Keismer Andrés Silva, quien se denomina servidor de Dios, realiza labores sociales dirigidas a niños y adultos con su organización “Dios es bueno” (aún no registrada) desde hace aproximadamente cuatro años. Este hombre, quien tiene como objetivo ayudar a las personas sin buscar popularidad, confesó que desde que se inició la pandemia se siente más fuerte.
Hace años este “hombre de fe”, como él mismo se designó, comenzó a desarrollar actividades sin fines de lucro, un tercer domingo del mes de julio por motivo del Día del Niño. Silva se organizó, llevó dulces a los pequeños de hogares menos beneficiados y ofreció jornadas recreativas gratuistas. “La mayor satisfacción es ver la sonrisa de los niños”, dijo.
Tras el gozo que dijo haber sentido al ver la felicidad de los niños, siguió realizando estas labores para seguir provocando y sintiendo esta emoción, que para él es un regalo de Dios.
Este fin de semana, él y quienes lo acompañanen este proyecto se dirigieron a las comunidades de Naricual, Mayorquín, Los Pemones, Molorca, La Invasión, San Diego y El Rincón, para ofrecerles a aproximadamente 2.000 niños bolsas de dulces, snacks y juguetes. También ofrecieron “perros calientes” como merienda.
Keismer es un hombre al que le gusta servir a los demás y manifestó que no ha necesitado ayudas políticas para llevar a cabo esta iniciativa. Todos los que forman parte de la organización “Dios es bueno” son adoradores de El Señor. Además, recibe ayuda de una hermana que se encuentra en el extranjero. Ella envía juguetes de buena calidad para los niños que visitan.
Sin embargo, no todas las ayudas deben ser grandes o caras, pues afirma que aún sin dinero se puede aportar algo que haga sentir a los pequeños muy felices.
También realizó labores en diciembre del año pasado, cuando ofreció más de 1.000 hallacas a quienes no tenían para comer el plato tradicional navideño. Entre las acciones más recientes, mencionó que visitó a una joven especial que cumplió 24 años de vida este lunes pasado. A la cumpleañera le llevó una torta, artículos personales y comida.
Puerto La Cruz / Rubmar Perdomo