El béisbol ha tenido una transformación alucinante desde que Edgar Martínez tomó su último swing y Mike Mussina, Mariano Rivera y Roy Halladay hicieron sus últimos pitcheos.
“No nos alcanza el tiempo para hablar de ello”, dijo el siempre erudito Mussina el miércoles cuando el trío de nuevos consagrados en vida al Salón de la Fama comparecieron en una rueda de prensa. “El béisbol siempre evoluciona — siempre ha sido así. No estoy seguro que me guste el cambio reciente que ha tenido, pero esa es su naturaleza”.
Cuando Mussina retiró a Dustin Pedroia de Boston con un rodado para doble play para completar su última aparición en 2008, una apertura que le permitió alcanzar las 20 victorias en una campaña por primera vez a los 39 años, los ponches en las mayores totalizaron 32.884. Ello eclipsó una marca que había perdurado desde 2004.
Los ponches llegaron a 41.207 el año pasado, un récord por 11ma temporada seguida.
Nueva era
Cuando el puertorriqueño Martínez bateó por última vez en 2004, con un rodado de doble play ante el relevista de Texas Brian Shouse, ni siquiera se llevaba la cuenta de las formaciones especiales, rara vez empleadas para enfrentar a unos cuantos bateadores zurdos que jalaban demasiado por su banda, como el toletero de Medias Rojas David Ortiz.
La Era Analítica, sucesora de la Era de los Esteroides, apenas arrancaba en 2013, cuando Derek Jeter y Andy Pettitte caminaron hacia el montículo del Yankee Stadium para sacar a Rivera. El cerrador panameño fue relevado en pleno inning ante Tampa Bay, en medio de las lágrimas y vítores de su último juego, luego que había retirado a Yunel Escobar con un elevado.
Ese mes también marcó la última actuación de Roy Halladay, quien falleció en un accidente de aviación hace 14 meses y fue elegido de manera póstuma. Su familia acudió a la rueda de prensa.
Las formaciones especiales llegaron a 34.673 el año pasado, por encima de los 8.180 en 2013 y 2.357 dos años después. Parcialmente como resultado, el promedio de bateo colectivo en las mayores declinó a .248, el más bajo desde 1972.
“Cuando jugué, con dos strikes tratábamos de poner la pelota en juego”, dijo Martínez en una sala de fiestas en lo más alto del hotel The St. Regis en Nueva York. "Ya no veo a muchos jugadores haciendo eso. Siguen buscando un swing fuerte con dos strikes. Yo desearía que dejaran de hacer eso”.
En sintonía
La elección del Salón de la Fama es el homenaje anual que el deporte se hace. El presidente del Salón, Jeff Idelson, resaltó lo selecto que es. De 19.429 jugadores en Grandes Ligas, solo 232 fueron seleccionados para Cooperstown, incluyendo 132 en la papeleta anual de la Asociación de Cronistas de Béisbol de Norteamérica.
Sus opiniones son importantes.
“Como abridor, si no puedes lanzar a fondo en los juegos, se te escapan oportunidades para conseguir victorias y no podrá lanzar muchos innings. Hay una lista completa de cosas que pasan”, dijo Mussina. “Así que como abridor, no soy un gran fanático de la tendencia, pero yo no tomo las decisiones. Soy un viejo que dejó de jugar hace unos años”.
Rivera, el primer jugador elegido por unanimidad por la Bbwaa, fue cortante con sus palabras como lo hacía con sus pitcheos.
“Estoy de acuerdo con Moose”, dijo. “Es el hombre”.
Rivera promedió 92-94 mph con su devastadora recta cortada desde 2007 hasta el final de su carrera, cuando la velocidad pasó a tener la misma importancia que las victorias, las derrotas, los jonrones y las carreras impulsadas. Martínez destacó que el esplendor de los relevistas con rectas fulminantes empezaba a tomar forma en su último año, ahora con lanzadores que salen del bullpen tirando 96-97 mph.
“Ahora cada equipo tiene a dos o tres, así que es difícil”, dijo. “Creo que los jugadores se adaptan a ese tipo de velocidad. Se adaptarán a medida que lo vean con consistencia”.
Nueva York / AP