María Eugenia Longart Rojas era muy joven cuando decidió dedicarse a la docencia. Confesó que no era la carrera de sus sueños, pero era lo que tenía más a su alcance tras terminar el bachillerato.
Fue poco el tiempo que tuvo que invertir para desarrollar su vocación, que creció al compartir con los niños dentro de las aulas. “Sobre todo con esos pequeñitos que te dan ese amor incondicional”, expresó la especialista en Educación Preescolar.
Longart tiene más de dos décadas dedicada a la labor de enseñar, de la que con el tiempo se logró enamorar, pero los últimos años no han sido precisamente lo que esperaba.
“El principal reto que he tenido que enfrentar en esta pandemia es el de adaptarme a un sistema educativo online, logrando buenos resultados y aprendiendo cada día más. Hay que hacer un ensamble de todas las circunstancias; allí se incluyen la situación económica, el virus y la incertidumbre”, explicó la nativa de Carúpano, en el estado Sucre.
Sacar a flote el optimismo ha sido la clave para demostrarles a esos alumnos que esperan en las pantallas, o eventualmente en los salones de clases, que sí siente alegría y amor por el oficio.
“Hay que buscar las estrategias para lograr que la falta de ese beso y ese abrazo que estamos acostumbrados a dar no desmotive, en la circunstancia que estamos pasando”, reflexionó la residente de Maturín, estado Monagas.
Ver a los estudiantes crecer e ir por el camino logrando sus metas es el mejor regalo que la docencia le ha dado a “Maru”, como es conocida por sus allegados.
“Verlos ser buenos profesionales, hijos, esposos. Ver que son buenas personas y buenos trabajadores es muy importante para un maestro, nos llena de mucha satisfacción. Que te recuerden y que, siendo adultos, se admiren al ver a su maestra. Es una satisfacción muy grande”, aseguró.
El Día del Maestro se celebra cada 15 de enero, en conmemoración de las personas que imparten enseñanzas de forma profesional y que guían a los estudiantes hacia la formación de buenos ciudadanos.
Maturín / Oriana García Rivas