Los fuertes vientos que azotaban la mañana de este domingo a la ciudad de San Antonio Táchira impedían que Jesús Medina, junto a su esposa e hija, de dos años, se movilizara con normalidad hacia Peracal, donde esperaba conseguir el primer aventón que los acercara a su destino, el estado Yaracuy.
Medina, de 33 años, vivió cuatro años en Ipiales, ciudad colombiana, ubicada cerca de la frontera con Ecuador, en compañía de su esposa e hija. En esa comunidad andina se desempeñó en el área del reciclaje y como tatuador. “Al principio, cuando uno entraba a Colombia, todo era bien, machaba bien, y se conseguía trabajo”, recalcó.
Ahora, aclaró, el escenario se complicó “con los venezolanos que han llegado haciendo daño, robando y peleando entre ellos mismos. Es por esa razón que el colombiano ya no nos quiere emplear”. Ese punto y el hecho de no tener trabajo, lo empujaron a retornar a Venezuela con los suyos.
Los tres salieron de Ipiales, hace aproximadamente un mes, y enfrentaron una travesía poco alentadora: se bañaban cuando se tropezaban con alguna quebrada o río, y se alimentaban de lo que lograban conseguir en el trayecto. “Donde nos agarraba la noche, armaba la carpa, que aún conservo, y dormíamos”, indicó.
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San Cristóbal / LN