Dos sucesos recientes en el estado Táchira, donde estuvieron involucrados varios integrantes de iglesias evangélicas en el país, han puesto en boca de la sociedad las creencias de los venezolanos, sin importar el estrato social, reseñó TalCual.
Desde 1999, el Estado venezolano establece en el artículo 2 de su Constitución que es «democrático y social de derecho y de justicia». Más adelante, en el artículo 59, se garantiza la libertad de religión y cultos «y a manifestar sus creencias en privado o en público, mediante la enseñanza u otras prácticas, siempre que no se opongan a la moral, a las buenas costumbres y al orden público«.
Venezuela es un Estado laico, pues funciona de manera independiente de cualquier organización o religión, que tampoco influyen —o no deberían— en la política nacional. Estas prácticas son censadas y vigiladas por el Ministerio de Interior, Justicia y Paz, a través de la Dirección de Justicia y Cultos.
TalCual intentó conocer el número registrado de asociaciones religiosas a través de cuatro solicitudes de información al Ministerio de Interior y la Dirección de Cultos, pero al momento de publicar esta nota no se había recibido respuesta.
Para que una religión o culto sea reconocido como tal por las autoridades debe cumplir con una serie de pasos administrativos, entre ellos la presentación de un acta constitutiva, así como demostrar un domicilio fijo.
Según una encuesta de Meganalisis, de agosto de 2022 y aplicada a 1.017 personas de todo el país, el 80,7% declaró que la mayoría de los miembros de su hogar practicaba el catolicismo. 13,95% dijo que su religión era la evangélica, es decir, que siguen las enseñanzas de Jesuscristo; y 4,3% dijo que en su casa eran ateos.
Un 0,87% de los encuestados aseveró que puertas adentro en su vivienda se practica el judaísmo y solo un 0,18% declaró otras religiones.
Mientras que el Informe 2021 sobre libertad religiosa internacional, hecho por el Departamento de Estado de Estados Unidos, estima, con base en las estadísticas oficiales disponibles más recientes, que el 96% de la población venezolana es católica.
«Sin embargo, es probable que el crecimiento de las comunidades evangélicas protestantes y no creyentes haya reducido este porcentaje», dice el informe.
Mientras que los líderes de la comunidad musulmana consideran que hay entre 100.000 y 150.000 seguidores del Islam (entre el 0,3 y el 0,5% de la población), que consisten principalmente en personas de ascendencia libanesa, siria y libia que viven en el estado Nueva Esparta y el área metropolitana de Caracas, así como en Valencia y Maracaibo. Los sunitas son la mayoría, con una comunidad chiíta minoritaria principalmente en la isla de Margarita.
Los observadores del Departamento de Estado estimaron para 2021 que hasta el 30% de los venezolanos sigue las prácticas de las religiones afrodescendientes, la santería y el espiritismo.
Pese a los datos de Meganalisis y el Departamento de Estado, hay otras encuestadoras que no dan tanta preeminencia al catolicismo entre los venezolanos. Un sondeo hecho por Latinobarómetro en 2020 ubica en 63,6% la cantidad de seguidores de la Iglesia católica y en 2,2% los creyentes, pero no practicantes.
En todo caso, esto demuestra una disminución del catolicismo en tres puntos porcentuales respecto a 2018, según la empresa encuestadora.
Otro dato que llama la atención es que el 7,2% de los venezolanos no se identifica ni con el catolicismo, los evangélicos, judaísmo, santería u otros cultos afrodescendientes. Es decir, son personas que se identifican con otras corrientes de la fe.
Hay otro punto a tomar en cuenta. Desde febrero de este año la Subcomisión de Libertades de Religiones y Cultos de la Asamblea Nacional que domina el PSUV, prometió trabajar un anteproyecto de ley sobre Promoción, Estímulo y Protección de las Religiones y Cultos en Venezuela.
El diputado Oswaldo Vera, presidente de la subcomisión, explicó que esta normativa favorecerá la libertad de culto en aras de mantener los elementos fundamentales que existen en Venezuela, «pero con las restricciones y los elementos que todo Estado debe tener».
Mientras que el diputado —y pastor evangélico— Alfonso Campos, del partido El Cambio, cuyo fundador es el pastor cristiano Javier Bertucci, dijo a la agencia EFE en febrero que este proyecto «solo busca establecer un orden y el mismo reconocimiento ante el Estado para las distintas expresiones religiosas».
Campos cuestionó entonces el Convenio entre el Estado venezolano y la Santa Sede, —aprobado por el Congreso de la República en 1964 y que actualizó el concordato suscrito en el siglo XIX—, que se resume en representación diplomática y manejo de instituciones educativas, que deja al resto de religiones como simples asociaciones civiles o expresiones de fe de menor rango.
El anteproyecto de ley sobre Promoción, Estímulo y Protección de las Religiones y Cultos en Venezuela, que aún no ha sido presentado en plenaria, fue consignado en marzo por el Consejo Nacional Interreligioso, el Movimiento Cristiano Evangélico por Venezuela; dos grupos relacionados a la santería y cultos afrodescendientes: Guardianes de los Ancestros y Oriateces de Venezuela; Iglesias Gnósticas de Venezuela; además de los partidos Organización Renovadora Auténtica (ORA) y Unidad Popular Venezolana (UPV), entre otros.
El Informe sobre Libertad Religiosa del Departamento de Estado de Estados Unidos no solo ofrece un balance sobre las prácticas de este tipo de creencias en la sociedad venezolana, sino sobre los obstáculos que encontraron durante 2021.
En declaraciones a TalCual, un portavoz del Departamento de Estado comenta que este tópico en el país «continúa sufriendo debido a la represión del régimen de Maduro».
Además, señalan a las autoridades venezolanas de impedir que grupos religiosos brinden ayuda a las familias afectadas por inundaciones masivas en varias partes del país durante en 2021, especialmente en el estado de Aragua.
«También nos preocupa que algunos miembros de la comunidad judía informen que el régimen y sus simpatizantes, incluidos algunos medios de comunicación afiliados al régimen, usan el antisionismo para enmascarar el antisemitismo, diciendo que evitaron las acusaciones de antisemitismo al reemplazar la palabra judío con sionista«.
Caracas / TalCual