Depresión, furia, suicidio: esos son los oscuros ingredientes de la última obra escrita por Sarah Kane antes de que se suicidara a los 28 años. Ahora una versión operística, tan brillante como perturbadora, tendrá su estreno en Estados Unidos.
La ópera "4.48 Psychosis", compuesta por Philip Venables y adaptada de la obra homónima, debutó con elogios del público y la crítica en Londres y será presentada en Nueva York en el festival anual Prototype dedicado a promover nuevas obras.
“Me sentí inmediatamente conmovida con la pieza”, dijo Beth Morrison, codirectora de Prototype. "¿Es depresiva? Claro que lo es. Es aleccionadora, difícil... pero buscamos obras como esta para expresar la condición humana y las cosas que sufrimos como humanos y como sociedad”.
Kane irrumpió en las tablas en 1995 con su primera obra, "Blasted", que impactó al público por sus escenas de sexo explícito y de violencia.
"4.48 Psychosis" se estrenó en el 2000, un año después de que Kane se ahorcara. El título parece hacer referencia al minuto preciso en el que la dramaturga aquejada de problemas despierta espontáneamente y tiene un periodo de lucidez antes de requerir su siguiente dosis de medicamentos a las 6:00 am.
La estructura de la obra es única: no hay una lista de personajes, no hay indicaciones de quién dice qué diálogo, no hay una narrativa clara y apenas hay alguna dirección de escena. Para Venables, eso representó un reto enorme pero también una libertad bien recibida.
Una obra variada
"Tiene una variedad enorme de modalidades de texto”, explicó en una entrevista esta semana en el Baruch Performing Arts Center, donde la ópera tendrá seis funciones a partir de este sábado. “Así que no es solo monólogo o diálogo. Algunas partes ni siquiera son textos verbales. Son apuntes de médicos, o una lista de números, que no necesariamente están ahí para ser hablados”.
"Se puede dividir como uno quiera, lo cual te da una flexibilidad increíble en términos musicales”, agregó.
Venables decidió escribirla para seis cantantes femeninas, dos de las cuales asumen por momentos los papeles de paciente y terapeuta. "El texto claramente tiene una polifonía de voces, como voces opuestas en tu cabeza”, señaló Venables. "Quise representar eso en una polifonía musical real, por eso elegí tener seis voces en el escenario”.
La partitura orquestal pide saxofones, violas, un acordeón, bajo, flauta y flautín. También hay lo que Venables califica como "piezas diversas” de instrumentos de percusión, incluyendo un serrucho, además de sonidos previamente grabados de estática y “música de elevador”.
La obra de 90 minutos fue presentada originalmente en 2016 en conjunto por la Ópera Real y la Escuela Guildhall de Música y Drama.
El crítico Tim Ashley del diario The Guardian tuvo una respuesta positiva similar a la de muchos otros al calificarla como “un logro excepcional” que “confirma la reputación de Philip Venables como uno de los más refinados de la generación más joven de compositores que trabaja en la actualidad”.
Igual de entusiasta fue la recepción que tuvo en Londres el año pasado. Y ya hay planes para montar producciones en Dresden, Alemania y Estrasburgo, Francia.
“Me tomó por sorpresa lo mucho que ha crecido”, comentó Venables. "Me sentí orgulloso de la pieza y sentí que había logrado lo que quería, pero uno nunca sabe cómo responderá el público. Nunca hubiera pensado que dos años después estaría en Nueva York”.
Director de orquesta
Poco ha cambiado desde el estreno. El director Ted Huffman está nuevamente a cargo de la producción y gran parte del elenco está intacto. William Cole, quien trabajó con el director original en Londres, dirigirá a la orquesta.
Pero Venables dijo que él y sus colaboradores sí jugaron un poco con el final, que en la producción original presenta una soga para que la protagonista la use en su muerte.
“Cuando la revivimos en 2018 la retiramos porque no la necesitábamos”, acotó. “Era demasiado obvio. Ahora solo mira al techo y de alguna manera lo sabes”.
La música, a menudo abrupta y estridentemente disonante, se torna más suave y elegíaca en las últimas páginas mientras el personaje principal se queda solo en el escenario.
“Quería que se sintiera catártica al final”, afirmó Venables. "Claramente hay mucho sufrimiento en esta pieza, y en ese sentido hay una sensación de descanso, o de llegada, de un final al sufrimiento, una especie de respiro”.
Nueva York / Mark Silverman / AP