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Arlindo Gouveia: ''La medalla de oro me cambió la vida''

mayo 2, 2020
A 28 años de su medalla de oro, Arlindo Gouveia sigue ligado al taekwondo (Foto: Cortesía)

El 4 de agosto de 1992, Arlindo Gouveia derrotaba al indonesio Diric Talumewo en el combate final de la categoría -54 kilogramos en los Juegos Olímpicos de Barcelona.

Esa victoria signifícó un triunfo importante para el taekwondo venezolano, pues hacía sonar el himno nacional en lo más alto del podio de una cita olímpica después de que sucediera en México 1968 gracias al boxeador Francisco Rodríguez.

Aquella victoria comenzó a forjarse muchos años antes, en la escuela Hung Ki Kim de Puerto La Cruz, donde Arlindo dio sus primeros pasos en este arte marcial a los nueve años de edad.

“En un principio fue todo más por curiosidad que por cualquier otra cosa. Como todo niño quería practicar deporte e intenté con los tradicionales. Pero en aquella época estaban de moda las artes marciales y me llamó la atención la vestimenda del taekwondo’’, cuenta Gouveia.

Al comenzar a involucrarse en la práctica de la disciplina se sintió atraído por los valores que evocaba el taekwondo.

“No era como otros deportes, que iba y jugaba. La clase empezaba y había silencio. Debíamos cumplir ciertas reglas y el uniforme siempre debía estar limpio, aunque claro, siempre me gustaron los combates y las patadas’’, comenta.

Arlindo recuerda con añoranza esos días en los que disfrutaba pelear dentro de un dojang a la vez que aprendía cosas ajenas a lo estrictamente deportivo.

No obstante, no fue un predestinado y sus inicios no fueron dominantes como se prevé que es lo que sucede con un campeón olímpico. Tuvo que mejorar con el paso de los años.

“Todas las categorías fueron difíciles. En la categoría juvenil había mucha gente y la competencia era exigente. Pero siempre me gustó tratar de ser el mejor’’.

Su superación constante lo llevó a representar al estado Anzoátegui en diversas competencias de carácter nacional, y allí iníció la travesía fuera del estado, aunque ese estreno no fue el esperado.

“Recuerdo haber competido en un evento donde me puse muy nervioso, perdí y me decepcioné tanto que me dio miedo competir de nuevo. Luego perdí ese temor y en los demás torneos nacionales me fue bien’’, relata el conocido como “Ojo de Tigre’’.

Primeros resultados
El trabajo comenzó a dar dividendos al entrar en la etapa juvenil.

“A los 17 años es que sentí que las cosas daban resultado. Estaba grande y había peleado con los mejores de Venezuela, así que ahí me dí cuenta que ya quería ser selección del país’’.

El debut internacional fue en el Panamericano de 1986 y pese a no ganar medalla la experiencia le sirvió para curtirse en esos lares.

“Aquello fue muy duro, porque era un novato. Sin embargo la considero una bonita experiencia’’.

Un año después, en los Panamericanos de Indiana 1987 alcanzó una meritoria medalla de plata en la categoría -50 kilogramos luego de caer en la final contra el estadounidense Dae Sung Lee.

Venezuela en esa cita conquistó cuatro medallas: Una de oro y tres plateadas.

A partir de ese éxito en Indiana, el taekwondo venezolano experimentó un crecimiento exponencial en el ciclo olímpico rumbo a Barcelona 1992.

La delegación venezolana dominó en los Juegos Bolivarianos de 1989 e hizo lo propio en los Centroamericanos de 1990 y los Panamericanos de La Habana, Cuba en 1991, y el formado en Puerto La Cruz acompañó ese éxito colectivo con logros individuales.

‘’Esos tres años fueron excelentes para mí y gracias a esos resultados conseguimos la clasificación a Barcelona’’, recuerda el criollo.

El camino a la cima
Arlindo no llegó a la ciudad catalana como uno de los grandes favoritos pese a sus evidentes conquistas continentales. Ese espacio estaba reservado para las potencias asiáticas, encabezadas por Corea del Sur.

“Sabíamos que iba a ser difícil. Esperábamos tener suerte en el sorteo y que no me cayera el competidor favorito’’, dijo.

En su caso, el que se llevaba todas las fichas para ganar la justa era el surcoreano Seo Sung-Kyo, vigente campeón mundial en aquel
momento.

Se estrenó frente al francés Thierry Dedegbe en los cuartos de final del torneo y lo superó por marcador de 4-2, para instalarse entre los cuatro mejores.

“Contra el francés estaba muy nervioso por el marco. Pero en el segundo round supe resolver el combate y obtuve la victoria’’.

En la siguiente instancia lo esperaba Seo Sung-Kyo, en lo que se consideraba una final anticipada, pues se creía que el ganador de esa pelea obtendría el oro.

“Siempre pensé que esa era mi final. Creía que si no ganaba se me acababa la competencia y lo entregué todo’’.

El taekwondista nacional se impuso a su par asiático en la semifinal y aseguraba una presea que ya era histórica, aunque sabía que necesitaba escalar un paso más.

El rival era el indonesio Talumewo, quien había llegado a ese encuentro de manera sorpresiva.

“Sabía que había superado el escollo más difícil. Pero el indonesio también era un rival fuerte porque llegar a una final olímpíca no es fácil’’.

Ganarle al que partía como candidato le añadió una presión extra a Gouveia, pues debía refrendar lo hecho en los choques previos.

“Me sentía muy nervioso y me pasaban muchas cosas por la cabeza. Tenía miedo de perder después de hacer tremenda actuación. Sentí demasiada presión en la final porque cuando le ganas al favorito pasas a serlo. No digamos que él (Talumewo) era malo, pero sentí que debía vencerlo’’.

El venezolano estuvo acorde a las expectativas y se impuso por un cerrado 2-1 para conseguir un añorado metal dorado.

“Noté que el contrincante me tuvo respeto desde un principio y con eso tienes un punto favor. Al final, todo salió bien’’.

Esa victoria en Barcelona le llegó a una edad muy temprana. Apenas superaba la veintena y se convertía en el heredero de “Morochito’’, como los únicos que hicieron sonar el Gloria al Bravo Pueblo.

“Esa medalla me cambió la vida. Te convierte en el mejor no solo en tu país, sino en todo el mundo. Pero lo más importante es que le dijo a las nuevas generaciones que alguien que entrenó en Puerto La Cruz
pudo ser medalla de oro’’.

COI reconoce medallas olímpicas venezolanas de Barcelona 1992
Ceremonia de premiación

Lucha
El Comité Olímpico Internacional (COI) no contaba al taekwondo como deporte oficial, por lo tanto el resultado de Arlindo se consideraba como de exhibición.

Después de 26 años de espera, en 2018, el COI hizo oficial la gesta del portocruzano al igual que la presea de bronce conquistada por Adriana Carmona en esa misma justa.

“Para nosotros siempre fue oficial. Cantaron el himno e hicieron la ceremonia. Pero ese momento en el que se hizo oficial fue un logro. Porque siempre hablaban de la medalla que fue de exhibición pero son formalismos que a veces no entendemos. Eso fue un logro del profesor Hung Ki Kim, que hizo los trámites’’, señala.

El COI reconoció de manera oficial las medallas de Arlindo Gouveia ...
Adriana Carmona (Izq) y Arlindo Gouveia (Der) tuvieron que esperar más de dos décadas por reconocimiento oficial (Foto: COV)

La vida sigue
Después del retiro de la actividad como atleta, el oriental no se alejó del deporte que tantos frutos le dio y continuó trabajando como entrenador para formar a las nuevas generaciones hasta 2018. Ese año parte al país de sus antepasados: Portugal.

Actualmente reside en España, y mira de reojo todo lo que acontece en este arte marcial.

“Sigo ligado al taekwondo después de todo lo que recorrí y seguiré hasta no sé donde, pero creo que nunca me desligaré de este deporte’’, afirma.

Pero es una disciplina que ha visto mermar los grandes resultados entre 1992 y 2008, con cuatro medallas olímpicas.

Desde la medalla de bronce de Dalia Contreras, su sobrino Edgar fue el único atleta que ha formado parte de una delegación venezolana al finalizar quinto en Río 2016.

El campeón de Barcelona es quizás una de las voces más respetadas para interpretar la actual situación que vive uno de sus grandes amores.

“Son etapas diferentes. En 2004 Adriana Carmona logra bronce y en 2008 lo hace Dalia. Ahora usan petos electrónicos Pero la situación es difícil para todos porque tener roce internacional ha faltado. No quiero decir que por eso no hemos obtenidos los resultados pero es parte fundamental de un atleta’’.

El “Ojo del Tigre’’ confía en la nueva generación que emerge.

“Creo que ellos pueden dar resultados. Espero que se puedan preparar. Lamentablemente para Tokio no se pudo clasificar pero en Venezuela hay suficiente talento y calidad’’, asegura.

Su hija Valeria, de apenas 10 años de edad, ansía seguir la estela dejada por su padre y practica en la escuela Hung Ki Kim de Puerto La Cruz, donde la historia del segundo medallista dorado en la historia del deporte venezolano comenzó a forjarse a base de trabajo.

Puerto La Cruz / Alejandro Jesús Fernández

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