"Manejar por esta carretera es como practicar un deporte extremo". Esa es la comparación que hace el joven José Antonio Martínez para describir el desafío que enfrentan los conductores que, al igual que él, se desplazan por el tramo vial que va desde Urica hasta la comunidad de El Samán, en la zona norte del municipio Freites, pues el recorrido está plagado de huecos y desniveles en los que apenas quedan rastros de asfalto.
A lo largo del deteriorado trayecto que inicia en el pueblo en el que murió Boves, los arriesgados choferes se encuentran con los caseríos Guayabal, Quebrada de Agua y Panamá para luego llegar a El Samán de Urica, un punto cercano al río Amana, y en el que casi la totalidad de la población aprovecha la fertilidad de las tierras y se dedica a la siembra de hortalizas.
El problema, según relataron los agricultores, quienes prefirieron omitir sus nombres, es que el pésimo estado de estas vías dificulta el acceso a sus terrenos para atender las siembras y sacar la producción de los diferentes rubros que cultivan, entre ellos, pimentón, tomate, berenjena, pepino, ají dulce, cebolla y aguacate (los cuales van principalmente al Mercado Municipal de Puerto La Cruz).
"Mucha gente del pueblo no tiene carro y para llegar a los terrenos hay que atravesar una pendiente que tiene 390 metros, donde el paso está muy malo y lleno de piedras; sólo pasan camiones y camionetas. Algunos se arriesgan en moto, pero cuando llueve no pueden porque las piedras saltan por todos lados y es peligroso. Yo camino tres kilómetros diarios de ida y vuelta para poder atender la siembra", dijo una de las agricultoras.
Esa misma pendiente es la que conduce a la toma de agua de ocho pulgadas que abastece a la población a través de la tubería Amana - Maturín, donde el recurso hídrico se recibe de manera permanente.
"Allí llegan los camiones y las camionetas con tanques y tambores que llenan con una manguera y luego llevan el agua hasta la parte alta, donde está el pueblo, cuando hay algún problema en la bomba o con los transformadores y no funciona el rebombeo. Otros van a pie, a caballo o en motos y cargan envases más pequeños", explicó.
Quienes no tienen vehículo se ven en la obligación de comprar el líquido y, según lo que dijeron los residentes, un tanque de agua cuesta entre 6 y 8 dólares. "A algunos no les gusta vender sólo un tambor sino el tanque completo", acotó.
Los conuqueros, como también se hacen llamar, coincidieron en que sería de gran ayuda que las vías agrícolas fueran rehabilitadas y que ellos contaran con maquinarias para trabajar el campo.
"Aquí los niños desde chiquitos tienen una escardilla en la mano y crecen aprendiendo a trabajar la tierra. Somos gente acostumbrada a eso que hemos sacado a nuestras familias adelante con esfuerzo, pero necesitamos que el gobierno regional y el municipal nos echen una mano y mejoren estas carreteras. Esto es bello, aquí están las tierras más ricas de Freites, pero es difícil sembrar y hacer el trabajo en estas condiciones", indicó un septuagenario dedicado a la siembra desde hace más de 50 años.
Abundan los huecos y apenas quedan rastros de asfalto
La mayoría de las calles de El Samán no tienen asfaltado
El tramo que conduce a la toma de agua en El Samán de Urica tiene una pendiente de 390 metros llenos de piedra
La gran mayoría de las calles en El Samán de Urica son polvorientas, pues nunca han sido asfaltadas, con excepciones como la Principal, donde está ubicado el bulevar y la escuela del pueblo.
"Hace como 20 años ese pueblito estaba en mejores condiciones. Viajaba a visitar a unos amigos y aprovechaba para comprar sacos de cebolla y de pimentón a buen precio para revenderlos y ganarme algo de plata, pero ahora voy poco porque entre la gasolina tan cara y esa carretera llena de huecos no me animo mucho. Fui hace poco y no me quedaron ganas de volver. Todo se ve acabado, aunque la gente sigue sembrando como siempre", dijo Carlos Arias.
Un ejemplo del abandono se refleja en el estadio que luce con parte de la cerca caída, rodeado de maleza y con baños en mal estado, lo que da cuenta de la falta de mantenimiento de esas instalaciones, en las que otrora se daban encuentros deportivos que reunían al equipo local con rivales de Barcelona y Puerto La Cruz, según relataron los vecinos.
El clamor es colectivo: los habitantes de El Samán de Urica piden atención gubernamental y a cambio ofrecen trabajo, esfuerzo y dedicación a lo que ha sido su oficio por décadas, a lo que mejor saben hacer: labrar la tierra para cultivar rubros que les permitan ganar el sustento para sus familias y ser proveedores de hortalizas tanto en la zona norte como en el centro de Anzoátegui.
El Samán de Urica / Danela Luces