En referencias a ideas políticas, cada quien tiene su propio ideario, su propia fuente de información, su propia interpretación de los hechos, su propia tesis y antítesis sobre cuanto acontece.
Pero el asunto es, que más allá de conceptos como tesis, antítesis y síntesis, que nos legara el pensador alemán Karl Marx, nos tropezamos entonces con parte de la base dialéctica de la teoría de Hegel, aquella que nos habla de algo denominado “antinomia”, que, palabras más palabras menos, refiere a que cualquier sociedad, igual que la razón, se halla inmersa en un permanente sistema de oposiciones que son muy esenciales y sensibles al movimiento y a la vida de la humanidad. Por lo tanto, “todo principio social supone una idea antisocial que la niega” (¿me explico?), y toda institución que enarbola o defiende tal o cual principio lleva en sí misma una tendencia opuesta que realizada la destruiría sin remedio.
Entonces, a medida que la razón humana (esa facultad a través de la cual el ser humano es capaz de identificar conceptos, cuestionarlos, hallar coherencia o contradicción entre ellos), reconoce y admite un principio social, también descubre y prueba por medio del análisis, el principio antisocial opuesto, hecho luego del cual, se apresta a resolver ese antagonismo que tanto le preocupa, buscando una idea compleja que concilie estos dos principios, lo cual es muy parecido al movimiento elíptico de los planetas que busca conciliar las dos fuerzas, centrífuga y centrípeta que lo producen, con una acción contraria y simultánea.
Es decir, que los hechos sociales son, en palabras de “a centavo” (como diría Conny Méndez), otras tantas tesis y antítesis que buscan la armonía de una síntesis, entendida ésta, no como un simple término medio de algo, o como un eclecticismo arbitrario (escogencia de la tesis más sensata para formar un cuerpo de doctrina), sino como un tercer principio, una tercera opción con argumentos y fundamentos, una suerte de ley superior que sin excluir a los contrarios, los ponga a todos de acuerdo absorbiéndolos en una fórmula compleja pero absoluta y determinante.
Este planteamiento, que de seguro ha dejado a más de uno sumido en la reflexión, pudiera ser la base filosófica que explica el accionar de unos cuantos liderazgos nacionales (políticos, empresariales, gremiales, sindicales, en fin) que han demorado mucho en tomar posturas públicas definidas sobre cuánto está pasando, porque soy de los que piensa que vivimos tiempos donde “las medias tintas” no son una opción; es decir, o estás de acuerdo o estas en contra con lo planteado por la Asamblea nacional para recuperar el país.
Nos preguntamos entonces en cuento al pueblo llano… ¿Qué grupo humano representa en la actualidad la tesis y la antítesis? ¿Quiénes son los buenos y quienes los malos?… Porque cada uno de estos conglomerados humanos se siente los buenos del asunto, de allí a que sea tan difícil conciliar a todo el país y ponerlo de acuerdo en cualquier tema que reclame ser despolitizada para su solución, respetando sobremanera el ideario y sobre todo la intención de quienes se han lanzado a la arena política y ciudadana acompañados solo por sus convicciones, sueños e ilusiones.
Siguen incógnitas rasgando el cielo patrio… ¿Qué tiene que pasar en el país para que se logre “esa síntesis” que nos agrupe a todos sin excepción? ¿Quiénes serán los elegidos para conducirnos por esas sendas? ¿Serán éstos, reconocidos por todos?
He allí el dilema…
Así de simple