha Guayana no podía cubrir, generando la necesidad de hacer racionamientos.
“En un país como Venezuela, necesitamos entre 20 mil a 25 mil megavatios para tener una economía estable y en crecimiento, y debería estar contemplado en un plan de recuperación (...) Tener 12 mil megavatios disponibles, que es lo que se puede transportar por el sistema de transmisión, sin contar con el soporte de las termoeléctricas o muy poco de ellas, profundiza la crisis e incrementa los racionamientos”.
El experto subraya que todas las fluctuaciones de energía que se experimentan a diario en el país son producto de la demanda de energía que el sistema es incapaz de aportar.
“Cada vez que ocurren fluctuaciones de energía debemos recordar la analogía del carrete y el hilo: Si extendemos por completo su capacidad y lo tensamos demasiado este se puede romper. Lo mismo está pasando con el sistema eléctrico. Se trata de una país que está demandando energía, jalando esa cuerda, y que el sistema no es capaz de aportar”.
Indica que esta situación obliga a desconectar a las regiones más lejanas hasta lograr la estabilidad de la operación.
Las fallas eléctricas registradas en el país en el último año, tienen su punto de origen en la desinversión y paralización de proyectos de mejoras en las instalaciones a lo largo de más de dos décadas.
Según el Comité de Afectados por los Apagones desde marzo de 2019 -cuando ocurrió el mega apagón que afectó al país por varios días-, hasta finales de 2021, se reportaron 442 mil 850 fallas eléctricas -sólo el año pasado se contabilizaron 194 mil 659 incidentes, que incluyeron 12 apagones en todo el territorio, principalmente en Zulia, Táchira, Mérida, Barinas, Miranda y Guárico.
No obstante, el primer trimestre de 2022 el número de fallas - 13 mil 423-, se redujo 64,6%, respecto al mismo periodo de 2021 cuando se contabilizaron 38 mil 004 incidentes. Según el Comité de Víctimas por los Apagones esto se debió a que, en aquel momento, el país se encontraba en cuarentena por el Covid-19, llevando un consumo doméstico mayor que saturó el sistema de transmisión.
Richard Casanova, presidente de la Fundación Construyen País y directivo del Colegio de Ingenieros de Venezuela (CIV), asegura que hoy se sufre una prolongada crisis eléctrica como resultado de una cantidad de factores que se han ido acumulado.
“Ciertamente, son dos décadas sin el mantenimiento requerido y sin hacer las inversiones necesarias para mantener la capacidad operativa, pero también hay que sumar la inexperiencia e incompetencia de quienes hasta ahora han manejado al sector. Además, hay que mencionar la voraz corrupción que ha engullido miles de millones de dólares supuestamente destinados al sistema eléctrico”.
Rodríguez Adrián puntualiza que para comenzar a entender la crisis actual hay que remontarse al 2006, que es cuando se unen la curva de generación disponible con la curva de demanda.
“Antes de ese año, el país contaba con un superávit casi del 50 % de generación eléctrica. A partir de ahí, se genera una situación donde la demanda nos alcanzó en el tiempo. En el año 2000 hubo una paralización de los proyectos eléctricos, haciendo que el país se rezagara en la instalación de los nuevos equipos de generación”.
Recordó Rodríguez Adrián que hace mucho más de una década buena parte del país dependía de la generación de las termoeléctricas, representando más de 50 % de la demanda.
“Desde 2010 se dio una primera campanada. Del total de la capacidad de generación, 19 mil megavatios eran termoeléctricos, es decir 52 % de la capacidad del país es termoeléctrica, la cual usa gas o fuel oil para producir energía. Por su parte, 47 % es hidroeléctrica, como el sistema Caroní (Guri, Caruachi y Macagua)”.
Explicó que la realidad de 2010, cuando se pretendió apagar el sistema Caroní por la sequía que afectó el embalse, reveló que el parque termoeléctrico estaba fuera de servicio recayendo todo el peso de la demanda en la hidroeléctrica.
“Para ese momento el consumo no pasaba de 18 mil megavatios. Ahí se demostró que algo pasaba con el parque termoeléctrico porque no debió haber crisis. Había un problema de disponibilidad de los equipos de generación termoeléctrica”.
Rodríguez Adrián dice que quedó develado que el apoyo real con esos sistemas termoeléctricos era muy bajo y que el país dependía de las instalaciones de Guayana y el sistema de transporte de energía de alta tensión o Sistema Interconectado Nacional.
“La central de Guayana no está construida para exportar toda esa energía a los centros de consumo. El sistema interconectado no se concibió para traer al resto del país toda esa carga, por ello se tiene un cuello de botella ya que a lo sumo está en capacidad de transportar entre 12 mil y 13 mil megavatios. Aunque se tuviesen los 17 mil megavatios disponibles no se está en la capacidad de transmitirle a lugares tan remotos como Mérida, Zulia o Nueva Esparta”.
Explicó que Venezuela tiene un déficit de al menos 6 mil a 8 mil megavatios, sobre todo de las termoeléctricas.
Para sortear el precario equilibrio que mantiene la generación y transmisión de energía en el país -y alcanzar la meta de al menos 20 mil megavatios - se debería contar con una inversión de aproximadamente $15 mil millones en un lapso de cinco años.
Un objetivo que según los especialistas tendría que estar a la cabeza de cualquier plan de recuperación económica.
Caracas / Rafael Arias / Rodolfo Baptista